Pequeñas iluminaciones

2012-12-13

En ocasiones la iluminación, considerada uno de los objetivos del Yoga y la meditación, no se presenta como un gran deslumbramiento, sino como sencillos y pequeños fogonazos. En una vereda del margen izquierdo del Ganges, en Rishikesh, un cartel: “Clases de yoga y meditación. Iluminación garantizada. Se expenden certificados”.

Yoga Sala (Foto: Pepo Alcala)

Yoga Sala (Foto: Pepo Alcala)

Te imaginas que alguien que ha obtenido la iluminación lo primero que quiere es un certificado que lo acredite, claro; ahí se demuestra que está iluminado. Parece un chiste más de la comedia de Doris Dörrie Erleuchtung Garantiert.

En Málaga se me acerca alguien y me dice: “Estoy en Samadhi” (el estado final de gracia a obtener en la práctica del Yoga y descrito en los Yogasutras de Patanjali). Le pregunto: “¿Sabes lo que pasa con el Samadhi?”. Como no me responde le digo: “Lo que pasa con el Samadhi es que el Samadhi pasa”. Como todo, todo pasa.

Sentado en un largo retiro de meditación Zen, dolor en las rodillas, hambre, sueño y, en realidad, todas las sensaciones elementales que nos acompañan tal vez cubiertas por una veladura de distracción, pero que en estas ocasiones se manifiestan de modo feroz. La voz cavernosa del maestro zen (andaluz): “Quien se acerca al Zen… (aquí una larga exhalación, casi un suspiro) es porque está jodío”.

Esclarecimiento gradual

En la antigua China había dos escuelas de meditación: la de la iluminación súbita y la del esclarecimiento gradual. En una, tras años de esfuerzo, de pronto sobrevenía una luz cegadora, una caída paúlica del caballo. En la otra, se supone se avanzaba pasito a pasito hacia la iluminación. Pues soy más de esta escuela de lo gradual y tranquilo. No me convence aquello de que de pronto te va a llegar una sabiduría enorme que te sitúe en la mente de Buda, que vas a dejar de ser la misma persona porque has entreabierto una pequeña rendija que te permita ver el rostro de Dios.

Si alguien te llega prometiéndote grandes logros y paraísos, salud perfecta, sabidurías garantizadas, es para salir corriendo en la otra dirección. Lo que parece más sensato es considerar que las personas de por sí, sin necesidad de nada, ya tenemos un poco de todo eso. Porque ya tenemos algo de luz, de dicha, de salud, nos resulta posible sobrevivir el día a día y seguir avanzando. Las más de las veces lo que necesitamos es un espacio (sagrado, sí) donde poder conectarnos con esas esencias y tesoros interiores.

El Buda, mutatis mutandis (cambiando lo que se deba cambiar), era un terapeuta de su tiempo. Y sabido es que los terapeutas fueron quienes más necesitaron en su día la terapia. Los mejores profesores de yoga y meditación, pienso, son aquellos que más dificultades tuvieron, sin que estas les apartaran del camino. Pueden explicarlo todo mejor, porque ellos mismos transitaron o transitan la salida de esas dificultades.

En busca de más luz

En mi primer retiro de meditación Zen, el maestro declara al principio: “En estos retiros duele el cuerpo, se pasa frío, cansancio, aburrimiento, se come y se duerme poco… y ¿qué se obtiene?… nada. Así que los que quieran marcharse… ahora es el momento”. Algunas personas se levantaron en ese mismo instante y se fueron apresuradamente; sólo les faltaba murmurar: “Esto es cosa de chalados. Vámonos de aquí”. Otros se tomaron en serio las palabras del maestro. Y otros nos reímos del chiste.

Poniéndonos la mano en el pecho, que es una manera de decir en español: sondeando lo que el corazón nos dice, todas las personas queremos en esencia lo mismo: amigos, amor, confort, prosperidad, salud… y podemos seguir enumerando otros dones y logros: inspiración, energía, relajo, paz… Son dones y logros que no podemos esperar durante largo tiempo. No podemos aguardar a que al final de un largo trecho nos vayan a llover todos de golpe, en una iluminación súbita, sino que los necesitamos de continuo y paso a paso cada día. Porque hubo algo de luz al principio es por lo que buscamos más luz todavía. Nuestros esfuerzos van en esa dirección. Y como venimos explicando, el Yoga y la meditación nos parecen un buen modo para alcanzarlo poco a poco, conectando con la fuente primera: dentro de cada cual.

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

http://yogasala.blogspot.com