Muchas personas tenemos una parte nuestra que no se pudo expresar tal cual es en la infancia y todavía tiene la esperanza de que la escuchen y le faciliten lo que no tuvo en su momento: el amor incondicional que todos necesitamos para crecer y desarrollarnos. Es nuestro niño interior. De cómo reconciliarnos con él nos habla la psicóloga Victoria Cadarso.
Victoria Cadarso es psicóloga y psicoterapeuta, especialista en Psicología Energética y fundadora del centro Victoria Cadarso Team de Madrid. Ha escrito Las emociones ¿adelgazan o engordan?, Destapa tu olla estrés, Botiquín para un corazón roto y, el último que acaba de presentar, Abraza a tu niño interior: nunca es tarde para sanar tu infancia.
¿Quién es nuestro niño interior?
Nuestro niño interior representa tres partes de nuestro ser: nuestro auténtico ser, nuestro niño interior herido que se protege mostrando un falso ser, y el arquetipo de todo lo que podemos llegar a ser o nuestro niño interior divino. Estas tres partes conviven dentro de nosotros como partes diferenciadas e inconexas y el proceso de convertirnos en personas maduras pasa porque abracemos estas tres partes y se puedan fusionar en una, dejando atrás el dolor y las limitaciones de no habernos podido manifestar como en realidad somos.
¿Tan torpes somos dando amor cuando somos padres?
Los padres tienen que saber que los niños necesitan atención plena (mindfulness), aunque sea un ratito al día, que eso luego lo internalizan y lo llevan dentro como figura de apoyo aunque no estén todo el tiempo en interacción contigo. Necesitan sentirse aceptados, apreciados, que les digamos que les queremos y que son importantes para nosotros. No quiero culpabilizar a nadie, pero tenemos que conocer las necesidades de nuestros hijos, y no solo de cuidados materiales. Porque solucionar un problema psicológico o un trauma de mayores es muchísimo más difícil.
¿Y qué necesidades afectivas tienen los niños?
Hay que darles amor incondicional. Se trata de prestarles atención, de mostrarles aprecio, afecto, de escucharles (los niños tienen cosas que decir y no son tonterías), de tocarles, de regularles…
¿Regularles?
Los niños pequeños no saben autoregularse, y cuando han acumulado muchas emociones, los pobres no saben qué hacer con ellas. El cuerpo tiene un mecanismo para reprimir o para disociar lo que no puede asimilar. Si se reprime, es un trauma que se queda como en una cápsula que se activa en momentos semejantes.
Si el niño no tiene al lado a un adulto que le diga “cuéntame lo que te pasa”, que le hable, que le ayude a autoregularse, ese cúmulo de emociones actuará como si se tratara de una botella de champán cuando la agitas: saltará en el momento más inesperado. Por eso los niños a veces tienen esas pataletas o esa hiperactivación descontrolada.
Cuando un niño está súperactivado, no se puede concentrar en clase. Y el fondo de todo eso son las emociones, que le están causando una sensación de impotencia, de no control. No sabe cómo quitárselo, lo único que le apetece es pegar, saltar, gritar… Mucha gente se cree que los niños no tienen estrés, y sin embargo tienen más estrés que los adultos porque poseen menos mecanismos de regulación. Entre otras cosas porque no se les ha desarrollado el neocórtex central, que es el que ayuda a regular las emociones.
Lo explica muy bien el psiquiatra Daniel Siegal: cuando estamos relajados, respirando, en contacto con nuestro cuerpo, estamos estupendamente. Pero cuando estamos con tensiones, se desconecta el neocórtex central y funcionamos como los animales: emoción-reacción, emoción-reacción. No podemos reflexionar cuando estamos súperactivados. Y es que en el neocórtex central residen la atención, la concentración, la retención y la memoria. Cuando dice alguien que tiene memoria de pez es porque está estresado.
Lo cognitivo falla…
Eso es. Hay psicólogos que dicen que los pensamientos regulan las emociones, y es un error. Eso sucede cuando tú estás relajado, pero cuando el nivel de estrés es muy alto, las emociones dominan a los pensamientos porque estamos en modo supervivencia, y lo cognitivo se desconecta. Incluso si el nivel de estrés es todavía más alto, te desmayas.
Un médico especialista en trauma, el Dr. Van der Kolk, está haciendo unos estudios muy importantes sobre estrés postraumático en niños y cómo les afecta al desarrollo. Dice que las bases de la personalidad se forman antes de los siete años, como resultado de las experiencias que vamos teniendo que generan emociones, y que esas emociones nos las tenemos que explicar de alguna manera. Pero hay que tener en cuenta que le cerebro no está totalmente desarrollado hasta los 12 años. No se puede pedir que un niño de 5 años pueda razonar lo que le está pasando. El pensamiento autoreflexivo y la abstracción empiezan a partir de los 12 años.
Si no estamos ayudando a los niños a autoregularse, a que se sientan seguros e importantes para nosotros, estamos creando una sociedad en la que los niños se han aprendido a relacionarse con las consolas y los ordenadores pero no socialmente, porque no han tenido contacto personal casi ni con sus padres.
¿Así se desarrolla el niño interior herido?
Sí, mi auténtico ser queda sin expresarse porque para adaptarme a la sociedad en la que me ha tocado nacer y al entorno familiar siento que tengo que dejar de ser yo para ser lo que los demás quieren que sea. Y mi auténtico ser interior se queda rezagado. Entonces surge un niño interior herido que aguanta todo el dolor de no poder manifestar su autenticidad. Mediante la adaptación hace lo que puede, pero se va tragando emociones, disgustos, miedos, tristezas, ira. Todo eso es lo que forma un caldo de cultivo que está de fondo y que se traduce en ansiedad y estrés.
Hay otro niño interior que es el arquetipo, el que está en todas las religiones: Jesús, Moisés, ese niño interior divino que todos tenemos dentro y que está conectado con la Fuente y viene a dar esperanza, generosidad, amor.
¿Qué propones en tu libro Abraza a tu niño interior para sanar ese proceso?
Cuando tenemos una crisis nos cuestionamos: ¿cómo he llegado yo hasta aquí?, ¿qué he hecho yo con mi vida? Entonces ese es el momento de volver atrás y entender qué ha sucedido con tu niño interior y aceptarlo (en vez de juzgarlo y criticarlo), para poder reconciliarte, perdonar, asimilar, hacer el duelo, y soltar todo el dolor que se ha quedado ahí dentro. Perdonar es aceptar que te ha pasado lo que te ha pasado y desapegarte de la idea de que las cosas tienen que ser como tú quieres.
Las cualidades del amor son: atención, aceptación, aprecio, apego, afecto, amistad, ánimo, admiración, respeto… Son todas cualidades que tú hubieras necesitado tener en relación con los otros, y si has carecido de alguna tienes una falta en las necesidades relacionales. Estas necesidades son tan importantes como comer y beber porque los humanos somos seres en relación. En mi libro invito a los lectores a preguntarse en qué grado han contado con esas cualidades, porque eso va a determinar qué estructura defensiva o coraza se han construido para lidiar con lo que les ha faltado.
¿Y cómo se superan esas carencias?
Después de entender ese proceso y de aceptarlo, llega la tercera fase, que es la de transformación. ¿No te han dado el amor que necesitabas? Pues no vayas implorándolo por ahí porque te volverás codependiente. Créate un adulto amoroso tú mismo que sabe qué le faltó y dáselo tú a tu niño interior. Así autoregularás tus emociones imaginando que tienes un niño interior que expresa lo que tu ser adulto no puede expresar. Y propongo unas meditaciones (que están el libro y en la web) para volver a conectar con ese niño interior y sanarlo.
Finalmente, la vida es un camino de autoconocimiento…
Sí, es volver a conectar con la Fuente, con esa chispa divina que te conecta a su vez con el Todo, como dice el yoga. Y la Fuente no está ahí fuera; está dentro de uno mismo. Así que cuando empiezas a conocerte a ti mismo, a aceptarte, terminas aceptando a todo el mundo. Nos comportamos hacia fuera como nos vivimos hacia dentro. Si tú eres amable, amoroso y aceptador de ti, vas a poder serlo con los de fuera.
¿Crees que el yoga puede ayudar también a sanar a nuestro niño interior herido?
Los nuevos estudios sobre el trauma están teniendo en cuenta el cuerpo, algo que los psicólogos han olvidado durante mucho tiempo. Por fin se empieza a considerar el yoga como herramienta para regular el sistema nervioso y el ponerse en contacto con el cuerpo, porque es en él donde está la memoria traumática. Y también se está utilizando el yoga como elemento de autoregulación en terapias para procesar el trauma porque es un modo de regular las emociones y el organismo.
Ahora se habla de procesamiento de cuerpo hacia arriba, no de cabeza hacia abajo, que era el sentido de todas las terapias anteriores, pensamiento, pensamiento, pensamiento. No señor: la memoria emocional está en el cuerpo, y hay que moverla desde el cuerpo, y no solo desde la cabeza. Llevo diciéndolo años: en psicología también hay que integra lo mental y lo corporal.
Taller Abraza a tu niño interior
Residencial verano, del 12 al 16 de julio
Impartido por Victoria Cadarso
Más información: http://www.victoriacadarso.com/ y http://www.itiee.org/