La búsqueda del ser: de la astrología a la astronomía

2021-11-03

Podría ser interesante incluir en la formación de profesores de yoga la asignatura de Astronomía, porque, como dijo Carl Sagan, “somos polvo de estrellas”, venimos de ahí.  Aunque a pesar de los sofisticados instrumentos técnicos de los que disponemos hoy, todavía estamos muy lejos de poder comprender quiénes somos y por qué estamos aquí. Escribe Ramon Marpons.

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Siendo joven (35 años) y gracias al yoga empecé a interesarme por quién soy y cómo soy; también por las formas que tenemos de reaccionar ante los retos cotidianos para no generar conflictos y evitar las acciones destinadas al fracaso; o a investigar sobre los elementos básicos de la buena salud, que pasan por la prevención y la responsabilidad personal.

Cuando conocí el mundo del yoga en nuestro país (años ochenta), aparte de comprobar que su práctica me daba equilibrio y bienestar, descubrí que muchos profesores de yoga tenían experiencia en prácticas diversas. Algunos sabían mucho de masaje (pues habían pasado por escuelas de reconocido prestigio) o practicaban masaje californiano (sensitivo); te encontrabas también profesores que a la vez eran tántricos, budistas, que conocían el seitai, el tai-chi, la meditación Zen, la psicología o el psicoanálisis. En uno de los encuentros que organizaban encontré a un médico higienista, que nos habló de gestionar la salud por métodos naturales.

Estuve en un seminario de verano dedicado a profundizar en el conocimiento de uno mismo; allí pude trabajar el Eneagrama, con los 9 eneatipos o pasiones dominantes, que determinan las diferencias entre personas; una forma de psicología al margen de los estudios oficiales.

Dado así, todo mezclado, resultaba un mundo fascinante para cualquiera que viniera de profesiones diversas y tuviera necesidad de replantearse aspectos importantes de su vida. El país se estaba abriendo a la libertad de información, de religión y a las libertades políticas. A tener en cuenta que estábamos en los inicios de ordenadores e internet y que el móvil no existía.

Los primeros pasos del yoga en España

En lo que era propiamente yoga, a nivel nacional, ya se había creado la AEPY (Asociación Española de Practicantes de Yoga) y unos años después, Sadhana; las dos asociaciones estaban integradas en la UEY (Unión Europea de Yoga), que nació para unificar criterios a nivel europeo en cuanto a la filosofía y a la práctica de un yoga “para occidentales”.

La UEY propuso un programa de formación de profesores, que fue la base de un buen aprendizaje para los miles de profesores que han ofrecido clases de yoga de calidad a lo largo de todos estos años. También estaba la IYTA (Asociación Internacional de Profesores de Yoga) española (pues la sede central estaba en Australia), que se disolvió hace poco, habiendo desarrollado un magnífico trabajo de formación de profesores.

Las prácticas más habituales entonces partían del Hatha-Yoga, pero la meditación tenía su lugar, en formas muy diversas, aunque  en general se tenían en cuenta tres elementos de los ocho que componen el Ashtanga Yoga (Yogasutra): dharana, dhyana y samadhi. Además de asanas, pranayamas y meditación, se enseñaban distintas formas de relajación, o el yoga nidra (que sitúo entre la relajación y la meditación dirigidas).

De la astrología a la astronomía

Mis primeras clases de yoga las tuve con profesores que incluían en la sesión técnicas y escuelas muy diversas; ellos me hablaron de la AEPY. Y allí apareció en mi vida la astrología, de la que no sabía nada. Mi formador en los cursos de yoga nos dio unas charlas sobre esta “ciencia” y me apunté para que me  hiciera la carta astral, basada en los signos del Zodíaco, la hora, día y año y el lugar de nacimiento. Me interesó porque podía comparar con lo que sabía de psicología (más bien poco, aunque era una asignatura de magisterio y yo ejercía de maestro). Con la astrología podíamos hablar de capacidades y cualidades de cada uno y no solo de limitaciones y desequilibrios, el campo más habitual de la psicología. Pero no estaba muy convencido de que el profesional astrólogo pudiera saber cómo era yo y lo que me podría pasar en el futuro mirando e interpretando el movimiento de los astros en el cielo.

Sabía de la existencia de la astronomía, una ciencia reconocida. Hace un par de años fui a una charla del astrónomo Joan Anton Català; nos habló de su libro Les 100 preguntes bàsiques sobre l’Univers, que trata de la antigüedad del Universo (13.800 millones de años según la teoría del Big Bang), de las galaxias, de la formación y muerte de las estrellas, del Sistema Solar; de enormes temperaturas, tiempos y espacios que escapan a nuestra comprensión, o la posibilidad de otros universos; de la búsqueda de lo más pequeño, que nunca es lo más pequeño, pues del átomo pasamos a las partículas más elementales que no sabemos como se formaron y que son el sustento de todo lo material o energético; del origen de la vida en el planeta Tierra… Fue un revulsivo para poner en cuestión cosas que daba por válidas.

Con los sofisticados instrumentos técnicos de los que disponemos hoy día, todavía estamos muy lejos de poder comprender quiénes somos y por qué estamos aquí. Por eso resulta comprensible que en la antigüedad, sin un buen desarrollo científico (que no llegó hasta Galileo Galilei y su método científico, siglo XVII), sin instrumentos para mirar lejos ni para estudiar moléculas y átomos, buscáramos respuesta a todos estos interrogantes con nuestras capacidades básicas, que eran y son los propios ojos u oídos, la intuición y la imaginación puestas al servicio de la inteligencia.

Método de predicción en horas bajas

Repasando la historia vemos que la astrología se desarrolló antes que la astronomía, pues se le reconocen  casi cinco mil años de existencia; tuvo distintas interpretaciones en las más importantes culturas del mundo antiguo: Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, China, India o América…

En Occidente se empezó a cuestionar su validez a partir del cristianismo, pues su determinismo básico choca con el libre albedrío y la moral cristiana, como hizo notar S. Agustín. Pero ya antes Cicerón, filósofo, político, jurista (años 106-43 a.C.), ponía en duda su validez con el ejemplo de los gemelos, nacidos el mismo día y hora (o casi) y que sin embargo podían ser y actuar de forma totalmente diferente. O el filósofo y sofista griego Favorino (años 80-160 d. C.), que, conociendo la influencia de los astros sobre las mareas, no aceptaba que ello pudiera trasladarse a efectos sobre los humanos.

En la etapa de la Ilustración ya se habla de superstición en relación con la astrología y se pone en duda su validez científica. Y a medida que la astronomía mejoró sus métodos científicos, con nuevas tecnologías y con ayuda de las matemáticas, la física y la química, la astrología fue cada vez más cuestionada como método para asignar cualidades a los seres humanos o predecir sus hechos de futuro. Pero sigue viva, como se demuestra en algunos círculos, como el del yoga y otros.

La Verdad es Dios

Creo que sería interesante incluir en la formación de profesores de yoga la asignatura de astronomía, porque, como dijo Carl Sagan, “somos polvo de estrellas”, venimos de ahí. Sé que muchos profesores y practicantes tienen buenos conocimientos de astrología que les pueden haber ayudado a conocerse mejor; cada cual ha de seguir su propio camino. Al final lo más importante son el respeto, la ética o la compasión (conexión con el otro, amor) para terminar con sufrimientos inútiles y poner todo el empeño de nuestra parte para ayudar a construir una sociedad justa, solidaria y con futuro, que pasa hoy por atender la emergencia climática, que amenaza con destruir la vida sobre el planeta Tierra.

Primero conocernos, para acceder al conocimiento del mundo. La mística del yoga nos habla de “la experiencia suprema de la realidad” (en palabras de Raimon Pánikkar), que podría ser el gran objetivo de nuestras vidas. Seguir observando, investigando, desde la práctica, desde la meditación o la contemplación; mejorar nuestra comprensión sobre las verdades fundamentales, porque, como dijo Gandhi, la Verdad es Dios.

Ramon Marpons. Profesor de yoga.