Además de su cultura milenaria y sus exóticos paisajes naturales, la práctica de yoga se ha convertido en una atracción turística más en Bali. Cada año viajan al país indonesio yoguis y yoguinis de todo el mundo para sumergirse en un universo donde todas las modalidades tienen cabida. Escribe María M. González.
Fotografia Wilhelm Öhman
La autora de este reportaje lo ha hecho en el embodiment, una práctica con fuertes raíces ancestrales pero que comienza a despuntar ahora. La libertad y fluidez de movimientos son la clave que hace que ésta una modalidad cada vez más apreciada. Descubrimos aquí, con María M. González, esta experiencia:
Es mediodía en Ubud. El jolgorio fruto de la actividad frenética a esas horas en el centro de la ciudad no hace honor a su apelativo tradicional de “capital espiritual del país”. Pero más allá de los ruidosos mercadillos donde los turistas occidentales regatean precios como lo hiciera cualquier local y del caótico tráfico donde las motocicletas serpentean peligrosamente entre furgonetas cargadas de frutas y taxis clandestinos, Ubud esconde otros secretos.
Basta perderse por las calles menos transitadas de la ciudad o alejarse hacia las afueras para descubrir un panorama bien distinto: templos que exigen el más absoluto silencio, spas que compiten ferozmente por vez quién es el que ofrece el masaje balinés más tradicional en un ambiente relajado, campos de arroz que invitan a sentarse en la postura de la flor de loto para meditar, y estudios de yoga. Una cantidad ingente de estudios de yoga.
Las shalas se suceden una junto a la otra y todas anuncian mediante carteles en la puerta las distintas clases que ofrecen, muchas de ellas impartidas por los profesores más reputados del mundo. Me paro ante la puerta de una de ellas que ya cuelga el cartel de ‘completo’ para las clases de esa tarde. No me sorprende en absoluto cuando leo que es Meghan Currie la instructora encargada de las mismas. Como la mayoría de profesores de yoga, la famosísima instructora canadiense se estableció finalmente en Bali tras frecuentes períodos viajando al país para impartir cursos. La ciudad de Ubud resulta ser un paraíso para los amantes del yoga y hasta allí se desplazan también año tras año estudiantes venidos desde distintas partes del mundo que buscan perfeccionar su técnica en prácticas tradicionales como ashtanga, hatha o vinyasa.
Los hay también que buscan nuevas experiencias en su práctica, y para estos últimos la céntrica ciudad balinesa también tiene algo que ofrecer. Yo soy una de ellas. Tras pasar unos días en las playas de la península de Bukit al sur de Bali, llego a Ubud cargada de ilusión y con la mente abierta para absorber al máximo todo el conocimiento que tiene para ofrecerme el curso intensivo de embodiment para instructores de yoga que voy a hacer.
Fotografia Wilhelm Öhman
Base tántrica
Traducido del inglés, embodiment significa ‘materialización’, y se basa en los principios del tantra clásico que defienden llegar a la plena consciencia de todos y cada uno de los estados y actividades del ser humano cuando están ocurriendo para, de este modo, vivirlos intensamente en el momento presente y por tanto, alcanzar la felicidad. A fin de cuentas, el tantra está diseñado para que el ser humano se descubra a sí mismo y a la realidad que le rodea y aprenda así a disfrutar de ello sin grandes expectativas más allá de esto. Aplicado a práctica de yoga, el embodiment es la disciplina mediante la cual el cuerpo expresa a través del movimiento no alineado ese estado de consciencia que está alcanzando la mente y lo aprovecha para maximizar su fuerza y energía. La diferencia de esta modalidad de yoga con respecto a otras más tradicionales reside precisamente en ese movimiento no alineado, sino mucho más fluido.
Embodied flow no busca asanas o posiciones perfectamente mantenidas durante un tiempo estimado en función de la velocidad de la práctica, sino que se centra más en la transición que el cuerpo y la mente experimentan durante el proceso que ocurre hasta alcanzar esas asanas. En la práctica del embodiment no tiene por que haber una secuencia de posturas claramente marcada que vayan por ejemplo desde el ‘perro invertido’, hasta el ‘guerrero dos’ pasando por ‘vinyasa’, ‘cobra’, ‘salto horizontal’ e ‘incorporación’, ni una repetición de esa secuencia hasta conseguir aprenderla. Este tipo de práctica es más flexible si la comparamos con el concepto clásico que rige a la mayoría de disciplinas de yoga. Durante una sesión de embodied flow, al yogui o la yoguini les está permitido salirse de esa secuencia de posiciones, si así lo sienten, para experimentar con sus propios movimientos, y éstos no siempre tienen que ser secuencias o asanas clásicas. En este tipo de practica, el mayor reto al que se enfrenta el instructor es garantizar un clima de seguridad en el que los estudiantes se sientan cómodos para atreverse a experimentar con sus movimientos dejándose guiar por su propio cuerpo y mente y además, disfrutar con ello.
En un primer momento, el embodiment puede resultar una práctica desconcertante para ese estudiante que busca en clase la comodidad de ser guiado continuamente por el instructor, pero si consigue alcanzar ese estado de plena consciencia del propio yo y trasladarlo a los movimientos, se convierte en una experiencia muy gratificante por el simple hecho de estar escuchándose a sí mismo y estar satisfaciendo exactamente las necesidades que se tienen en ese momento. Cuando esto ocurre, el estado de felicidad que se experimenta es pleno.
Complementar con meditación
La meditación tiene un papel fundamental en el embodiment. Meditar una hora antes de su práctica ayuda a calmar la mente y focalizarla en el momento y lugar presentes para que pueda estar en consonancia con el propio cuerpo. Aunque no hay patrones establecidos en cuanto a qué meditación resulta la más adecuada para acompañar al embodiment, durante este curso practicamos dos tipos: meditación a través de la respiración pranayama y meditación a través de la visualización. En muchos casos ambas iban de la mano porque algunos tipos de respiración pranayama conllevan ejercicios de visualización.
Dentro de nuestra rutina diaria de meditación, practicamos los siguientes tipos de respiración: la clásica respiración baja o diafragmática; la respiración nasal tradicional, que se realiza tapando alternamente los orificios de la nariz y empleando el mismo tiempo tanto en la inhalación como en la exhalación; la respiración ventricular, cuya inhalación consiste en guiar el aire hasta el corazón y la exhalación se produce visualizando como el aire sale desde ahí; la respiración chamánica, que consiste en inhalaciones y exhalaciones muy profundas e intensas, casi rozando la hiperventilación o pranayama bashtrika, que también invita a visualizar el aire subiendo a través de la columna vertebral y bajando hasta el corazón.
Es fácil sucumbir al placer de una sesión de meditación cuando afortunadamente se tiene la oportunidad de que ocurra en un entorno idílico como es Bali. Basta con simplemente sentarse en una postura cómoda y disfrutar del silencio. Cerrar los ojos y abrirlos lentamente para contemplar el paisaje que se encuentra alrededor. Viajar con la vista desde ese sol poniente sobre los campos de arroz a las afueras de Ubud hacia la montaña en la yace dormido el volcán Batur. Cerrar los ojos lentamente de nuevo. Respirar y repetir el ejercicio. Sentir. Un lujo del que disfrutan únicamente aquellos afortunados que viven su realidad en el momento presente.
Profundizando
Satu Tuomela ha sido la profesora encargada de impartir el curso. En activo desde principios de los años 2000, Satu se ha convertido en una de las instructoras más reputadas en la enseñanza del embodiment en todo el mundo. Ha impartido más 10.000 horas de clases, es la fundadora de la modalidad Embodied Yin y cofundadora de Embodied Flow y lleva más de ocho años facilitando cursos para profesores y retiros de yoga a lo largo y ancho del globo.
Sus clases beben del tantra clásico, del chamanismo y de las técnicas de reiki, práctica en la que también tiene formación. Sus intuitivas técnicas de inmersión y su peculiar manejo de la música, los cánticos y la voz hacen de sus clases una experiencia reveladora, gratificante e inmensamente sanadora. Tal y como ella describe, “para mi yoga es una práctica, un ritual, pero también es ciencia y es arte. Es el lenguaje que claramente articula los mensajes que nos guían hacia el conocimiento de nosotros mismos, hacia nuestra propia cura. Por eso, para mi yoga es salvación”.
María M. González es instructora de yoga
Fotografías: Wilhelm Öhman / IG: @wilhelmohman.photography