Yoga: retorno a lo sencillo

2024-02-05

Apreciados, apreciadas profes y practicantes del yoga: ¿Os ocurre lo mismo que a mí? Después de tantas metafísicas, acrobacias, biomecánicas, fisiologías, anatomías, filosofías y psicologías, después de tantos props, columpios y otros accesorios sofisticados, cada vez concibo más la práctica del yoga como un retorno a lo sencillo. Escribe Joaquín G. Weil.

Sucedió que, por circunstancias laborales y biográficas, después de décadas de enseñanza del yoga y, en los últimos tiempos dedicado en gran parte a la formación, tanto reglada como independiente, tanto en colaboración con entidades públicas como privadas, estuve un año entero sin dedicarme a la enseñanza profesional del yoga, sino atareado con otros menesteres, aunque siempre mantuve mi práctica cotidiana en casa, claro está. Todo lo cual agradecí pues, como le comenté a Pepa Castro, me hizo parar y reflexionar, que es lo que ocurre tras cualquier accidente.

Aconteció que, a mi regreso a la enseñanza profesional del yoga, apenas entendía el mundo o la atmósfera que había aparcado poco tiempo atrás. También con las inevitables tecnologías y las redes sociales por medio, los likes y suscribers, el posicionamiento web, y la mercadotecnia, todo me parecía demasiado complejo y sofisticado. Yo anhelaba la meditación y el yoga de siempre, el de mis tiempos de aprendizaje zen en el campo, en Morón de la Frontera, Sevilla, el de mis retiros vipassana en los Himalayas y en Palencia, mis primeras estiradas en las clases con Conchi en Málaga y luego, junto al Ganges, con Rudradev.

Reflexioné acerca de esta eterna tendencia del ser humano de hacer complejo lo que, en esencia, es sencillo, y que viene manifestándose a lo largo de los siglos: le das un Gótico y te lía un Flamígero, le ofreces un Renacimiento y te monta un Barroco, le das un Barroco y te arma un Churrigueresco, le encuentras un Neoclásico y lo lleva hacia el Rococó.

Las esferas más superficiales de nuestra mente tienden a girar en ese círculo que se retroalimenta de novedad y excitación pasajera. Como decía el poeta Elliot “distraídas de la distracción por la distracción”. Que no pase entonces que en vez de traer el yoga a nuestros hábitos cotidianos, apliquemos también nuestros viejos patrones sobre el cojín de meditación y la esterilla. Como quien tatareara la canción del verano mientras realiza las salutaciones al sol.

Por un lado encomiable que la creatividad humana no cese y, por otra parte, tal como me dijo mi amigo el pintor Eugenio: todos los niños son genios de la pintura, si sabes quitarles el papel y los colores a tiempo; de otro modo llega un momento en que acaban por emborronar lo hermoso.

Ocurre también, según mi perspectiva, aunque no estoy del todo seguro y por eso quiero contrastarlo con los amables y sabios lectores de YogaenRed, que en ocasiones percibo que los profesores de yoga queremos hacer demasiado. Y no pretendo ofender a nadie, pues sé que además la intención es buena, pues detrás hay un empeño de transmitir, crear y ofrecer servicio que, con certeza, de un modo o de otro, se presta. Si bien, tal como en la crianza de los hijos, cuando comienzan a andar y luego cuando aprenden los números y las letras, la función de la madre y del padre y de los maestros, debería consistir sobre todo, como decía María Montessori, en acompañar y custodiar, más que en convertirse en una ortopedia de la mente de los pequeños, por así decirlo. Enseñar lo más interviniendo lo menos posible, aun estando siempre presentes, atentos y vigilantes.

La función del profe de yoga, tal como yo la concibo, no es tanto transmitir o insertar un complejo y elaborado corpus de técnicas, teorías y conocimientos en la mente de sus alumnos, para que, a su vez, éstos se lo regurgiten a otros. Sino acompañar a sus alumnos, interviniendo lo menos posible, para que ellos por sí mismos logren el acceso a las fuentes de su sabiduría y su creatividad interior. Esto es lo que a cada persona le resulta de mayor beneficio, descubrir por sí lo verdadero, alcanzar la confianza en las propias capacidades y fuerzas, desarrollar sus propios dones y talentos innatos. Recordarles lo que, en realidad, han sabido siempre y reconocen como verdadero.

Me voy a hacer una camiseta con el este lema: Recuerda lo que siempre has sabido. Y con ella impartiré en adelante mis clases.

De tal modo, para quien le vea alguna lógica a estos principios, voy a ofrecer un taller en Málaga y en Sevilla, para los que vivan cerca o quieran aprovechar la ocasión para visitar estas hermosas ciudades andaluzas, donde nos dedicaremos a lo sencillo: movernos y estirarnos para respirar mejor, respirar mejor para tener una mente más clara, y con esta mente más clara sentarnos en meditación para lograr una más amplia, libre y luminosa consciencia. Y, de tal modo, sentirnos todos lo más a gusto posible. Santa felicidad. Así de sencillo.

Si tienes tus propias reflexiones al respecto, por favor, compártenoslas en @yogaenred y en @yogamalaga, estaremos encantados de leerte, y así establecemos un buen diálogo. Si te ha parecido que este texto tiene algún sentido, te rogamos los compartas con aquellas personas a quienes consideres podría interesarle. Gracias.

Joaquín G. Weil es autor del Breve historia y filosofía del yoga.

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