A través de un viaje aprendemos a explorar el mundo y a nosotros mismos. El viaje es un terreno fértil para descubrir nuevas perspectivas sobre nosotros, pero para que esto ocurra tenemos que adoptar un comportamiento determinado y seleccionar un tipo de filtro especial que nos permita ver las cosas y a nosotros de diferente manera. Escribe Susana Corella.
“Si realmente queremos conocer el secreto de un viaje profundo, necesitamos creer que hay algo sagrado esperando ser descubierto en cada viaje”
Cuando unimos al viaje la experiencia de yoga diaria, no solo nos aporta beneficios en nuestra práctica sino que es un elemento imprescindible para que el viaje produzca un desarrollo personal.
A nivel físico, practicar durante muchos días seguidos nos aporta algo que no es posible alcanzar con una clase esporádica o incluso unas clases regulares, y es que tu cuerpo no tiene tiempo de recaer en los antiguos patrones: los músculos se desarrollan, la flexibilidad aumenta y adquirimos nuevas habilidades. La práctica de yoga es como una relación; requiere tiempo y atención. Durante un viaje dedicas días seguidos y horas, además de la comunicación con tus compañeros sobre el proceso interno.
Cuando viajamos se produce un estado de hipervigilancia o máxima alerta en el cual todos los sentidos se afinan un par de notas más. Nuestro olfato recoge olores que ni sabíamos que existían, escuchamos sonidos que nos son extraños, vemos imágenes que no habíamos visto nunca, incluso podemos sentir cosas que no entendemos. Se produce una hiperestimulación, y esta es parte del viaje. Pero es interesante reservarnos ese lugar para ralentizar el sistema nervioso, ese lugar en el que los sentidos se vuelcan hacia el interior para devolvernos nuestro estado natural. Sin duda, beneficiará la calidad de nuestro descanso, aunque las camas y habitaciones no sean a lo que nosotros estamos acostumbrados.
Cuando viajamos tenemos responsabilidades como viajeros, y esto se nos olvida muy habitualmente. A menudo vemos el corazón de otra cultura a través del ruido y la confusión, ya que provenimos de una cultura diferente. También aportamos a esta nueva cultura una perspectiva diferente; no solo estamos sujetos a la influencia que ejercen los demás sobre nosotros, sino que nosotros también influimos sobre ellos. Es interesante dejar la menor huella posible en la cultura que visitamos, pero como esto es prácticamente imposible, nuestra responsabilidad es que sea con espíritu respetuoso, libre de juicio y flexible.
La práctica continuada de yoga y meditación nos pueden ayudar en todo esto. Nos coloca con honestidad en nuestro momento presente cuando nos situamos sobre la esterilla, sin juicio, con la aceptación del lugar donde nos encontramos en ese momento. Nos vuelve más flexibles y si esto es obvio a nivel físico a consecuencia de la práctica, no es menos obvio que nuestro cuerpo es un reflejo de la mente. Estas actitudes se producen con un yoga continuado y las extenderemos a nuestra vida fuera de la esterilla.
La tensión que se crea ante los constantes desafíos es acumulativa. Encontrar un espacio restaurativo y reparador de nuestro sistema nervioso es esencial para poder emprender cada día con la mirada abierta, para que esta nos ayude a apreciar la vida de otra cultura y mantener un espíritu tranquilo e imperturbable, características básicas para que el viaje sea transformador.
Siempre volverás transformado
No podemos olvidar que un viaje memorable se produce a través de las relaciones con las personas. Cuando das mientras viajas, a menudo recibes de vuelta aún más. La gratitud hace posible el cambio. Compartir las experiencias tanto dentro como fuera de la esterilla, las aventuras, las incomodidades, los contratiempos, escuchar a los demás cualquiera que sea su experiencia, amplia nuestra mente y te sentirás muy cercano a las demás personas.
Por último, la naturaleza y la arquitectura de los lugares sagrados son hermosas manifestaciones de anhelo espiritual y de creatividad humana. Estos lugares tienen el poder de moverte interiormente. Acercarte a un lugar en estado de yoga, en silencio, como los peregrinos llegan a sus mezquitas o sinagogas ayudan a crear conciencia en el viajero.
Existen barreras que interfieren en nuestra capacidad de extraer lo máximo posible de nuestra experiencia viajera. Normalmente tenemos creencias sobre aquello que es posible y muchas de estas creencias son autolimitadoras. Nuestro estado emocional y nuestro nivel de receptividad nos hacen estar más o menos dispuestos a ampliar horizontes. Añadir la experiencia de yoga durante el viaje minimizará estas acciones sobre nosotros y convertirá nuestro viaje en algo significativo.
Con toda seguridad acabaras el viaje en un lugar diferente del que partiste.
Susana Corella. Es fundadora de Yoga Nomada. Profesora de Hatha Yoga RYT 500h especializada en yoga terapéutico. Actualmente imparte clases colectivas y terapias individuales en Madrid.
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