A veces somos esclavos de nuestras apetencias inmediatas, de un mundo vital impulsivo que nos lleva a repetir viejos patrones que, en el fondo, probablemente ni necesitamos ni deseamos. Estos hábitos, aunque no lo parezca, nos roban la auténtica libertad… Pero podemos revertirlo. Escribe Escuela Mahashakti.
Si hiciéramos una encuesta por la calle para preguntar a las personas qué entienden por libertad, encontraríamos que, gran parte de ellas, asocian este concepto a hacer lo que les apetece. La libertad se vincula generalmente con los viajes de placer, el tiempo libre y la posibilidad de elección.
El tema está en que para poder elegir con claridad y, en consecuencia, tener verdadera libertad, debemos estar libres de deseo, de volubilidad emocional y de confusión, y eso no es sencillo ni puede lograrse de la noche a la mañana.
¿Podríamos decir que alguien que come todos los días una buena porción de tarta de queso y se hincha a bebidas con azúcar es libre? Come lo que quiere, es cierto, pero sigue siendo esclavo de sus apetencias inmediatas, de su mundo vital impulsivo que le lleva a comer y a beber algo que, en el fondo, seguramente ni desea. Como decía un filósofo contemporáneo hace poco, quien hace lo que le da la gana es, en realidad, esclavo de su gana.
Y bien, ¿cómo revertimos esta situación?, ¿cómo podemos lograr esa libertad que tanto ansiamos sin caer en las garras del deseo? Nuestro consejo es que empecéis siempre por pequeños pasos, acostumbrándoos a mantener a raya esos anhelos superficiales y caprichosos.
Ejercicio de renuncia consciente
En este sentido, os proponemos un ejercicio que hacemos en las Formaciones de Profesores/as de Yoga Integral: la renuncia consciente. Sigue los pasos que marcamos a continuación y cuéntanos tu experiencia en los comentarios:
√ Escoge un alimento que comas todos los días, aunque sepas que no es del todo saludable. Por ejemplo, hay personas que dicen no poder comer sin pan, o no poder pasar sin su trocito de chocolate. Identifica cuál es ese alimento con el que siempre acabas picando y apúntalo.
√ Date cuenta de cuándo te apetece consumirlo. Mucha gente tira más de dulce cuando está estresada y tensa, o tiende a comer aperitivos salados y horneados cuando está triste y desmotivada. Explora cuál es la emoción que se esconde detrás del alimento que apuntaste en tu cuaderno, y anota en qué momento del día o en qué ocasiones se presenta: quizás después del trabajo, por la noche cuando no puedes dormir, después de haber tenido una discusión con tus hijos/as, etc.
√ Observa cómo ese ciclo de situación-emoción-alimento y posterior sentimiento de culpa te esclaviza y te ata a viejos patrones, patrones que ya no quieres formen parte de tu vida.
√ Decide conscientemente renunciar a ese alimento durante 3 semanas o, lo que es lo mismo, 21 días. Eso sí, no basta simplemente con eliminarlo de tu rutina cotidiana, es recomendable que lo sustituyas por algo que te aporte un poquito de placer y que sea más sano. Por ejemplo, puedes sustituir el chocolate por algarroba en polvo, o cambiar el crujiente del pan por el de unos buenos frutos secos.
√ Cuando hayan pasado esas 3 semanas, y después de una meditación, toma consciencia de ese alimento que habías dejado y decide libremente, ahora sí, si lo retomas o prescindes más tiempo o definitivamente de él.
Este ejercicio de como nos manejamos con el apego podemos llevarlo a cualquier ámbito de la vida que nos resulte tóxico: relaciones personales, redes sociales y hábitos cotidianos por ejemplo.
Si tu interés por tu evolución espiritual y personal es realmente profundo, llegará un momento en el que tengas que afrontar estas cuestiones cotidianas ya que la falta de libertad no nos permite evolucionar.