Historias para compartir: «El cáncer y el yoga salvaron mi vida»

2018-01-30

Compartimos el artículo publicado por el periódico La Voz de Galicia: «El cáncer no vino a mi vida a matarme, sino a salvarme», cuenta Soraya Bouza, que se hizo profesora de yoga tras comprobar los beneficios de la disciplina en la lucha contra la enfermedad. Escribe Beatriz Antón, foto de César Toimil.

Foto: César Toimil

A Soraya Bouza no hay que ir a buscarla. Es ella la que recurre al periódico porque quiere contar su historia y transmitir un mensaje de esperanza. «El cáncer no siempre significa muerte, también se puede superar y, en todo ese proceso, el yoga puede ser un gran aliado», cuenta esta naronesa que se convirtió en profesora de la disciplina originaria de la India tras recurrir a ella para pelear con más ímpetu y menos agobios contra la enfermedad.

Soraya asegura que el cáncer y el yoga le cambiaron la vida, hasta el punto de convertirla en una persona totalmente diferente de la que era antes. Pero para explicar bien esa metamorfosis hay que remontarse a enero del 2016, cuando, a sus 48 años y tras notarse un pequeño bulto en el pecho, se topó con un diagnóstico que ya se temía. Tenía cáncer de mama y metástasis en los ganglios de la axila. «Enseguida comenzaron con la quimioterapia, después me extirparon el tumor y los ganglios y a continuación me sometí a radioterapia», cuenta Soraya, que hoy está recuperada, aunque todavía debe seguir sometiéndose a un tratamiento de hormonoterapia.

Todo ese proceso de lucha contra la dolencia se prolongó durante varios meses y, para hacerle frente, Soraya decidió recurrir al yoga. «Antes de caer enferma ya lo había probado y pensé que podría venirme bien», cuenta sonriente. Por eso, nada más recibir la primera sesión de quimioterapia, decidió comenzar. Primero en el centro Chandra de Ferrol. Y después en la escuela Ashtanga Yoga que comanda Ana Balboa en la calle Alcalde Usero.

Las clases no tardaron en hacer sus efectos. Como afirman varios estudios científicos, el yoga consiguió reducir la ansiedad y el cansancio de Soraya, convirtiéndola al mismo tiempo en una mujer más fuerte y ayudándola a aceptar la enfermedad. Y eso, unido a un cambio radical en la alimentación -que la llevó a decir adiós a la comida basura y llenar la despensa de legumbres, frutas, verduras y pescados- hizo de ella otra persona. «Ahora me siento agradecida de haber tenido esta enfermedad, porque me ha dado una lección de vida. El cáncer no vino a mi vida a matarme, sino a salvarme. Antes me estresaba por todo, me agobiaba por todo y siempre estaba pensando en el pasado, culpabilizando a los demás de todos mis problemas, pero la enfermedad y el yoga me han enseñado a vivir el presente y a quererme más», dice Soraya.

Además, la práctica también supuso un cambio en su vida laboral. Animada por una de sus maestras, el verano pasado decidió poner rumbo a la localidad india de Rishikesh, la cuna del yoga, donde asistió a un curso de formación de profesores de la disciplina. Y ahora compagina su trabajo de teleoperadora en A Coruña con su puesto de profesora en el centro Ashtanga Yoga de Ferrol. «Me gusta mucho recibir clases, pero también disfruto dándolas, porque siento que con ellas ayudo a los demás».

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