Me acerqué al yoga por casualidad -“Nadie escoge un camino, es el camino el que nos escoge»- al ver un libro de Ramiro Calle llamado El Gran Libro de Yoga. Despertó mi curiosidad y pensé: ¿será el yoga lo que estoy buscando? Escribe Antonio García Martínez.
Atravesaba una etapa de mi vida que aunque en lo profesional y familiar siempre ha ido bien, la salud física y anímica se iba resquebrajando. No encontraba el método para equilibrar mi vida, pues el error partía en buscar en el exterior lo que únicamente se puede encontrar en el interior.
Empecé a practicar yoga hace diez años de una forma autodidacta al principio, con el libro de Ramiro. Para mí era imposible hacer muchos estiramientos, mi cuerpo era un total desconocido, mi mente necesitaba silenciarse. A los seis meses me presenté en el centro Shadak, al que sigo asistiendo con asiduidad, y tuve la suerte de encontrar lo que buscaba con la clases que me impartía de yoga físico y mental Ramiro. Y es que, como dice el adagio: “Cuando el discípulo está preparado aparece el maestro». Recuerdo sus palabras al hablarle de mi anquilosamiento. Me dijo: “La rigidez conduce a la muerte, la flexibilidad a la vida».
Y, efectivamente, no era únicamente mi rigidez corporal, sino también la mental, por eso se dice que la flexibilidad corporal a través de las asanas promueve la flexibilidad mental. Para mí el yoga fue la respuesta que estaba buscando, la que me iba a proporcionar equilibrio, armonía, “el centro de gravedad permanente”; es decir, encontrar un centro, descubrir el punto de quietud, el yo inmutable, inmóvil y silente que observa el transcurso de los eventos como un observador imparcial. Ese ha sido el objeto de todas las escuelas de misticismo…
El yoga me ayudó a afrontar las vicisitudes de la vida. La ecuanimidad, el sosiego, el contento interior y la lucidez se experimentan día a día con la práctica o sadhana. Son innumerables los asuntos diarios que crean fricciones o conflictos que tienes que resolver, y el yoga te proporciona los mecanismos para disolverlos, te ayuda a lo más importante: a aceptar con ecuanimidad cualquier cosa que en la vida cotidiana suceda.
Pero todo requiere un esfuerzo para que nazcan los frutos, nada se consigue sin esfuerzo. Todos los días hago la práctica mental y física cuando me levanto. lo primero que hago es 40 minutos de meditación sentada y después una hora de hatha yoga. La práctica me ayuda a estar más consciente con mi respiración todo el día, a ser un atento observador sin afectación. La práctica es la verdadera transformadora y por el trabajo interior te lleva al conocimiento de ti mismo. Con un esfuerzo consciente y una disciplina constante llegan los resultados. «Practica que todo llegará», nos recuerda Ramiro. La práctica es la clave.
Cambiar el exterior cambiando uno mismo
Para mí el yoga es una actitud de vida, una filosofía de vida que nos ayuda a ir debilitando el ego y, estableciéndonos en nuestro ser interior, nos proporciona algo que tenemos olvidado y es quiénes somos. Sólo a través de la meditación podemos lograr conocernos y encontrar la realidad interior.
Recomendaría la práctica diaria del yoga, pues hay una necesidad más que nunca dentro de nuestra sociedad, tan exigente y competitiva, de cambiar el exterior. Pero la única vía es cambiar tu interior, tener calma, sosiego, ecuanimidad, amor, compasión… Este debería ser el estado natural de las personas, y en cambio la sociedad nos proporciona en la mayoría de las ocasiones lo contrario. El río de la vida nos arrastra por aguas turbulentas que cuando bajan calmadas y volvemos a nosotros mismos recordamos lo que más nos tiene que importar: debemos de dejar ser máquinas para ser seres más conscientes y estar atentos desde una actitud amorosa y humilde. Para ello debemos de cambiar la vieja psicología que arrastramos y desarrollar todo nuestro potencial interior.
Antonio García Martínez es practicante de yoga