Cuando moras en el Ser, la individualidad se disuelve y el ego desaparece. ¿Qué ocurre entonces? Dejas de pensar en ti para comenzar a ocuparte de los demás. Simplemente, el otro pasa a ser lo importante. Escribe Emilio J. Gómez.
La energía aumenta su vibración y por extensión una mayor comprensión sobreviene. El amor hace acto de presencia para quedarse. Tus actos van a cambiar, pero no porque seas otro, sino porque dejas de ser uno para ser todos.
Las bocas de los demás hablarán de heroicidad donde tú tan sólo verás naturalidad. Te dirán que eres valiente por obrar así… que eres generoso… mientras que tú mismo te preguntas si es posible obrar de otro modo.
No es posible hacer las cosas de otra forma cuando se ha trascendido la pequeña entidad individual y egocéntrica que configura tu ego y la personalidad con que se arropa. Eres uno con el Todo. El mundo entero eres tú, está en ti.
No das, porque no es posible dar, ya que no hay nadie a quien dar. No enseñas, porque nada tienes que enseñar. Compartes un estado de consciencia a través del tiempo y el espacio con tus hermanos… y te sientes agradecido por ello.
Quizás seas feliz. Pero no pretendes que los demás sean felices del mismo modo en que tú lo eres, pues has comprendido que cada vida es un proceso de comprensión y todos los procesos han de ser respetados por igual.
Simplemente, amas. Eso no es ninguna heroicidad. Es lo natural cuando se ha hecho del Ser la morada. ¿Qué otra morada puede haber? No obstante, hasta llegar a tal punto de comprensión el camino a recorrer puede ser largo y arduo.
Ser lo eres ya. Ahora bien, comprender de modo vivencial tal estado lleva trabajo y esfuerzo. El trabajo de aumentar el nivel de vibración para que la comprensión sobrevenga a través de una consciencia expandida.
En tal labor es donde el Yoga alcanza su máxima expresión.
Emilio J. Gómez es profesor de yoga del Círculo de Yoga Silencio Interior
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