Cuidados espirituales para un cuerpo dolorido

2015-06-15

En una ocasión llegó a mis clases de yoga una veinteañera con problemas de respiración, entre otros. Al cabo de varios meses de práctica asidua, cuando había mejorado notablemente su respiración y se había reestablecido de otras dolencias, un día la vi fumando por la calle. Escribe Joaquín G. Weil. Foto Quinoal. (En la imagen, Toni Oterio y Joaquín G Weil).

Cuerpos doloridos

Me dijo: «Estoy empezando a fumar por primera vez en mi vida». Como pueden imaginar los sagaces lectores, se me abrió la boca hasta dar con la mandíbula inferior en el empedrado. «Pero… ¿tu quieres curararte? Respóndeme, por favor, y respóndete a la pregunta: ¿Quieres respirar mejor, curarte, ganar energía y, en resumidas cuentas, vivir mejor?», acerté a preguntarle una vez que conseguí articular palabra.

Como decía un conocido mío, maestro de lo suyo: «Existen las enfermedades causadas por la mente, y luego están las psicofísicas».

Que las diferentes dolencias tienen o pueden tener un origen emocional es algo que arroja varios miles de resultados en las búsquedas de la web. Como nos encanta la magia, pues pensamos mayormente que esto se produce sólo por el efecto placebo o nocebo (que es el placebo vuelto del revés). Como cuando el doctor le dice al paciente que tiene cáncer, y lo mata al poco rato del propio susto que le propina. «Uy, usted perdone, que le he leído el diagnóstico del paciente de al lado». Y el paciente de al lado, como nunca supo que tenía lo que decían que tenía, siguió viviendo tan campante sus buenos años. Esto parece un chiste, pero es un remendado con retales de varias historias verídicas.

Lo que sí es un chiste (y lo siento por los lectores que lo conozcan) es aquel en que una señora se encuentra una lámpara maravillosa. La frota con la esquina de su foulard y le aparece el consabido genio: «Te concedo un deseo».

–¿Pero no eran tres? –pregunta la señora.

–Eso es en los cuentos –responde el genio–. En la realidad es sólo uno.

–Bueno pues entonces… No enfermar nunca –decide la buena señora.

Y la hizo autónoma. Lo cual demuestra el poder de la mente sobre el cuerpo. Hasta aquí el chiste; la verdad es que, más que no enfermarse nunca, lo que a partir de entonces hizo la señora es esperarse a los fines de semana y vacaciones para pillar la gripe o la gastroenteritis.

Eso me pasó a mí mismo hace poco. Un fin de semana decidí estár con gripe tendido boca arriba mirando el infinito durante horas sin cuento. Llegó un amigo y me dijo: «Tengo aquí un remedio milagroso que te cura de la gripe en un periquete». «No, gracias, y perdona; yo también quiero pasar una gripe tranquilamente tendido boca arriba como todo el mundo. También tengo derecho»,

Así de paradójicos somos los seres humanos: resolvemos en el cuerpo lo que no somos todavía capaces de resolver en el alma.

Vademecun yóguicos

Pero la verdadera y gran paradoja es que, cuanto más progresan espiritualmente las almas, tanto más cuidan su cuerpo. Por el contrario, el materialismo descuida el templo físico del ánima a base de sedentarismo, toxinas y alimentos tales como el lomo de orza, por no hablar de las gachupetas indigestas de las franquicias.

Esto lo digo, sobre todo, porque, como es lógico, el efecto enfermador o curador del alma sobre la mente se obra mayormente a través de parte interpuesta. Me explico y lo diré en positivo: cuando las personas comienzan a vislumbrar vagamente que son almas y no meros armatostes biomecánicos regidos por el más y el menos del placer y el dolor, entonces empiezan a acercarse como mariposas nocturnas hacia la luz. Y no tardan en probar y probarse con el yoga, la meditación, las lecturas sabias y cualquier otro medio de progreso, y de ahí hacia una dieta y unos hábitos sensatos de vida.

Asisto un tanto asombrado y divertido a todos esos vademecum yóguicos en los que, como píldoras de yoga, se recomienda tal o cual ejercicio o postura para tal o cual dolencia, generalmente la postura que menos se te apetecería hacer en esos casos. El apotegma de la práctica de las asanas es: las asanas que menos te gustan son precisamente las que más te convienen. Por eso te convienen, porque afrontan los síntomas de tu dolencia, y por eso no te gustan. Es como la cura de enfermería, que te trastea de yodo, agua oxigenada y algodón sobre la herida abierta.

Todos esos vademecum yóguicos, así como los cientos de estudios científicos que prueban los beneficios del yoga y la meditación, son sobre todo la pleitesía que estas disciplinas tienen que rendir ante ese otro chamanismo imperante de batín blanco, como distintivo de plumas antiguas, o abracadabras de latinajos o griegajos extraños, y objetos mistéricos como la placa o el CD de eco y radiografías donde uno no distingue más que manchas, pero son en parte como las vísceras del animal sacrificado por el auríspice donde se lee pasado, presente y futuro.

Es como en las viejas películas de exploradores y tarzanes, cuando el brujo de la tribu pretendía curar el alma de los enfermos con sus cantos, danzas y sahumerios, y llegaba el médico blanco: «Quita para allá, que traigo aquí el bisturí y el antibiótico». Igual llega un momento en la vida de todo profesor de yoga en que tiene que decidir si quiere convertirse en el neochamán de batín blanco y latinajo anatómico, o se conforma con ser el viejo brujo de la tribu a quienes ya pocos hacen caso en su empeño por sanar el alma del doliente.

La palabra ‘holístico’, viene del término griego que significa «todo» o «totalidad», emparentado con el inglés «whole«. A veces, a quien me dice que le duele aquí o allá y qué puede hacer, suelo responder: «Practica yoga». Y si se empeña todavía en saber qué ejercicio en particular, le respondo: «Todo el yoga». Porque el yoga es holístico, o sea, va hacia el alma.

En un cuerpo lleno de energía y una conciencia plena de luz, no cabe la dolencia. El divino Prana-Shakti cura. Y «curar» significa «cuidar» no sólo en latín sino en castellano viejo.

Como viejo brujo de la tribu, mis danzas son las secuencias de yogasanas, mis sahumerios son los del incienso, y mis cantos el mantra salutífero: «Quiero curarme, quiero estar bien, quiero mayor alegría, felicidad y energía, quiero una vida más plena, quiero salud corporal y claridad mental, quiero vivir mejor.»

Repite este canto y baila esta sublime danza si quieres sanarte, si quieres aliviar tu mente y tu cuerpo doloridos. Te aseguro con total firmeza y confianza que, cuando menos, algo de bien te hará.

El domingo 21 de junio, con ocasión del Día Internacional del Yoga, celebramos un seminario formativo titulado: «Dolores de espalda, curación física y espiritual», junto con nuestros amigos el neurocientífico Dr. Antonio Alcalá Malavé y el quiropráctico y fisioterapeuta colegiado Dr. José de San Juan, para enfocar el asunto del cuidado de la espalda desde estos tres puntos de vista: yoga, neurociencia e hipnosis regresiva y quiropráctica.

http://yogasala.blogspot.com.es/2015/06/dolores-de-espalda-curacion-fisica-y.html

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

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