Juan Carlos Escanciano, psicólogo, místico, astrofísico, nos presenta su nuevo y apasionante trabajo sobre la evolución de la consciencia, bautizado “De la Piedra al Ángel”, que verá la luz en forma de un primer taller el próximo 16 de noviembre en el centro de yoga Padmasana Center.
Juan Carlos Escanciano, psicólogo, místico, astrofísico, nos presenta su nuevo y apasionante trabajo sobre la evolución de la consciencia, bautizado “De la Piedra al Ángel”, que verá la luz en forma de un primer taller el próximo 16 de noviembre en el centro de yoga Padmasana Center.
Charlamos con Juan Carlos sobre ello.
Siempre intentas hermanar la ciencia y la consciencia, ¿qué te ha impulsado de manera específica en este tu nuevo trabajo de divulgación?
Me gustaría compartir con todos nuestra historia, la evolución de la vida y de la consciencia en nuestro planeta, hacer un viaje en el tiempo, intentando reconstruir nuestro pasado desde el inicio de la vida hasta la aparición del ser humano. La intención es la de plantearnos un nuevo futuro, aprender algo que pueda ser útil para nuestro devenir y para que, tal vez, siga evolucionando la consciencia.
¿Y por qué ese título, de la piedra al ángel?
Es una frase tomada de Miguel de Unamuno, que se refería a la evolución de la consciencia como el viaje desde la piedra al ángel. Me parece una metáfora bonita. La piedra es la no-vida; de la roca pasamos a los seres vivos, y de ahí, a seres conscientes. Yo entiendo el ángel no como un ser perfecto, suprahumano, sino como una forma de consciencia.
La vida toma consciencia de sí misma y de todo este proceso de evolución que ha estado operando sin un ente consciente durante miles de millones de años. Y de repente, de forma súbita, surge esa consciencia a lo que yo podría llamar el ángel, me gusta esa idea. Aunque voy a matizar que ni somos el final de la evolución ni los únicos seres que habitan este planeta, de modo que todo ser, aunque parezca poco evolucionado, es esencial para la existencia de todos los demás. No hay unos seres superiores e inferiores, todos nos necesitamos mutuamente y cada forma de vida juega un papel vital.
¿Has hecho algún descubrimiento en tu trabajo que desees dar a conocer ante todo?
Una de las cosas más curiosas que he descubierto es que hay formas de vida que inicialmente son marginales pero que en un momento dado toman el relevo de las formas que hasta ese momento eran dominantes. Creo que el siguiente paso de la evolución se va a jugar en el terrero de la mente humana. Más que una evolución biológica va a ser una evolución psicológica, y creo que podemos asistir a cambios profundos, rápidos, partiendo de elementos o de formas de pensar que ahora mismo son minoritarias, pero que en un movimiento rápido pueden tomar una importancia mayor y producir un cambio profundo en la humanidad. Eso sí, no estoy hablando de una revolución violenta o basada en una ideología.
¿En qué fuentes has indagado?
Es un trabajo al que he dedicado considerable energía y tiempo; he investigado todo tipo de fuentes, cruzando disciplinas científicas como la geología, la antropología o la biología evolutiva. La cadena ininterrumpida de seres vivos ha quedado registrada en la roca. Eso nos cuenta una historia, aunque esté en piedra. Y me interesa especialmente el último tramo de la evolución, la evolución de la humanidad, el surgimiento del homo sapiens, que es un tema apasionante. Quiero remarcar la capacidad inherente a la materia de producirnos a nosotros, seres conscientes; es decir, que no considero la materia y la consciencia como cosas diferentes o separadas.
Pero es en la historia donde la evolución de la mente humana queda más patente, y en este punto uno de los aspectos importantes que voy a tratar es la cuestión de si realmente hemos evolucionado a nivel psicológico, si tenemos realmente una mente muy diferente al de un hombre primitivo, o si básicamente hemos evolucionado a nivel tecnológico. En efecto, la evolución científica es una hecho, pero la evolución psicológica puede ser tan solo superficial.
Al hilo de esto, ¿seguirás en este nuevo trabajo usando la tecnología, como hiciste con NaveTierra?
En todos mis talleres dedico mucha energía a preparar un material que ayude a transmitir y a llegar a capas profundas de la mente. Intento llegar a la parte más intuitiva de nosotros, más analógica, más emotiva también. El taller está preparado a conciencia para este fin, usando imágenes, vídeos, música, todos los medios tecnológicos a mi alcance con el fin de plantear cosas que van más allá de la tecnología. Trato de poner la tecnología al servicio de la evolución interior.
¿Por qué es tan importante para ti el estudio de la evolución de la consciencia?
Porque me parece que da un sentido a la vida, a nuestra vida, la pone en un contexto. Nos situamos en un fluir de energías que está por encima de nuestra vida individual, trasciende nuestra muerte como individuos, por eso es tan importante. Nos ayuda a sentir parte de algo mucho más grande y no de un ego aislado, finito y separado.
Si la materia y la consciencia son una misma cosa, ¿sería posible pensar que siempre la consciencia ha estado ahí?
Pienso que sí, que en el fondo tenemos un problema con las palabras y los conceptos. Nuestra idea de materia, tal y como nos la han transmitido, es de bolas de billar que se chocan entre sí de forma azarosa, mecánica y sin ningún propósito. Estoy convencido de que la materia no es eso, y pienso que es inteligente.
La inteligencia ha estado siempre ahí, la capacidad de creación y de organización del Universo estaba ahí antes que nosotros, es obvio. Se puede organizar en forma de estrellas, de planetas, de seres vivos, y últimamente de seres conscientes de todo ello, nosotros los humanos. Por tanto, no creo que la materia sea esa cosa tonta y fría.
¿Qué piensas sobre el futuro de nuestra especie? ¿Sobre qué nos vas a invitar a reflexionar?
Creo que lo más interesante del futuro es que está abierto, con lo cual depende de lo que hagamos será de una forma u otra. Cada uno tiene en sus manos y en su vida, por monótona que parezca, una parte del futuro de este planeta. Eso implica un sentido de responsabilidad muy grande que no todo el mundo está dispuesto a aceptar; preferimos delegar esa responsabilidad en políticos, técnicos, científicos, líderes religiosos. Creo que es el momento de mudar todas esas estructuras, lo mismo que la serpiente muda su piel o el gusano se convierte en mariposa.
Es el momento de que cada uno se dé cuenta de que el futuro, no solo de su vida sino de la vida de todo el planeta, recae sobre uno mismo. Eso supone, insisto, una responsabilidad total, en cada acto, en cada movimiento, en cada pensamiento. Podemos seguir actuando como autómatas, dejando que la evolución siga su curso de forma inconsciente, o podemos despertar y dejar que la evolución siga su curso de forma consciente.
Esta crisis que padecemos ¿es una crisis evolutiva?
Pienso que estamos en un punto crítico porque la dinámica que llevamos es claramente destructiva e insostenible. En cualquier caso, pase lo que pase, no podemos seguir creciendo de esta manera, multiplicándonos como bacterias; no podemos seguir persiguiendo una carrera infinita de posesiones materiales, ni de acumulación de experiencias placenteras, etc.
Nuestro modelo mental -ya no solo nuestro modelo social, que es un reflejo de muestro modelo mental-, nuestro modelo de consciencia, identidad, forma de pensar, todo el funcionamiento de nuestra mente ya no sirve. No podemos seguir así por mucho tiempo. Es posible resolver esto de varias maneras, y una es precisamente cuestionarnos esta consciencia que soporta todo el orden social, material en el que vivimos y que hemos generado.
Yo plantearé en el taller que tomar consciencia de todo este proceso evolutivo puede servir para cambiar el curso de la propia evolución, en lugar de repetir lo mismo de siempre. Puede ser la consciencia lo que dispare un cambio evolutivo, igual que se piensa que un asteroide disparó la extinción de los dinosaurios y el reinado de los mamíferos. En este caso creo que el detonante va a ser interno, no externo; psicológico más que material. Un aspecto más sutil de la materia, que llamamos mente, es la que tiene la llave para producir un cambio radical en este mundo, y yo voy a plantear precisamente que cuestionemos nuestro modelo del yo, pues creo que es la base de todo lo demás.
Quién soy determina nuestros valores, nuestro comportamiento, nuestras relaciones, las estructuras sociales, políticas, económicas… No va a ser un grupo de poder el que pueda cambiar la sociedad o el mundo, sino todos y cada uno de sus componentes a medida que nos cuestionemos quiénes somos y qué hacemos aquí. Y eso es lo que yo voy a plantear: una revolución interna a nivel individual como siguiente paso dentro de la evolución, una revolución dentro de la evolución.
No puedo evitar al oírte pensar en un impulso que subyace en toda la historia del hombre y que es el mismo que dio origen a la mística y a eso que llamamos Yoga…
Lo que voy a decir no es inventado por mí; recojo, recopilo y sirvo de vehículo para transmitir una inquietud que es tan antigua como nosotros.
En el taller se verá que el proceso de autocuestionarse, de autodescubrirse, de búsqueda de uno mismo , de respuesta a las preguntas más básicas; no es una cruzada personal, sino que lleva operando en el conjunto de la mente humana, la mente única, como un proceso total desde el principio.
Esa inquietud se ha canalizado de formas muy diversas en épocas y culturas diferentes. Ahora, en nuestra cultura, ha sido aparentemente desterrada, si bien subyace una gran insatisfacción que al fin y al cabo es la que mueve toda búsqueda, todo trabajo interior. Parte de esa aflicción ocurre cuando el ser humano no es íntegro, no funciona como una totalidad, está fragmentado y viviendo una ilusión, ese Maya del que habla el yoga.
¿Qué tiene esto que ver con la gente común, con el panadero de la esquina o un familiar recién despedido de su trabajo?
Lo más interesante es ver el hilo conductor de este proceso de evolución. Puedo decir que mi deseo es que la gente vea esto como algo cercano que tiene relación directa con todos nuestros problemas y dificultades cotidianos. Nuestro mundo emocional es la señal de alarma, el indicador de nuestro estado de desconexión con la vida, de nuestro error en la creencia de lo que somos. Eso se manifiesta de forma muy concreta en cada aspecto de nuestra vida por trivial que parezca.
No voy a dar una charla académica o intelectual, sino elementos para reflexionar sobre cosas que pueden ayudarnos a vivir mejor desde una perspectiva más amplia. Nos han vendido una idea de felicidad personal que está totalmente desconectada del resto del Universo, y por lo tanto es imposible conseguirla. No podemos ser felices de forma individual o de forma separada, es imposible. En la unidad está el camino del bienestar. Dejar de sufrir es lo que nos mueve, por eso pienso que puede ser útil este trabajo que realizo.