¿De dónde nace la vocación de un formador de yoga?

2016-10-14

Cada día se nos proponen más cursos de formación de profesores de Yoga y también de especialización en muchas de las materias que lo componen. La variedad de la oferta es cuantiosa y muy variada en enfoques, tiempos y contenidos. Hoy charlamos con Mayte Criado sobre lo que mueve a los profesores de yoga, veteranos y noveles, a hacerse formadores.

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¿De dónde nace la vocación de enseñar Yoga? ¿Qué nos impulsa a querer ser profesores o formadores de esta disciplina milenaria?  ¿Es sensato aspirar a preparar a unos alumnos, en poco tiempo, lo bastante para que ellos enseñen? ¿Es ético que la motivación económica influya en la decisión de compartir aquello que nos transformó la vida?

Hay muchas cuestiones a valorar en este poliédrico y con frecuencia polémico tema de la formación de profesores de yoga. Hoy hablamos con una experta formadora de profesores, Mayte Criado, 15 años preparando a instructores y profesores de yoga como fundadora de la Escuela Internacional de Yoga, centro muy volcado en un programa completo de formación en diversos ciclos.

¿Qué te parece este fenómeno siempre creciente de nuevas formaciones de instrucción en yoga? ¿Lo percibes así?

Sí, cada día hay más personas que se convierten en formadoras de profesores de yoga, cada día va más rápido. Podría hacer una lista de ocho o diez formaciones que hay ahora mismo disponibles y que hemos formado como profesores en nuestra escuela. Con esto y con otros cursos que pueden hacer fuera de España sobre otros estilos diferentes, montan una estructura formativa.

Es complicado opinar sobre ello; habría que conocer cada caso. Por supuesto que todo el mundo tiene el derecho a hacerse formador, como todos empezamos a serlo en algún momento. Pero sí es cierto que puede haber algo de oportunismo, de aprovechamiento del hecho de que el yoga esté «de moda».

Acepto que la gente muy joven quiera ocupar ese espacio, pero no creo en la rapidez, en la inmediatez con la que se actúa. Parece que no se está alimentando la esencia del yoga sino el consumismo del yoga, y ahí es donde resulta muy complicado emitir un juicio.

¿Qué suelen valorar los practicantes de yoga que deciden formarse como profesores de yoga?

Yo cada día creo más en le criterio de las personas que van a ir a formarse, cada día me doy más cuenta de que hay mucha gente que sabe lo que busca en todas las direcciones. Hay personas que solo buscan el yoga como sustituto del aerobic y otras prácticas similares, y no les interesa nada más. No buscan hacer el recorrido de una disciplina con siglos de historia. Entonces, es bueno que encuentren eso que buscan. Y esas formaciones existen, cumplen esa función para ese tipo de personas.

Y luego hay otras personas, la mayoría diría yo, que buscan una formación con una metodología que proponga el sentido profundo del yoga y una pedagogía que proporcione las herramientas del yoga para crecer, para la autorrealización, para evolucionar como seres humanos y seres espirituales, etc. Y esas personas también, aunque solo sea intuitivamente, saben distinguir estas formaciones.

Hay que decir que también hay escuelas con muchos años de historia y prestigio y que son demasiado tradicionales y cerradas a incluir una evolución del yoga y nuevas perspectivas, que también resulta necesario. Y creo que muchos aspirantes a ser profesores de yoga también saben distinguir esto. Confío en que las personas que buscan en el yoga un camino de autorrealización y también de compartir con los demás, saben distinguir.

Idealmente, ¿cuáles deben ser las motivaciones que impulsan a un profesor de yoga a convertirse en formador de profesores?

El problema de los formadores que solo cuentan con tres o cuatro años de bagaje en el mundo del yoga es que, bajo mi punto de vista, carecen de aportaciones personales. Los contenidos de sus programas son copiados o fusionados, tomando un poco de aquí y otro poco de allá de los cursos que han hecho. En realidad no están creando ni aportando y, como no son pedagogos, se sirven de la metodología de alguien. Pero, cuidado, estoy hablando en general, porque hay algunas aportaciones muy válidas.

Lo que como escuela que recibe muchísimos alumnos nos está sucediendo, cada día más, es que hay muchas personas que vienen de deambular por ese tipo de formaciones, decepcionados, con quejas. Al final acaban buscado una escuela con más historia, con más experiencia.

Debe ser difícil elegir entre unas formaciones que cada vez exigen más horas, más temario, para intentar filtrar a los mejores, y otras escuelas cuyas exigencias son mucho más livianas.

Tampoco hay tanta diferencia entre las escuelas de renombre, por así decirlo… Todo depende de la evolución de cada uno, de hasta dónde desee comprometerse y transmitir. Normalmente en las escuelas muy tradicionales, que siguen líneas y linajes muy cerrados, suelen tender a alargar la formación por intereses muy concretos. Pero eso no quiere decir que una formación que dure dos o tres años sea peor, no. Es obvio que una formación de profesores no puede durar un año, claro que no, pero tampoco tiene que durar cuatro o cinco.

¿Es una buena idea comenzar por un primer ciclo o nivel de instructor en una escuela y probar si se desea seguir o no?

Mucha gente hace eso. Según la experiencia que me proporcionan mis propios alumnos, la mayor parte de las personas que vienen a la formación de Instructor de Yoga de nuestro primer nivel, que dura un año, no tienen intención de convertirse en profesores de yoga. Vienen con intención de profundizar en el yoga, ver qué hay detrás de las herramientas que reciben, conocer la filosofía del yoga, la esencia, saber más de lo que les explican en una clase normal de hora y media. Este tipo de personas muchas veces tiene suficiente con estudiar un año; no va a dar clase, pero ese año le transforma la vida, porque accede a conocerse un poco más a sí misma a través de lo que el yoga le va proponiendo y a través de ese tocar en lo profundo del yoga. Yo siempre he puesto mucho énfasis en que ese primer año fuera un antes y un después en la vida del alumno.

Nuestro segundo nivel ya forma parte de la creación de un profesor, ya entramos a conocer lo que necesitas para tú poder crear tus propias clases, tus propias series, etc. y algunas partes de la filosofía del yoga más profundas. Pero el primer año de nuestra escuela es maravilloso precisamente porque sabemos que mucha gente lo acaba con la sensación de haber profundizado mucho y de haber transformado su vida. Pero no es un cambio a otra vida, sino que uno se abraza a su propia vida, es una vuelta a uno mismo. También se obtiene una práctica mucho más precisa, mucha mayor sensibilidad, y esto aporta mucho mucho más criterio a la hora de conocer a diferentes  profesores, apuntarse a cursos, etc.

Tú eres una veterana formadora de formadores de yoga. ¿Cuáles son los enemigos de los formadores que ya llevan muchos años enseñando?

En mi caso estoy muy alerta de no anclarme nunca. Siempre tengo muy presente que se debe siempre estar abiertos a evolucionar y a sentir que el mundo cambia y avanza porque los alumnos superan a sus profesores… Me gusta mucho acoger la evolución de mis propios alumnos, aprendo mucho, y procuro estar muy abierta a integrar lo que aprendo de ellos. Creo mucho en esto, en la integración de lo nuevo (siempre que respete y aporte a la esencia del yoga, que no te desconecte de lo profundo).

Me gusta estar alerta por si estoy ya repitiendo mis patrones y cerrándome o no. Todos conocemos a magníficos profesores, y cuando les escuchamos decir siempre lo mismo, sigue siendo magnífico…. pero te das cuenta de que no hay más… y de que qué bueno sería que escucharan a los alumnos que les superan y hacen un poco mejor aquello que ellos les han enseñado… Yo tengo alumnos así, y me encanta abrirles las puertas y trabajar con ellos.

Ese debe la mayor satisfacción para un formador de formadores…

Oh, sí. Todo mi equipo está integrado por personas que he formado yo, y saben mucho más que yo hoy día de algunas cosas que investigan más. ¡Y además están en la edad de hacerlo…!