Entrevista con Luisa Cuerda: «Patañjali podría haber utilizado internet para transmitir los Yogasūtra»

2016-09-05

Que el yoga sirva para la cesación de la mente no es posible, pues sería «encefalograma plano», comenta Luisa Cuerda, experta en estudio de los Yogasūtra. Hablamos de ese «tratado de psicología breve, desinteresado y compasivo» y de su propuesta de liberación del ser, más realista que la de las tradiciones budistas, en opinión de Luisa. Es una entrevista YogaenRed.

Luisa Cuerda

Luisa Cuerda se ha convertido en una brillante especialista en Yogasūtra, que enseña con mucho talento en cursos y a través de internet. Recientemente ha creado Yogasutraonline, que «justifica» así en su portada: «Pensando en las dificultades y costes que suelen acarrear los desplazamientos para realizar seminarios intensivos y el poco aprovechamiento de estos, ya que el Yogasūtra requiere reflexión y tiempo, propongo el estudio online con un máximo de cuatro estudiantes, en clases semanales y en días y horas a convenir entre todos». (Apúntate aquí a este estupendo curso http://yogasutraonline.es/)

La pregunta inevitable es: ¿Patañjali usaría hoy día internet para transmitir sus enseñanzas? 

Hay una frase que dice: “Se enseña lo que se sabe, se transmite lo que se es”. Por eso el que transmite ha de haber ido y vuelto. Patañjali tuvo solamente cuatro alumnos, según la tradición, así que parece que no tenía mucho interés por tener alumnos. Pero suponiendo que considerase que estaba bien que mucha gente supiese lo que él quería decir, que es dudoso (ríe), creo que Patañjali podría muy bien usar internet, porque es una cosa muy sencilla, ahorra desplazamientos y dinero. Tres cosas que el yoga aplaudiría.

Gente que tal vez no podría ir a un sitio a hacer un curso (por ejemplo, una mujer con hijos) se lo puede permitir. En ese sentido… es también compasivo.

Vemos que eres partidaria de la adaptación del yoga a nuestros días… La esencia del yoga no va a desaparecer por eso…

La esencia del yoga desaparece si haces por ejemplo lo último que he leído hace una semana y me dejó impactada: “Bier yoga”, cerveza yoga, que se hace en Alemania. Pero transmitirlo por internet no es eso; de hecho, las clases de yoga que recibo de Frans Moors como alumna las recibo por internet. Y ahora que voy a iniciar canto védico, se lo voy a proponer a una profesora de India. Con internet se puede hacer muy bien un curso en el que debes tomarte tu tiempo para ir interiorizando, mejor que con un curso súper intensivo y breve en India.

Luisa Cuerda, Lucha para sus amigos, licenciada en Derecho, profesora de piano, voluntaria en proyectos solidarios, escritora, bloguera (maravilloso fue su portal de Mettacuento), era una joven y una apasionada deportista cuando un día, hacia el año 1996, se presentó el yoga en su camino. Y ya no lo dejó nunca más hasta hacer de él su vida.

¿Cómo conquistó el sereno yoga a una hiperactiva deportista?

Es que yo hacía un hatha yoga bastante extremo. Estaba en muy buena forma física y practicaba hora y media de posturas extremas. Después me pasaba una cosa muy graciosa… y era que yo, que había dejado de ir a la iglesia hacía años, cuando acababa mi sesión de āsana sentía grandes deseos de rezar. Era una sensación extraña. Lo entendí más tarde, cuando supe la importancia de la preparación de āsana para el centramiento mental y la quietud de la mente, que hace que el espíritu aflore.

Después, con los años, dejé ese yoga extremo porque la propia naturaleza hizo que tuviera más tranquilidad y menos ganas de tanto ejercicio.

¿De dónde te viene el deseo de especializarte en el Yogasūtra?

Es un don que me viniera ese deseo. Arjuna Peragón, con quien me formé, tiene muy bien estructurada su formación y dedica una parte al Yogasūtra, lo que me hizo empezar a interesarme. Me compré el librito de Edaf, con traducción de Desikachar, y me sentí fascinada porque en unas palabras muy concretas, los aforismos o sutras, Patañjali no solo es que explicara el espíritu del yoga, que lo explica perfectamente, sino que era un tratado de psicología como yo no conocía ninguno.

Me gustó tanto que empecé a profundizar. Descubrí que tradicionalmente los alumnos lo aprenden y recitan de memoria, y solo entonces el profesor les explica su sentido. Así lo hice yo, los aprendí de memoria primero en español y luego malamente en sánscrito. Poco a poco fui mejorando este aprendizaje. Y puedo decir hoy que cuando recitas el sánscrito con respeto de corazón e intención de saber, hay informaciones y significados que te llegan. Por eso siempre recomiendo que se aprendan y memoricen en sánscrito, porque el Yogasūtra entra a formar parte de ti.

Hay una palabra en sánscrito, samyama, que significa la especialización en un tema meditando y aprendiendo sobre él. Yo durante cuatro o cinco años lo estuve haciendo sin saberlo; me iba a nadar o a caminar y mientras iba recitando los yogasūtra… Era mi ocupación fundamental en mi tiempo libre, y eso me fue dando no solo conocimiento sino amor por ellos. Así que seguí estudiando con Arjuna Peragón y con otras personas, como los profesores de la Krishnamacharya Healing and Yoga Foundation.  Ahora acabo de hacer otro repaso de nuevo con Frans Moors, gran profesor de yoga en la tradición de Krihsnamacharya.

¿Cómo es posible que el Yogasūtra, que fue escrito hace miles de años, siga teniendo las respuestas que todos buscamos y necesitamos hoy, aquí y ahora?

Porque es verdad, porque es un mensaje puro, como le pasa al Tao. Porque es desinteresado y para el beneficio de quienes lo escuchan, no para quien lo enuncia.

¿Qué tipo de seres han podido enunciar esos mensajes de pura sabiduría?

De Patañjali se sabe poco, es alguien rodeado de leyenda. Hay quienes piensan que quien llamamos Patañjali -como quien llamamos Lao Tse- fueron escuelas de pensamiento. Son la esencia compasiva de una línea de pensamiento o, mejor, de una forma espiritual de estar en el mundo.

Patañjali significa “caído del cielo a las manos”. Según la leyenda, en un momento en que el mundo estaba lleno de enfermedades, guerras, confusión y sufrimiento, se invocó a los dioses para pedirles ayuda. Cayó esa ayuda en las manos de Patañjali, que hizo una gramática para que la gente se entendiera, creó el Ayurveda para que la gente viviese una larga vida y el Yogasūtra para que la gente cesase en su sufrimiento mental. Esa es la leyenda.

A mí me resulta más fácil pensar que el Yogasūtra es una forma de estar en el mundo. ¿De quién ha venido? Pues de alguien estupendo (ríe), pero mejor que no sepamos, para que no lo deifiquemos.

¿Y qué tiene el Yogasūtra que no tienen otros libros de sabiduría?

Para mí los sūtra tienen algo fundamental, y es que son breves, que no dicen ni más ni menos que lo que tienen que decir, que no son interesados en el sentido de que no están adscritos a ninguna escuela y que conocen a la perfección la psicología del ser humano.

El Yogasūtra está hecho para liberar al espíritu a través de la purificación de la mente, y para eso tienes que saber cómo funciona tu mente, los trucos que normalmente un ser humano con mente utiliza y cómo neutralizarlos para, llegando a tener una mente pura (sattva), el espíritu surja. Y eso lo puedes hacer siendo un hombre, mujer, joven, mayor, ateo, agnóstico, de cualquier religión, con dotes intelectuales inmensas y sin ellas, con una forma física extraordinaria o paralizado en una cama… Es universal, absolutamente compasivo y breve, no te lía.

En una época en la buscamos la utilidad por encima de todo, ¿cómo le explicarías a alguien que desconoce esta parte del yoga para qué sirven los yogasūtra?

Para ser libres. Para que la persona que tú sabes que eres, ese ser que te acompaña desde que naciste y que quiere lo noble, lo bueno y ser feliz, salga a la superficie quitándote todas las máscaras que te has tenido que poner y que te están haciendo tanto daño. Para eso sirven los yogasūtra.

El sutra más conocido, Yogaścittavṛttinirodhah, se suele traducir como “el yoga es el cese de las fluctuaciones de la mente”. ¿Es correcto?

Citta es la mente en este caso y vritti son fluctuaciones, pero también funciones. Así sería: “yoga es el control (no tanto cesación) de las funciones de la mente”. Sin embargo, personas muy reconocidas lo han explicado como que el yoga es la cesación, la parada, de la mente. Eso se llama encefalograma plano, porque la mente no se puede detener.

Por eso es tan interesante conocer todas las posibilidades del sánscrito, con ayuda de una persona que te haga entender que ante todo no hay que abandonar el sentido común. Esos señores que nos legaron los yogasūtra eran indios, no extraterrestres.

¿Y qué funciones  trata de controlar el yoga? La imaginación, la memoria, la comprensión, el sueño… Es tan concreto y tan sencillo como eso. Explicado así no resulta algo imposible, sino que es cuestión de entrenamiento.

¿Cuál es tu sūtra más querido, aquel por el que sientes debilidad?

Hay muchos que me encantan, y van variando con mi práctica. Pero hay uno especial que es el I.33 (artículo en YogaenRed). Maitrîkarunāmuditopeksānām / sukhaduhkhapunyāpunyavisayānām / bhāvanātascittaprasādanam. Significa que si quieres tener la mente en estado de gracia, debes alegrarte con la felicidad de tus amigos y compadecer a quienes son más infelices, aspirar a lo noble, reconocerlo donde lo veas, y ser ecuánime con lo innoble (no reírle la gracia al que crees más importante que tú ni hacer leña del árbol caído). Con esas cuatro actitudes, tendrás una mente en gracia.

Fijaos en lo que he tardado en explicarlo y lo cortito que es en sánscrito. Otro sūtra define la libertad así: “La libertad es cuando la mente es tan pura como el alma”. Es decir, cuando tienes tan poco miedo, tan poco deseo desordenado, tan poco odio, que lo que asoma por tus ojos es quien tú eres, purusa, “el que duerme en el pueblo”, tu espíritu. Esa es la libertad.

Una de las cuestiones importantes que puede hacerse con los ocho miembros del yoga de Patañjali es llevarlos a la vida real. A la educación, por ejemplo… ¿Cómo puede enseñarse este sistema de liberación de nuestro auténtico ser a niños?

Ya está hecho, no se me ha ocurrido a mí sino que ha sido la forma de enseñar en la India el yoga tradicional. A los niños pequeñitos, lo primero que se les enseña es āsana, adaptado a ellos pero no forzosamente jugando a imitar a animalitos. El yoga es una disciplina, y al niño hay que introducirle en ella. Y, por supuesto, empezar cuanto antes con yama y niyama, las actitudes relacionales y las actitudes hacia uno mismo, y eso para los niños es sencillísimo, solo hay que ordenar la clase, ser colaboradores unos con otros sin crear competitividad, hablar de hábitos de consumo, de vida, qué sentimos cuando hablamos de no dañar y vemos ciertas cosas en los dibujos animados…

En resumen, hasta los 12 años, āsana. Sé que hay costumbre de poner a los niños a meditar como a mí me ponían a rezar… Los niños son grades imitadores de los adultos y les encanta complacerlos, pero eso no quiere decir que estén en situación de interiorizar a esa edad.

A partir de los 12 años, prānāyāma, y esto ya es una preparación a la concentración como primer elemento de la meditación. Además, hacia la adolescencia, se puede ir proponiendo una concentración en algún tema (puede ser una cualidad espiritual). A partir de los 25 años hasta los 50 ya entras en el periodo central de la vida en el que vas introduciéndote más en la meditación para, a partir de los 50 años, que sea muy breve āsana y prānāyāma, y predomine la meditación. Porque ya estas preparándote para volver a casa…

Yo doy clases a niñas de 3º y 4º de la ESO y funciona muy bien de esa manera, pero siempre contemplando la meditación como concentración. Porque la meditación que propone Patañjali no es la vipassana que proponen los budistas…

¿Cómo describirías la diferencia entre la meditación que propone Patañjali y la meditación budista?

Bueno yo he hecho meditación vipassana, light afortunamente, porque para una persona occidental que no es un monje budista esos retiros de 10 días me parecen droga dura. Pero, bueno, sé que se hacen mucho.

A mí me parece muchísimo más eficaz, a la hora de no engañarte a ti mismo y clarificar tu mente de verdad para que el espíritu brote, la meditación que propone Patañjatali. Las demás tienen un componente “religioso” y han nacido en un ámbito monacal. Entonces, si yo no estoy acostumbrada desde niña a estar sentada con la espalda recta y que un maestro me dé cariñosamente en la cabeza con una vara de bambú, pues a lo mejor permanecer 45 minutos o una hora en esa postura es un tour de force que está haciendo más por mi ego y por mi sensación de propio poderío que por la sensación de abandono al infinito y la aceptación de mis límites.

El objeto de tu concentración puede ser en tu alma, en purusa (literalmente, “el que duerme dentro del pueblo”) o simplemente en la ternura, si crees que lo necesitas, o en la relación con tu pareja si requiere tu atención… o incluso en el estudio de los yogasūtra (ríe).

Te has preparado durante media hora o más con āsana y respiración que van haciendo que tu estado de dispersión se rebaje. Y cuando ya estás tranquilo, te diriges a ese tema, a esa relación que quieres mejorar o esa cualidad que quieres tener, pero durante cinco o diez minutos.  Al principio te vienen ideas y frases preconcebidas, pero al cabo de día tras día llega un momento en el que la mente deja de hablar con palabras y se instala en ti algo que tiene que ver con la esencia de esa cualidad o tema en el que estabas concentrándote, de repente lo ves, lo haces tuyo, lo comprendes. Eso es lo que se llama dhyāna, y lo que normalmente se entiende como meditación, que en realidad llega en ese momento. Y, al cabo del tiempo, si te fundes con aquello en lo que meditas y «eres» esa cualidad o ese tema, eso es samādhi.

Esta concentración-meditación es mucho menos mentirosa, porque la otra se presta a fantasear, a confundirme con mis expectativas.

La meditación vipassana como droga dura puede plantearse como una huida y una dependencia, más que como una auténtica liberación…

Sí, conozco a personas que tras varios días comiendo escasamente y condenadas a estar concentradas horas y horas, han tenido momentos de alarma y de miedos, porque además se suele ir a estos retiros cuando uno se encuentra peor, cosa que no se debe hacer.

Hay gran confusión en este “hipermercado espiritual” que se ha puesto de moda en los países occidentales. ¿Cómo guiarnos entre toda la oferta de cursos, técnicas, retiros, etc., para distinguir el grano de la paja?

Yo no lo sé, eso es cosa de cada uno. Yo puedo contaros lo que yo he hecho. Primero, no dirigirme a cosas excesivamente caras, porque el yoga como actitud propone sobriedad. Luego intento que el yoga no se mezcle con otras cosas como el deporte, la sexualidad, el glamour, o incluso otro tipo de enseñanzas espirituales. Si lo que yo quiero es profundizar en el yoga, prefiero cavar un pozo de 20 metros, no 20 pozos de un metro. En general, dejo a un lado aquello que puede ser interesado.

¿Qué razones les daríamos a los practicantes que van a su clase semanal de yoga por las que estudiar un curso de Yogasūtra?

Para que les cundiese su práctica, para que rindiese todo su valor el trabajo que hacen de āsana. Hay quienes dice que van a clase de yoga desde hace 20 años, pero ¿ha cambiado tu vida sustancialmente?, ¿sigues enfadado con tu cuñada?, ¿sí? Pues entonces no te está aprovechando. El Yogasūtra hace que ese āsana y prānāyāma que practicas lo hagas con un sentido. Y al final, dejarás de sentir enfado por tu cuñada.

Conoce el funcionamiento y el método en la web:

http://yogasutraonline.es/