La peligrosa adicción a la adrenalina

2019-09-30

En nuestro mundo contemporáneo se volvió algo normal ponerse en situaciones que provoquen emociones intensas. Como una manera de sentirnos «más vivos” vamos buscando esa sensación única que es la inyección de adrenalina natural en el cuerpo. Pero, cuidado, el abuso de esa práctica puede causar daños irreparables en nuestro organismo. Escribe Pablo Rego.

Frases como “la adrenalina te hace feliz”, “conéctate con tu adrenalina” o “me encanta la adrenalina” se van naturalizando y llegan a leerse o escucharse como recursos publicitarios para atraer a las personas hacia la actividad física intensa o hacia la práctica de actividades de riesgo. Si bien es cierto que la adrenalina puede sacarnos de una situación de letargo o sedentarismo, el estilo de vida actual combina malamente el sedentarismo físico con el estrés y este último es un gran productor de adrenalina en el cuerpo.

Así que, cuando se busca realizar actividades intensas o que creen la sensación de poner en riesgo la vida, es importante tener en cuenta cuál es nuestro nivel de estrés de base, ya que ir hacia la intensidad puede ser peligroso para la salud. En cambio, para equilibrar el estrés es recomendable practicar actividades como yoga o meditación, que aportan serenidad y equilibrio a los sistemas nervioso, circulatorio, respiratorio y endocrino y, por ende, regulan los niveles de adrenalina.

Qué es la adrenalina y por qué se produce

Esta sustancia está presente en nuestro cuerpo humano de manera natural. Es una hormona y neurotransmisor que produce las glándulas suprarrenales (relacionadas con los riñones) ante una situación de peligro. Emocionalmente, la presencia de la adrenalina en el cuerpo nos crea la sensación de libertad o de hacer posible la superación de una situación de peligro inminente.

También conocida como epinefrina, esta sustancia debería ser utilizada eventualmente y de manera natural, sólo en situaciones de alarma, de miedo o de peligro, ya que su inyección o descarga brusca hace que el organismo se hiperactive inmediatamente, acelerando el ritmo cardíaco y respiratorio, dilatando las pupilas, aumentando la presión sanguínea, deteniendo el movimiento intestinal y echando mano de las reservas de glucógeno que el cuerpo conserva como un tesoro sólo para ayudarnos a conservar nuestras vidas.

En un mundo menos estresado, con menos influencia de la mente y de lo virtual y más relacionado con nuestros instintos, ante el peligro el cuerpo se prepara para luchar o escapar disponiendo de una fuerza sobrehumana o más allá de lo habitual.

En la actualidad, la sensación de peligro está más presente de lo que quizá llegamos a percibir. Si al exceso de actividad de la mente le sumamos la sensación de inestabilidad creada por los trabajos actuales, a eso le agregamos el ritmo agresivo de la vida en las grandes urbes y el exceso de utilización de dispositivos audiovisuales, tendremos un ambiente mental y emocional que alteran la calma necesaria del organismo, utilizando recursos como la adrenalina de manera innecesaria e inconsciente.

Pero, al mismo tiempo, la falta de interés en lo que hacemos, sumado a la rutina de tener que ser funcionales en un sistema que devora nuestras vidas y la falta de horizonte a la que estamos sometidos para alcanzar las metas que nos imponen, hacen que tengamos la sensación de que nuestras vidas son aburridas o faltas de situaciones emocionantes, por lo que, en nuestro tiempo libre o cuando estamos fuera del trabajo o del estudio, buscamos actividades que nos activen, otra vez, esas sensaciones vitales.

La utilización positiva de la adrenalina

Si bien es importante no abusar de esta sustancia extraordinaria creada por el ser humano para su propia supervivencia, es importante destacar su utilización en el ámbito de la medicina que ha conseguido salvar vidas. La conciencia de su existencia se la ha utilizado como fundamento para la recomendación de la experimentación de la alegría o la práctica de actividad física en situaciones de sedentarismo.

Desde hace más de un siglo esta hormona se sintetiza en laboratorios y se ha ido utilizando con mayor o menor cotidianidad en afecciones como paros cardiorrespiratorios, anafilaxias y sangrados superficiales. En un tiempo se utilizaba para tratar broncoespasmos o la hipoglucemia y suele utilizarse también para tratar problemas respiratorios.

Estudiados las consecuencias que experimenta el cuerpo ante la presencia de la adrenalina, puede inferirse que ante la ausencia total de estos síntomas su presencia puede crear las situaciones necesarias para equilibrar el organismo.

La adrenalina y los riñones

Las glándulas suprarrenales están pegadas a los riñones y todo lo que afecta su funcionamiento, en mayor o menor medida, afecta el ambiente de los riñones. Estas glándulas, sumadas a los riñones y el movimiento de la respiración, crean un ambiente energético que tiene muchísimo que ver con el plexo solar, conocido en yoga como Manipura chakra o tercer chakra.

Esta fuerza vital, que también es considerada por la medicina china como fundamental para la existencia, es la que regula o se manifiesta equilibrada o desequilibrada ante la falta de autoestima o una incorrecta manifestación del poder personal. Las glándulas suprarrenales reaccionan ante el temor, y lo que puede compensar eso es el trabajo sobre la confianza.

Si todo el entorno de los riñones se ve permanentemente sometido a espasmos físicos, hormonales y energéticos, su funcionamiento normal se verá alterado y se intoxicarán, creando problemas funcionales y conduciéndonos a las enfermedades típicas del órgano y su sistema.

Por supuesto que todo ello puede ser controlado trabajando sobre el equilibrio de la mente, que es la que crea el estrés a partir de situaciones ficticias que alteran las emociones llevándonos a tensiones evitables e innecesarias.

Por ello, practicar actividades que movilicen y estiren el área de los riñones liberará su tensión física y energética ayudando a su equilibrio. Si a eso le sumamos la relajación profunda y la meditación conseguiremos liberar el cuadro tensional que crea todo este desequilibrio en la zona.

El exceso de adrenalina

Cuando la adrenalina se presenta en el cuerpo esporádicamente y por razones puntuales (buscadas o no), podremos advertir sus consecuencias: fatiga, somnolencia, algunos dolores en músculos u órganos producto de los excesos que esta sustancia permite hacer al cuerpo más allá de sus posibilidades normales. Pero volviendo todo a la normalidad, con descanso y hábitos equilibradores, esas sensaciones al cabo de poco tiempo desaparecerán.

En cambio, si vivimos en estados de alerta permanente o nos sometemos asiduamente a situaciones extremas o demasiado intensas crearemos desequilibrios que pueden volverse crónicos o despertar enfermedades como la hipertensión, problemas cardíacos o diabetes, ya que se mantienen elevados los niveles de glucosa.

Si observamos cuáles son las consecuencias de una inyección de adrenalina en el cuerpo, podremos llegar fácilmente a conocer los efectos lógicos y los desequilibrios que puede traer al organismo. El estrés acumulado y la presencia permanente de altos niveles de adrenalina pueden volver crónicos ciertos males. Si no moderamos la intensidad de la respiración y el ritmo cardiaco sufriremos de hipertensión, cefaleas, migrañas, náuseas o mareos permanentes. Además pueden aparecer el insomnio, visión temporalmente nublada e irritabilidad.

La sensación de bienestar temporal creado por esta hormona es similar al que producen otras drogas, y su presencia se puede volver adictiva. Cuando se dan estos casos, cada vez más habituales, de adicción a la adrenalina que produce el propio cuerpo puede aparecer el síndrome de Pontius, que se manifiesta como una modificación de la percepción del peligro que conduce a la pérdida del propio cuidado en situaciones que dejarán de parecernos arriesgadas para transitarlas como normales, pudiendo así poner en riesgo la vida.

Equilibrando

Puede que ciertos gimnasios o los promotores de ciertas actividades muy relacionadas con las bases inconscientes de nuestra sociedad contemporánea promocionen la producción de adrenalina como algo positivo y sin consecuencias, pero es importante tener en cuenta lo delicado del tema y que lo que siempre nos va a ayudar a estar saludables no son las situaciones extremas sino la búsqueda de los equilibrios naturales.

Si pasamos demasiado tiempo en situación sedentaria y consumiendo entretenimiento o realizando actividades placenteras, es importante salir a caminar, despejar nuestra vista y la mente mirando el entorno, la naturaleza, pasear por un parque y realizar actividades como la natación, la práctica de yoga, la meditación, el qui gong, tai chi o cualesquiera de las actividades disponibles para la activación del metabolismo dentro de un contexto razonable.

Si por el contrario estamos todo el día conectados a los medios digitales, a la televisión, trabajando bajo presión o en ambientes estresantes y estamos al borde del colapso, lo más inteligente no es saltar al vacío o ir a un gimnasio para que nos arenguen con gritos o nos aturdan con música a todo volumen realizando actividades que nos alteren aún más.

Las actividades excitantes no son malas ni desaconsejables; activan el organismo y crean un estado de intensidad que, dentro de cierto rango de moderación, inspiran una sensación de disfrute y placer agradable. Pero antes de someterse a esas actividades es muy importante tener en cuenta de dónde venimos. Ya que lo igual exacerba lo igual; si venimos del estrés, estas actividades no nos van a liberar de él, más bien nos van llevar a colapsar.

En casos de estrés permanente, muy habituales en estos días, lo correcto es sosegarse y liberar la tensión acumulada no con más tensión sino creando un clima físico, mental, emocional y energético que nos devuelva a nuestro centro para poder desarrollar las tareas cotidianas con más calma y equilibrio.

Pablo Rego. Profesor de Yoga. Terapeuta holístico. Diplomado en Medicina Ayurveda de India.

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