Amable Díaz es bien conocida en la comunidad del Yoga en España y en Europa. Tan entregada a su trabajo de formadora de profesores de Yoga como al ejercicio de la psicología clínica, 40 años de práctica avalan sus interesantes respuestas en esta entrevista.
Es profesora de la Asociación Española de Prácticantes de Yoga (AEPY) desde 1983, y formadora de profesores en su centro de Madrid, Patanjali, desde 1995. Discípula de Eva Ruchpaul, conocedora de las enseñanzas de B.K.S. Iyengar y de André Van Lysebeth. Psicóloga clínica en ejercicio. Expresidenta de la AEPY y expresidenta, durante cuatro años, de la comisión pedagógica de la Asociación Europea de Yoga (UEY).
¿La práctica es la que nos enseña?
No diría yo tanto, porque hay que tener un conocimiento del objetivo final, pues si no te quedas limitado a la práctica: hago mucha postura, respiro mucho, pero no se mucho hacia dónde voy. El Yoga es una disciplina que nos reporta beneficios a largo y a corto plazo. Los de corto plazo tienen que ver con la ejecución de los asanas, de la respiración, de la relajación, de las visualizaciones… Pero el beneficio a largo plazo es trascender el yo, trascender los sentidos, desarrollar en nosotros una percepción que nos permita conocer la realidad intangible. Podemos estar motivados a ello o no, pero el objetivo final del Yoga es ese.
¿Qué aporta el Yoga a la Psicología y viceversa?
La Psicología es una ciencia; el Yoga, un sistema filosófico o metafísico. Yo no suelo mezclar; hago terapia individual y hago Yoga. Pero como en el Yoga hay una parte aplicada, muchos de mis pacientes vienen a clases de Yoga para aprender a respirar, a relajarse. Pero Yoga y Psicología son sistemas cerrados y tienen sus propias respuestas. Dicho esto, como el Yoga es muy rico, lo que sí hago ahora es seleccionar técnicas yóguicas específicas (posturas, tipos de relajación, etc.) para casos de ansiedad o casos de depresión.
También he participado en grupos de trabajo del Colegio de Psicólogos sobre psicología y meditación. Pero la meditación es la parte más difícil del Yoga; uno tiene que haber hecho un trabajo previo: el cuerpo no te puede molestar, debes poder concentrarte con mucha facilidad… Porque meditar es colocarte en una determinada situación para conocer aquello que no puedes captar ni con la mente racional ni con los sentidos. Entonces, en grupos de trabajo de ese tipo yo no me encontraba cómoda. Me daba un poco de reparo intentar adaptar unas técnicas milenarias para darles un ajuste terapéutico que las podría desvirtuar.
¿No es aconsejable practicar Yoga cuando se está recibiendo psicoterapia?
Lo que he ido constatando es que hay personas que tienen un problema diagnosticado, hacen Yoga y mejoran; pero el Yoga puede estar camuflando su problema. Y aunque que durante un tiempo esas personas estén bien, el problema volverá a aparecer. Por eso, cuando viene un paciente a consulta le indico que no practique Yoga antes ni el mismo día, porque el Yoga le va a serenar, y va a ser muy difícil hacer un trabajo psicológico. Después de la terapia, algo se ha movido, y tampoco se trata de ir a relajarse, sino de dejar que esos contenidos emerjan a la conciencia y confrontarse con ellos.
Es decir, si tengo un conflicto psicológico, mejor que no lo trate de resolver meditando…
Es curioso, pero hay determinadas técnicas que es como si tuvieran un resorte de protección. Si tú quieres resolver un problema psicológico meditando, no vas a entrar en meditación, porque te situarías desde el yo. La búsqueda de conocimiento de una realidad ilimitada no tiene que ver con cómo se siente el yo; es un conocimiento que te trasciende, y ahí puedes meditar. Dentro de la complejidad de la meditación, hay palabras que tienen que ver con el yo, con los sentidos, con el mundo, que no debemos ni emplear, porque nos retiran del estado meditativo. Lo otro, intentar resolver un problema, puede ser concentración, visualización, relajación, pero no es meditación.
Las técnicas milenarias del Yoga, ¿han de respetarse por ser una herencia recibida o hay una razón más profunda?
Yo he comprobado a lo largo del tiempo que esas técnicas milenarias son muy eficaces aplicadas tal cual nos las han transmitido. Dicho esto, reconozco que la formación psicológica me ha ayudado a comprender mejor para qué sirven y cómo emplear esas técnicas. Hay que entenderlo, porque si no los profesores nos convertimos en meros transmisores: a mí me han dicho que esto se hace así y yo lo hago igual. Y a veces se cae en el anacronismo. Yo tengo muchas expectativas respecto al Yoga pero no ahora, sino en un futuro, cuando sea reconocido oficialmente y se pueda hacer alguna investigación experimental sobre técnicas de Yoga y lo que aportan en lo psíquico, en lo mental. Pero hoy por hoy todavía no estamos ahí.
¿Dónde pones el acento cuando enseñas?
En la corrección anatómica siempre; lo primero que tenemos que intentar es no hacer daño a las personas que vienen a practicar, y para ello hay que tener una buena formación en anatomía, que no siempre se da. También sucede que hay muchas escuelas que ponen tanto el acento en lo físico que no salen de ahí; mucho corregir, mucho ajuste, pero no dan el paso a otros niveles. Yo trabajo las posturas, soy exigente, y me gusta que mis alumnos de formación conozcan los puntos esenciales a partir de los cuales se hace la postura, y también lo que va a aportar cada asana en el plano físico, en el plano, mental, en el energético, en el espiritual… Pero para que la postura dé todo ese rendimiento quizás haya que añadir un mudra, un elemento de concentración…
Yo creo en un trabajo que sea ya, desde el comienzo, un estado de Yoga, en vez de hacer un trabajo físico por un lado, los mudras por otro, meditación por otro. De hecho, el Hatha Yoga Pradipika indica esa integración: la postura, el mudra, los nadhis, los chakras… Y eso lo podemos hacer por la experiencia que tenemos muchos profesores, que llevamos años y años trabajando el Yoga.
¿Qué consecuencias tiene para los practicantes esa integración?
Les vas preparando para que puedan alcanzar un estado de meditación, que sería el último objetivo del Yoga. Y ya no hablo de iluminación, pero por lo menos de un estado meditativo que nos permita desarrollar esa parte que hay en nosotros que es intangible, ilimitada, que es difícil de perseguir pero que está ahí. Y si nosotros estamos siempre en las preocupaciones del yo, de los sentidos, de todo lo que nos rodea, pues no hay evolución ni transformación. Si se quiere progresar en Yoga, no puedes estar siempre pendiente de la postura. Pero hay muchas técnicas que, añadidas a la postura, generan ese cambio que es muy gratificante.
¿Cómo describe ese cambio?
El agua puede manifestarse en vapor, pero lo que existe es el agua. Nosotros somos transmisores de vida, pero la vida es. Somos una manifestación de vida con una serie de características, pero en realidad no existimos de verdad porque vamos a desaparecer. El Yoga nos llevaría a ese conocimiento que si llegásemos a percibir y a adherirnos a él, sí que transformaría nuestra vida, porque ya no le daríamos más importancia a todo lo que tiene que ver con el yo, con lo cotidiano. Nos enraizaríamos en una realidad que es eterna.
La crisis de valores que vivimos, ¿cómo afecta al Yoga?
De una forma un poco encubierta, al Yoga le está influyendo el abandono de la espiritualidad. Hay gente que no lo quiere reconocer, pero el ser humano necesita tener al día, diría yo, su parte espiritual. Y cuando eso no se lleva a cabo, hay derivas hacia la desadaptación o la autodestrucción, por falta de metas.
¿Qué es lo que te gusta menos de cómo se enseña el Yoga?
Hay gente que huye de la sociedad occidental a través del Yoga, para liberarse de los condicionamientos de nuestra cultura. Pero el Yoga hecho de una cierta manera también te puede condicionar, y eso es lo que yo no quiero, no quiero condicionarme al modo de otra cultura. En el ámbito del Yoga veo muchas rigideces y muchos condicionamientos. Comprendo que el profesor de Yoga hace lo que puede, y no se le debe pedir que tenga dos o tres formaciones; yo tengo la suerte de tenerla y veo que muy a menudo se cambia un condicionamiento por otro, y eso no es evolución, sino encerrarse en otra jaula.
¿Qué sería lo deseable?
Para desarrollarnos como individuo tenemos que pasar por una serie de aprendizajes, y eso nos va a condicionar inevitablemente. Pero una vez que ya nos hemos desarrollado, se trataría de descondicionarnos lo más posible; no salir de los condicionamientos de una cultura para meternos en los de otra. Yo constato que hay muchas escuelas que tienen mucho camino que hacer para llegar a ese estado de liberación (Kaivalya en el sistema Yoga; Moksa en el sistema Vedanta), y lo que hacen es condicionar a tope. Eso sería para mí una cuestión muy importante: el Yoga tiene ayudarnos a alcanzar lo más que podamos una LIBERTAD con mayúsculas.
Para nosotros no resulta fácil desde lo limitado conocer lo ilimitado, pero el Vedanta Advaita está en esa búsqueda. Podemos decir que es tan difícil que por qué intentarlo, pero yo creo que hay aspiraciones en nosotros de llegar a esa realidad ilimitada. Y cuando la alcanzamos o simplemente llegamos a un descondicionamiento, nos sentimos bien. Pues eso es lo que hay que trabajar.
Un trabajo para toda una vida…
Más que una vida. Pero vas teniendo experiencias que rebasan el yo, y son tan gratificantes que te hacen continuar en esa línea. Además, son experiencias que no dependen de lo simpático que uno puede caer a los demás, de si tienes esto o aquello; son vivencias que solo podemos experimentar a partir de realidades más profundas. Desde el yo, puedo estar contenta, y desde el ser, o desde la realidad profunda, siento plenitud, libertad. Todo eso con el Yoga podemos llegar a percibirlo mucho mejor.
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