De repente, de forma espontánea, tres de los adolescentes en mi clase empezaron a cantar un OM al unísono, fuerte y sorprendente. Estaban metidos en el flujo del yoga, plenos de la alegría de explorar el poder de sus cuerpos y mentes. Escribe Charlotta Martinus.
No repararon en lo incongruente de su canto en aquella escuela católica, ni tampoco en mi sorpresa. Después, en vez de las risas y el nerviosismo de costumbre, hubo un silencio luminoso. El aula se llenó de tranquilidad.
La fascinación y el respeto que yo sentí en aquel momento se repiten cada vez que mis alumnos abren sus ojos después de la relajación, savasana, pranayama o la meditación. Su mirada abierta me recuerda por qué estoy aquí.
Al inicio, cuando sugerí la idea del yoga en las principales escuelas de mi ciudad, las respuestas fueron bastante negativas. “¿Bromeas? No verás a mis hijos haciendo yoga!” . Abandoné la idea con cierta tristeza, pero pronto empecé a recibir correos electrónicos de otras madres: “Le he estado enseñando un poco de yoga a mi hija en casa, y tiene muchas ganas de hacerlo en la escuela, ¿podrías enseñarle?». O “He escuchado que el yoga podría ayudar a los chavales a mejorar su juego, ¿podrías venir a enseñarles?”. Así que decidí probar.
El inicio fue duro. Frente a una sala llena de adolescentes desganados y de mal genio, tuve la tentación de salir corriendo. Pero había sido mi idea. Tenía que enfrentarme a sus miradas. Estaba tensa y nerviosa. ¿Qué pensarán? ¿Cómo me ven? ¿Por qué no aman al yoga como yo? Pero seguí firme, y poco a poco la idea se enraizó. De esto hace 10 años. Enseñar el yoga a los adolescentes se ha convertido en mi pasión, y mi nerviosismo inicial se transformó en respeto y confianza. Les enseño asana, pranayama, la filosofía del yoga, la meditación y yoga nidra.
Sin embargo, me pregunto frecuentemente: ¿Cuál es la atracción de esta labor? ¿Porqué enseño yoga a los adolescentes?
A menudo me sorprende el estilo de vida de mis dos hijos adolescentes. Pienso en su vulnerabilidad, su vergüenza, sus asuntos y sus dramas y la montaña rusa emocional de sus vidas, todo exacerbado por la presión constante de los exámenes, las comparaciones y la competencia.
En muchos países de este mundo globalizado estamos experimentando un aumento preocupante de la ansiedad y el estrés, que ha conllevado un aumento importante en la depresión y otros trastornos de la salud mental, algo a lo que los sistemas de salud y educación no parecen capaces de enfrentarse. La falta de fondos y competencias en la cultura escolar para tratar estos asuntos, el alto coste de las drogas farmacéuticas y los recortes en el sistema de salud han llevado en el Reino Unido a un mayor interés en las posibilidades del yoga, tanto como mecanismo de terapia como de prevención.
El yoga se presenta en las escuelas como una ciencia del bienestar que puede proporcionar soluciones. Para los adolescentes el yoga parece un ejercicio entretenido o simplemente un tiempo de relajación, en el que pueden ser totalmente ellos mismos y también descansar de las presiones sociales y académicas que reciben a diario. La adolescencia es un tiempo de transición desde muchas perspectivas: la neurológica, la física, la social y la emocional, y el yoga promueve la relajación, reparación y reflexión, lo que puede ayudar a los adolescentes a manejar esta transición. ¿Pero cómo lo logra?
Cómo beneficia el yoga a los adolescentes
Las investigaciones recientes en la neurociencia han ayudado a conocer de forma más profunda el funcionamiento del cerebro y los efectos en él de la ciencia antigua del yoga. En la adolescencia nuestros cerebros pasan por las mayores transformaciones desde la etapa in utero. El centro de la atención cambia desde la amígdala, el llamado botón del miedo, al córtex prefrontal, el lugar de la madurez cognitiva, que facilita las decisiones cuidadosas y consideradas. Se ha probado que en ciertos ejercicios de yoga (asana) y respiración consciente (pranayama) las conexiones entre el cerebelo y el córtex prefrontal se fortalecen, enriqueciendo así la función cognitiva. Además el corpus callosum, que conecta los hemisferios del cerebro, se fortalece durante la respiración alterna (anuloma viloma), y mejora así la comunicación entre el lado asociado con la intuición y la creatividad y el lado asociado con la lógica y la matemática.
Las investigaciones indican que cuando hacemos yoga aprendemos más rápido, aumentamos la capacidad de procesar información, las partes del cerebro se integran mejor y por tanto funciona todo el conjunto mejor. Mejora también nuestra regulación emocional, somos menos impetuosos y menos afectados por nuestras emociones fuertes. En la Universidad del Leeds del Reino Unido, además de muchas otras universidades del mundo, se ha seguido el impacto del yoga en los adolescentes entre 11 años y 16 años, y se ha descubierto lo siguiente:
- sienten mayor pertenencia a la comunidad
- se sienten más capaces de ser ellos mismos
- sienten más calma
- se sienten más centrados
- mejoran sus resultados académicos
- regulan mejor sus emociones
- sienten más control de la situación
- se reducen las síntomas en TDAH
- se reducen los efectos de autismo
Estos resultados también se apoyan en la experiencia. Los comentarios de los más de 250 profesores a los que yo he formado en la enseñanza del yoga a adolescentes indican que los efectos son tangibles y notables. Además se hacen bien patentes debido al entusiasmo de sus alumnos por el yoga y el hecho de que para muchos se convierte en parte de sus vidas. Hay que recordar también los beneficios físicos sustanciales, especialmente entre aquellos que no se sienten atraídos por los deportes tradicionales.
Parece que la idea de incluir el yoga en la educación alcanza cierta madurez en algunos países. En el Reino Unido el interés ha crecido y el apoyo de las instituciones ha aumentado. En mi curso de formación de profesorado el porcentaje de alumnos que vienen con el apoyo económico institucional ha subido de 5% a 20% en el último año, y tras cuatro años organizando dos cursos al año hemos pasado en el último año a organizar 12 por año en diversos países, entre ellos España, donde organizamos un curso en Pascua/Semana Santa de 2015 (ver detalles abajo).
Por qué trabajo con adolescentes
Muchos de los jóvenes a los que he enseñado yoga tienen preguntas que todavía no encuentran respuesta, ni siquiera alguien que las escuche. En nuestro programa abrimos la sala a estas preguntas, no porque pensemos que tenemos las respuestas, sino porque creemos que los propios adolescentes tienen la capacidad de sanar y encontrar las respuestas por sí mismos, y que el yoga les ayudará a hacerlo.
Sólo disponer de un entorno seguro donde se escucha es importante. Por lo general, las aulas escolares son muy grandes y están muy masificadas, y ese contexto no conduce a la apertura ni a la confianza; sin embargo las sesiones de yoga sí. Aunque manifiestamente ofrezcamos relajación y reducción del estrés, a menudo lo que emerge es una experiencia de flujo. Cuando nos sentamos en tranquilidad con nuestros cuerpos, estirándonos, escuchándonos, quietos, llega la aceptación de todo: de nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestros cuerpos. Con la aceptación crece el amor por nosotros mismos y desaparece la ansiedad.
Me pregunto a veces por qué nuestros sistemas educativos no proporcionan a los adolescentes los mecanismos necesarios para enfrentarse a la vida diaria y para hacerlos más resistentes, en vez de crear máquinas de memorizar que nunca son lo bastante buenos, ni lo bastante listos y lanzándoles a un futuro incierto. Sin embargo este grupo de edad se caracteriza por su capacidad para afrontar las emociones complicadas y por su coraje y positividad ante las presiones tremendas, sociales, biológicas y psicológicas, que sienten.
La esencia de la adolescencia es precisamente lo que los adultos admiramos: la vitalidad, el coraje y la presencia que da sentido a nuestras vidas. El yoga enriquece y conecta a los adolescentes con esta esencia, ayudándolos en su camino de autodescubrimiento y amor propio, alejándolos de las arremetidas de la competición y la comparación para llevarlos hacia la relajación, el descanso y la realización.
Por ello trabajo con los adolescentes.
Charlotta Martinus es madre de dos adolescentes y profesora de yoga senior con más de 10 años de experiencia. Colaboradora habitual de la BBC, Elephant Journal y OM Magazine y escribe un libro sobre los adolescentes y el yoga.
Actualmente da clases de yoga y mindfulness a entre 50 y 100 adolescentes por semana en diferentes escuelas, y entrena a unos 100 profesores por año en todo el mundo para enseñar a los adolescentes con compasión y convicción.
Colabora con una ONG en Sierra Leona donde enseña a ex combatientes terapia de yoga contra el trauma. Cada semana ofrece terapia de yoga en el Callington Road Hospital, dirigida a hombres y mujeres jóvenes vulnerables. También colabora con la Universidad de Leeds en investigaciones relacionadas con su trabajo con adolescentes.
Recibió formación en Sivananda, con el Dr. Krishnamurti de la Universidad de Bangalore en Yoga para el Pensamiento Positivo, con Nischala Alegría Devi y más recientemente con Heather Mason, del Minded Institute in Yoga for Mental Health.
El curso en España
Se impartirá por Charlotta Martinus en inglés y español. Centrado en la práctica, el curso enseñará cómo enseñar yoga a adolescentes. Trata temas, entre otros, como la anatomía y fisiología y la psicología del adolescente, la investigación reciente en neurociencia, aspectos sociológicos, teoría de chakra, y una exploración detallada de las posturas más adecuadas.
Dónde: Cortijo Romero, Orgiva (Granada)
Cúando: del 28 marzo a 4 abril.
Precio: 900 € (con alojamiento y comida) y existe la opción de traer a su hij@ adolescente, al precio de 400 €. Reservas en TeenYoga.com y preguntas en info@teenyoga.com