El consejo nunca dado

2014-01-02

En una ocasión oí al Swami Rudradev decir que hay un sloka (verso) en los Yoga Sutras de Patanjali que pocas personas ven. Del mismo modo que hay una vértebra más en la espina dorsal que no aparece en las radiografías y que pocos conocen. Escribe Joaquín G. Weil. Foto: Esther Frates. En la imagen, la profesora de yoga Gemma Lara, de Marbella.

Yoga Sala

Este swami barbudo de Rishikesh se expresa todavía en aquel lenguaje misterioso parecido al de los viejos tratados de yoga, que tan evocador nos resulta.

La idea de un libro leído por millones de personas que contiene una enseñanza oculta para la mayoría, en verdad no difiere de lo que ocurre con el mundo todo y con la realidad misma, donde sólo los más sabios aciertan a comprender aspectos desconocidos para el común de las personas. Desde hace años considero que todos los secretos y misterios de nuestra existencia y del Universo han sido desvelados. Sólo ocurre que, aunque los santos, sabios y maestros los griten abiertamente en la plaza pública, sin embargo, para casi todos permanecen inaudibles.

Por eso conviene sintonizarnos con el conocimiento profundo, tal vez a través de la práctica del yoga y la meditación, para así conectarnos con la emisora que desvela los arcanos.

Aparte de nuestro ajuste fino con el conocimiento, existe también el factor de nuestro carácter, más propenso a prestar oídos a unas verdades que a otras. Aunque en principio pueda parecer lo contrario, suele ocurrir que los discursos que predican el esfuerzo, el sudor y la sangre, el «no pain, no gain» (sin dolor no hay ganancia), suele encontrar oídos abonados. También abundan los mapas para salirse de situaciones de caos psicológico, de miseria emocional, de la confusión de la mente, etc. ¿Por qué? Porque las personas que transitan alguna zozobra, basta que escuchen estos términos, para que acudan como mariposillas a la luz, como salidas desde una caverna.

Voluntad no es voluntarismo

En el reparto de papeles escénicos, dramatis personae, como los puestos de profetas del sudor y la sangre ya estaban ocupados, debido a mi complexión sureña, como escritor y profesor de yoga no me quedaba otra opción que recordar el famoso (no el oculto) sloka de Patanjali: sthira sukham asanam. Mis alumnos, lectores y amigos lo tienen más difícil, pues el de la comodidad (a través de la firmeza) es el camino hacia el conocimiento. Y para alcanzar el conocimiento es necesaria la valentía. Una función que necesariamente ha de poseer el yoga es liberarnos de los hábitos mentales, por ejemplo, escapar de la falsa creencia de que la voluntad es voluntarismo, expresado en el giro idiomático «apretar los dientes y…». Ergo: para liberar la respiración, liberarse del voluntarismo. La virtud del yoga (además de la sensatez) no es tanto la voluntad como la determinación, que antepone el mantra como objetivo: adoptar la relajación como única vía posible hacia la relajación. Y que no hay nada que ganar, porque ya todo está atesorado en nuestros adentros (esto es el Atman). Y, por supuesto, el dolor es una sensación burda, inevitable y nada sutil, sólo en contraposición y a ratos esclarecedera. La concentración en el dolor, tantas veces sugerida en los libros de pretendida sabiduría, es un empeño banal y bruto. Lo que hay que observar es la sensación básica (y verdadera) oculta bajo el dolor.

Para finalizar este texto, probemos a escribir una vez más el consejo nunca dado (es decir, pocas veces escuchado o leído): «Obsérvate en los estados de placidez, de bienestar, de alegría, de tranquilidad, medítate en esos estados de contento». ¿Cómo es entonces tu respiración, si larga, libre, tranquila y fluida? ¿Cuáles son las sensaciones físicas que, como respuesta a tu mente serena, te devuelve tu cuerpo? Ida y pingala, aunadas en sushumna.

Como los claros de nubes que nos alumbran en los días oscuros del invierno y hasta provocan arcoíris en el cielo, así nuestros mejores momentos son garantes de nuestras potencias de sabiduría. Según asevera la cosmogonía búdica, sólo en el ser humano es posible la iluminación. ¿Por qué? Debido a que ni los seres infernales sumidos en el sufrimiento perpetuo tenían un rato de alivio para levantar la cabeza y alcanzar algo de luz. Ni los seres celestes y divinos tenían necesidad de conocer o replantearse nada, pues vivían en los más deleitosos paraísos. Sólo puede alcanzar el esclarecimiento el ser humano, que inevitablemente encuentra el sufrimiento, pero que necesita, busca y obtiene también sus ratos de cielo, de remanso y de respiro.

Si la práctica del yoga ha de servir para algo es para dotarnos de más flexibilidad respecto a los preconceptos tan falsos como recurrentes: por ejemplo considerar que la felicidad necesariamente debe ser inconsciente, embriagada y aturdida. Sólo la observación consciente y plena, la atención fina y ecuánime, de nuestros mejores momentos de amistad, alegría, contento, placidez y bienestar, puede traernos la necesaria luz para elevarnos en un nuevo giro hacia arriba, enseñarnos a manejar nuestros ratos no tan buenos y, en suma, alcanzar un mayor grado hacia la sabiduría.

Confío en que estos consejos no corran la misma suerte que el verso oculto de los Yoga Sutras, y al menos alguien acierte a leerlos.

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

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