Curso de Profesorado de Yoga: Así convertí mi pasión en mi profesión (parte 1)

2020-03-02

Gracias a YogaenRed por invitarme a contar cómo el yoga ha cambiado mi vida y la fantástica experiencia que supuso para mí viajar a India y hacer un curso de profesor de yoga en KavaalyaEscribe Laura Biensa.

Siempre quise viajar, pero por alguna razón tenía miedo de hacerlo. En muchas ocasiones había tomado la decisión de tomar un avión y conocer mundo, pero siempre encontraba una excusa para aplazarlo. Mi mente justificaba mi falta de valor para hacer lo que mi corazón me pedía, salir y conocer otros países, otras personas, otras formas de afrontar esta vida.

Me he criado en una familia muy tradicional en la que el papel de la mujer está establecido desde que naces. Así fue con mi madre, con mis tías y con mis abuelas, y por tanto parecía que tenía que ser también así conmigo. No conciben que una mujer ande sola por el mundo y que tenga planes que no pasen por casarse y tener hijos en cuanto haya acabado los estudios.

Mi vida había sido decidida en gran parte por otras personas. Incluso estudié algo que nunca me gusto simplemente porque era lo que mis padres querían. Realmente sentía la necesidad de escapar de todo eso, pero no tenía la energía necesaria para tomar la decisión de hacerlo.

Todo cambio cuando una amiga mía tuvo un accidente de coche con sus padres y estuvo en el hospital casi un mes. Me di cuenta de que la vida no es para siempre y tomé la decisión de aprovecharla al máximo. Ahí fue cuando me decidí a cambiar.

Mi encuentro con el yoga

Había estado practicando yoga desde hacia casi 4 años, y aunque me atraía mucho, al principio me costó mantener la disciplina. Lo dejaba por un tiempo y luego volvía.

Físicamente me hacía sentir muy bien, mejoró mi flexibilidad y mi fuerza y psicológicamente me ayudaba a mantener mi mente relajada y en paz durante la práctica. Eso era casi lo mejor ya que en mi día a día no dejaba de vueltas a todo en la cabeza.

Fue cuando una nueva profesora se incorporó a trabajar en el estudio que me enamoré más intensamente del yoga. Maira tenia más de 15 años de experiencia enseñando yoga y una forma de dar las clases que me hizo no querer perderme ninguna. Era tan cercana y amable que se convirtió en mi apoyo espiritual.

Fue a ella a quien acudí cuando decidí que quería algo nuevo. La idea de seguir los pasos de mi profesora se había hecho muy presente. Maira es tan buena profesora porque hace lo que realmente quiere, le encanta el yoga y le encanta enseñar.

Fue su inspiración y el saber que ella se había formado en la India lo que me llevó a dejar mis miedos atrás y atreverme a hacer lo que mi corazón me pedía, viajar a la India a conocer su cultura y a aprender yoga.

El momento de cambiar

Reuní el valor para decírselo a mis padres y pedirles que me ayudaran económicamente. Al principio les costó un poco entenderlo e intentaron hacerme cambiar de opinión. ¡La idea de ir sola de viaje y a India les parecía muy peligroso!, por eso me propusieron ir a otros sitios que les parecían más seguros. Pero finalmente vieron que no iba a cambiar de opinión y decidieron apoyarme.

Viendo todo el proceso ahora con perspectiva no me parece tanto. Las barreras que nos ponemos son más mentales que reales. Muchas mujeres viajan solas cada año y el crecimiento personal es inmenso. Produce una gran satisfacción personal superarse a una misma. Hace que te sientas libre, segura, independiente y te empodera, es una experiencia que toda mujer debería vivir alguna vez en la vida. Hacer el Profesorado de yoga en India fue sin duda una de las mejores decisiones que jamás he tomado y ha marcado mi vida para siempre.

Ahora me doy cuenta de que todo lo que en un momento veía como severidad e intolerancia por parte de mis padres, no era más que amor por mí. Con 24 años yo me sentía una mujer adulta, pero ellos me seguían viendo como una niña.

Una decisión importante

Hice una gran investigación sobre lugares que visitar y centros donde aprender yoga. Mi mayor duda era si elegir Goa y Rishikesh. Por un lado, me gustaba la opción de ir a un sitio junto al mar, y por otro me atraía el misticismo de Rishikesh y que mi profesora había hecho su curso allí.

Al final me decidí por Goa porque Maira me presentó a una alumna suya de hace unos años que había estado allí recientemente en una escuela muy buena, que además estaba entre las que yo había puesto en mi lista de opciones. Elegí un curso de 200 horas de tres semanas de duración en el centro de formación de yoga que Kavaalya tiene en Goa justo en frente de la playa.

Aunque tienen cursos también en español, me decidí por hacerlo en inglés porque las fechas me iban mejor y porque pensé que sería una buena oportunidad para practicar el idioma. Aunque no tengo un gran nivel, no tuve ningún problema en seguir las clases, además de que mi inglés mejoró mucho después de un mes de practicarlo todos los días.

El proceso fue bastante fácil. Visité su web y vi las opciones de alojamiento y los profesores y me puse en contacto con ellos para pedir más detalles sobre cómo era la habitación, las comidas y los horarios. Cuando ya estaba segura pagué un depósito para confirmar la plaza y el resto del precio lo pagué cuando llegué al centro. El coste fueron 1.500 euros por una habitación doble con baño y aire acondicionado y todas las comidas incluidas.

El viaje a la India

Estuve pensando en si hacer un viaje por India antes o después del curso de yoga. Decidí hacerlo antes porque de esa forma me podría habituar al cambio horario y así estar a tope cuando empezara el curso. Fue una gran decisión porque el cuerpo y sobre todo la mente necesitan tiempo para adaptarse a los cambios.

Volé directamente a Delhi donde había contratado un hotel cerca del aeropuerto para salir temprano hacia Agra. El aeropuerto es muy moderno, pero en cuanto sales experimentas India en toda su intensidad. Ruido, caos, calor, gente por todas partes… Me costó un poco enterarme de cómo funcionan las cosas, pero al final contraté un taxi en una oficina donde se prepaga y así no hay que negociar con los conductores.

Aunque el hotel estaba cerca tardé más de una hora en llegar porque el tráfico es una locura. El hotel estaba más o menos bien pero no como en las fotos. Con esto hay que tener cuidado en India; los hoteles baratos nunca son como aparecen en las fotografías que muestran en las páginas de reservas. Hay que pagar como mínimo 20 euros para tener algo en condiciones y además recomiendo hacerlo en booking.com y prestar atención a las valoraciones y fotos de clientes extranjeros.

Por la mañana salí en tren hacia Agra a ver el Taj Mahal. No tengo palabras para describirlo. Cada detalle está labrado a mano ¡y pensar que es un homenaje al amor! El viaje en tren me asustaba mucho la verdad, pero luego no fue tan malo. Aunque hay mucha gente, no es como en las películas, tienes tu asiento y te traen agua embotellada, todo el mundo es amable y coopera para puedas meter tus maletas en el poco espacio que queda libre.

Al día siguiente me fui a Jaipur y a Jodhpur con unos amigos de Argentina que conocí en la fila para entrar al Taj Mahal. Luego ya sola me fui a Udaipur, que se ha convertido sin lugar a duda en la ciudad más bonita que he visto hasta ahora. El palacio en medio del lago rodeado de otros palacios en la orilla es algo inolvidable. Espero volver algún día.

Hay gente que tiene problemas para adaptarse porque, aunque es bastante seguro, las cosas no son como estás acostumbrado y hay un choque cultural, pero tengo que decir que a mí me encantó. Ahora echo de menos la intensidad de India.

La llegada a Goa… (continuará en un próximo post)

Laura Biensa. Si quieres contactar conmigo puedes hacerlo en: laurabiensa@gmail.com

Escuela de yoga: www.kavaalya.com