¿Por hombres y para hombres? Las danzantes sagradas hijas de la materia

2020-02-13

Le sorprende a un colega profesor de yoga y compañero colaborador “tantas mujeres justificando la espiritualidad del yoga, cuando el yoga está hecho por hombres y para hombres”… Escribe Carmen Viejo.

Imagen de Murtaza Ali en Pixabay

Y pienso yo que lo hicieron mal, si es que “lo hicieron”, y si es que lo hicieron para ellos… Pues, seamos realistas, la mayoría de practicantes de yoga de Occidente (donde nos dejan practicar) somos mujeres, porque se nos da mejor, está “hecho” para nosotras, mientras que los sesudos hombres del pasado y de la actualidad, aquellos que porfiaron contra el cuerpo y la materia (de mater), lo mismo que luego lo hicieron contra la espiritualidad y el alma, se dedican mejor a dogmatizar.

El yoga no lo hizo un hombre, ni siquiera un grupo de hombres. Tal vez prestaron sus nombres, hicieron sus comentarios y síntesis, crearon escuelas y dogmas y más dogmas, mientras las mujeres antiguas practicaban sus danzas sagradas y rituales emulando al cosmos, danzas y posturas que han quedado constatadas en registros de diferentes culturas, grabados e imágenes de ásanas.

Pero, además, ¿qué tendrán que ver esos sesudos tratados y dogmas doctrinales con la espiritualidad libre, íntima y mágica, transmitida incesantemente por voces femeninas de aquí al confín del mundo, y cómo puede sorprender que esas mismas voces aboguen por vivir con esa intimidad que llamamos espiritualidad?

A veces una se plantea dejar de ser profesora de yoga, tras 25 años de practicante y de ejercer la enseñanza, pues se ve obsoleta en medio de estas escuelas que se autodenominan “yoga físico” (“y solo físico”, deberían de apostillar), nacidas de una derivación de entrenamiento militar muy dinámico que suplantó el yoga más estático e íntimo, ése que algunos consideran aburrido o soñoliento.

A veces me planteo qué hacemos las profesionales del yoga en el epígrafe de “instructores deportivos” y si no podríamos crear uno específico para “curanderas, magas, hechiceras, danzantes rituales, cuentistas, sanadoras del alma”, donde algunas nos veríamos más cómodas. Y algunos hombres también estarían más cómodos si estuviésemos allí.

A veces me planteo qué sería del yoga y de su práctica si las mujeres no asistiéramos a las escuelas y volviéramos a los bosques a practicarlo de incógnito. También para adelgazar y suavizar esas curvas a veces imparables, tan nuestras.

Y me planteo cómo explicar yoga “práctico y útil” para esta sociedad (¿pero qué es lo “práctico y útil” para esta sociedad, que no sea lo mismo que hace 10.000 años?), evitando que nadie se encuentre, sin querer, haciendo el “abreté sésamo” y pasando por el espejo, sin haberlo querido ni buscado.

Y entonces recuerdo la carta que me enviaron las abuelas de un pueblo donde enseñé yoga, esas con las que nunca utilicé ni un término sánscrito, en la medida que pude, y con las que tuve sumo cuidado en no asustarlas con reflexiones ni textos oscuros ni palabras mágicas. Pero pasó: las mujeres son así, magas, aún más las abuelas. Y en su carta de despedida me dieron las gracias porque «habían comprendido que en una respiración, se puede encontrar a Dios”. Con perdón de la palabra “dios”, que nunca se me ocurrió utilizar. De hecho, la utilizo muy poco.

Las danzantes sagradas tampoco la utilizaban. Porque nombrar es dogmatizar. Y las mujeres somos más de hacer ásanas y de sonreír cómplices cuando se despierta la sabiduría interior, la de la manzana… Y hacer confituras con ella…

Carmen Viejo Heredero. Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY) y por la Escuela Sivananda.

Talleres, retiros y clases en Granada www.presentia.es

Próximo taller intensivo: 14 de marzo del 2020, comienzo del “II Curso de Capacitación en Yoga, una experiencia personal de iniciación y transformación”.

Más información en Facebook: María del Carmen Viejo Heredero y ahimsayogandalucia@yahoo.es