Lo que opinan los indios sobre cómo hacemos yoga en Occidente: “Está bien, pero llámalo ‘fitness»

2019-07-11

Este artículo, publicado por El País (suplemento Buenavida, 9 de julio) y firmado por Verónica Palomo, tiene mucho interés, y por eso lo compartimos. Dice en la entradilla: «Maestros hindús critican a los profesores mal instruidos que transmiten ideas erróneas de esta práctica ancestral, hasta el punto de estar destrozando sus raíces y desdibujando su esencia».

Foto que ilustra el artículo citado de El País.

Cuando Ravi cambió India por Reino Unido, lo primero que hizo fue visitar algunos estudios de yoga en Londres. Nada más entrar en uno de ellos se sorprendió (y no gratamente) al toparse en el vestíbulo con una estatua de Ganesha, uno de los dioses hindúes más venerados. La imagen ocupaba el lugar reservado a guardar los zapatos de los clientes. Acudió a otro local y tuvo un encuentro aún más impactante; habían colocado la figura de Buda en el inodoro. «En nuestra cultura eso se considera muy irrespetuoso, pero me sirvió para darme cuenta rápidamente de que muchos occidentales realmente no conocen nuestra cultura», explica el propietario de uno de los estudios más prestigiosos de yoga de la capital inglesa, con sede también en Goa. La primera impresión del yoga en Occidente que tuvo Ravi queda ya años atrás, pero sigue ilustrando una realidad que no ha cambiado: no solo desconocemos qué es el auténtico yoga sino que también estamos desvirtuando la esencia de esta práctica ancestral.

Es lo que opina Roberto de Pedro, fundador de una escuela en India que nació, precisamente, para enseñar las verdaderas esencias del yoga a los hispanohablantes que residen en el país donde nació la disciplina. «Creo que se está reduciendo el yoga a un simple ejercicio físico o imagen postural que ni siquiera alcanza a profundizar una de sus técnicas, que son las asanas o posturas. Gracias a la digitalización globalizada y a la comercialización, se ha popularizado de tal manera que ya no es una minoría exclusiva la que tiene acceso al conocimiento, y eso tiene un riesgo, el de quedarse atrapado en la red aparente más externa, en lo visual, lo físico y lo estético», cuenta el yogui.

La trivialización alcanza su culmen con inventos como el yoga para perros y el yoga beer, una tendencia que nace en Berlín, que permite practicar las asanas mientras te bebes una cerveza (hay hasta quien ha diseñado la bebida para beber en la ducha) y que hace pensar: ¿los alemanes han conseguido fusionar su cultura con la hindú o es que la han desfigurado hasta el punto de eliminar cualquier vestigio de su verdadero origen? Para los maestros indios a los que BUENAVIDA ha pedido su opinión, la relación que Occidente ha establecido con el yoga es la de una auténtica apropiación cultural.

«Si sientes así el yoga está bien, pero llámalo ‘fitness»

Nadie parece estar en contra de que el yoga llegue a tantas personas ni de que haya pasado las fronteras indias, pero los profesores nativos se preguntan de qué sirve eso si luego se transmiten mal sus fundamentos. Al final, lo que ocurre es que pronuncias la palabra yoga y te viene a la cabeza la imagen de una rubia delgadísima que hace el pino mientras da de mamar a un bebé con una mano y se prepara un bol de quinoa y aguacate con la otra. Puede que sea un poco exagerado, pero no hay más que echar un ojo a Instagram para darte cuenta de que la realidad puede superar a la ficción. Esa es la imagen de apropiación cultural que critican maestros como Ravi, que piensa que «el yoga tiene que ser visto como una práctica accesible y no lo parece. Son muchos aún los que piensan que tienes que ser joven, delgado y flexible para hacer yoga, o que solo es para mujeres, cuando, en realidad, es para todos: puedes tener cualquier edad o nivel de forma física, no necesitas ser flexible en absoluto. Solo hay que observar una clase de yoga en India, verás a personas de todas las edades y la mayoría usando la ropa común que usan para su día a día, no verás a nadie con leggings de licra».

Y no es solo eso. «Me parece genial que el yoga esté llegando a tantas personas en Occidente y que se estén beneficiando de él, pero sería aún más maravilloso si tuvieran la oportunidad de entender que el yoga es más que un ejercicio. No es su culpa, ya que simplemente se les ha presentado así, por lo que no son conscientes de los vínculos espirituales y religiosos que tiene con India. Solo tienes que ver la preparación de muchos de los maestros, profesores que nunca han estado en este país, que no entienden las raíces de esta práctica o que ni siquiera han oído hablar de los Sutras de Patanjali o de los 8 miembros del yoga. Incluso hay cursos en línea donde puedes convertirte en profesor de yoga en 3 semanas, ¿cómo es posible?», se pregunta Ravi. El formateo del origen del yoga llega a tal punto que los propietarios de algunos estudios londinenses prohíben a los maestros usar términos sánscritos o el canto Om en sus clases, dice el indio. «Si sientes así el yoga, está bien, pero llámalo fitness y cambia el nombre de estudio de yoga por el de gimnasio», opina. Y añade: «Hay veces que ocurre lo contrario, veo a maestros de yoga que usan indiscriminadamente términos sánscritos o mantras en sus redes sociales, pero en un contexto totalmente equivocado».

También es cierto que es muy difícil que los occidentales podamos incorporar a nuestras existencias toda la carga que conlleva el yoga, como Bipin Baloni, quien trabaja en Rishikesh (India), la cuna del yoga. Para él, que comenzó a practicarlo de niño, el yoga no es algo que hacer sino una forma de vida, un proceso continuo que necesita atención constante. «La práctica del yoga es simple, clara y tiene un objetivo, el mismo que tienen otras creencias o religiones cuando acuden a rezar a un templo o a la iglesia. La diferencia es que, para los yoguis, el cuerpo es el templo y las asanas (postura), pranayama (respiración) y la meditación son nuestra oración. Nuestro dios es el ser individual que reside en el cuerpo. Sin embargo, en el mundo occidental, el yoga es solo un ejercicio físico para hacer posturas corporales difíciles, capturar la imagen y publicarla en Instagram y Facebook para aumentar seguidores», reflexiona el maestro. Aunque eso pasa hasta con las sentadillas.

Baloni también hace autocrítica por la actitud de algunos jóvenes instructores indios, quienes piensa que se han vendido al mejor postor. «Están en el mismo barco, siguiendo las tendencias occidentales y, en lugar de decirles a sus alumnos que eso no es yoga, se entregan a esa industria que está arruinando nuestra preciosa cultura y la gran sabiduría de nuestros maestros», indica. Y no es necesario que sea así; Baloni recuerda que personas de todo el mundo han viajado a su país durante años para estudiar con mucha dedicación y sinceridad, personas que se han transformado a sí mismos. «Pero desde los últimos años llegan más turistas y jóvenes que acaban de terminar sus estudios y desean encontrar un trabajo a tiempo parcial para conseguir algo de dinero. Aprenden yoga, pero su intención es simplemente obtener un certificado que añadir a su currículum», advierte Baloni.

«No entiendo cómo se puede aprender yoga en un año»

Para el fundador de Himalaya Yoga Valley, Lalit Kumar, lo que esconde la práctica occidental del yoga en occidente es mucho ego. «No entiendo cómo se puede aprender yoga en un mes, o en un año, es imposible porque el yoga es un aprendizaje permanente. Eso es lo primero que enseño a mis alumnos. Antes de comenzar a hablar de las asanas (posturas), les enseño la historia que hay detrás, de dónde viene el yoga». Y eso que Kumar, que combina sus enseñanzas en Goa y en Irlanda, reconoce que hay buenos profesores en occidente. «Me refiero a los que han aprendido la disciplina en India, pero no son todos. Los gimnasios están llenos de profesores que no saben lo que cada asana puede hacer por tu cuerpo, física y mentalmente. Todo se centra en el ejercicio físico, sin base holística alguna», se queja.

Acharya Vimal Sharma también enseña yoga en Rishikesh. El maestro, criado en las montañas del Himalaya, lleva practicando yoga y meditación desde los 11 años y explica que «la filosofía del yoga no ve al ser humano como un ser únicamente físico, por lo que cuando nuestras prácticas se centran únicamente en la búsqueda de una buena forma física ya no estamos hablando de yoga». El maestro Swami Rama decía que el yoga es un arte y una ciencia que trata con el cuerpo, la respiración, la mente, el alma y, en última instancia, el universo. Por lo que la aptitud física es una consecuencia natural de las prácticas de yoga, uno adquiere la forma física a través de su practica constante, pero ¿y después de conseguir ese cuerpo? ¿Te quedas contento teniendo un cuerpo flexible y en forma, pero una mente retorcida y enfermiza? «Esa combinación desde luego que no conduce al bienestar. Y eso es de lo que trata el yoga, de atender a nuestro bienestar mental», explica el maestro. Vimal no pretende minimizar la importancia de una buena forma física, «pero es el medio, no el objetivo final. Si solo trabajamos fuerza y flexibilidad, sin integrar el cuerpo con las capas más profundas de nuestro ser, entonces se convierte todo en un conjunto de ejercicios físicos que mejor se debería comenzar a llamar de otra manera», concluye.

Para el maestro Ravi, el que se topó con Buda en el cuarto de baño cuando llegó a Reino Unido, una de las principales diferencias entre el yoga hindú y el occidental es que el tradicional indio se centra mucho en Pranayama, el trabajo de respiración (que por sí mismo puede ayudar a conseguir endurecer los abdominales). «Es una parte muy importante, esencial para conseguir una mente y un cuerpo sano, y en Occidente no siempre se incluye, especialmente en aquellas clases impartidas por profesores que no ha aprendido en India». Ravi también reconoce que ve alumnos cada día que se muestran muy interesados por llegar a la raíz del yoga, por ejercitar su mente y no solo su cuerpo. «Y al final, se consigue. Se comienza por la práctica física, que evidentemente tiene sus beneficios, y con una práctica regular llega un cambio natural en tu espíritu. Todo está conectado, el cuerpo, la mente y el alma», concluye.

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