Ensayo para una deontologia profesional de los profesores de yoga

2021-03-18

El siguiente texto es un resumen de un valioso artículo de Nil Hahoutoff que fue publicado en la revista francesa Les carnets du Yoga en 1979. Así nos lo han confiado y así lo trasladamos, por juzgarlo de mucho interés en estos tiempos confusos, como inspiración para una correcta enseñanza del Yoga. Ver abajo más información sobre el autor.

Nil Hahoutoff (1900-1982) fue un influyente maestro en Francia (foto publicada por immanence-yoga.com)

El código ético del profesor de Yoga, una serie de deberes y obligaciones que se derivan del Yoga mismo, ya que están implícitas en los Yamas y Niyamas que constituyen el primer paso, sin el cual el Yoga no existe. El profesor debería comprometerse a observar dichas obligaciones y deberes sin infringirlos jamás.

1. Relación con el Yoga

El profesor de yoga es un instrumento de transmisión. Lo que tiene el inmenso privilegio de transmitir no tiene precio.

“Debe estar convencido de ello y por consiguiente, abstenerse de todo lo que pueda desvalorizar, degradar, o envilecer el incomparable tesoro sobre el que no tiene otro derecho más que el de transmitirlo.

Dado que la perfección del Yoga obliga a transmitirlo de modo total e íntegro, el profesor se abstendrá de la tentación de efectuar modificaciones según sus preferencias o comodidades personales y, aún mas, de hacer uso comercial y de manipular, modificar o corregir los preceptos o ejercicios.”

Comentario:

Este compromiso no excluye la necesidad de adaptación para lograr una mayor comprensión de los temas. Habrá que efectuar cambios en el lenguaje para evitar lo que, con el del yoga tradicional, pueda parecer chocante a los no preparados. Habrá que tener una mente imaginativa e ingeniosa, siempre despierta, para que los ejercicios propuestos sean experimentados de manera favorable y no como un suplicio.

Por ejemplo: la meditación sobre la divinidad “Ishvara Pranidhana” (un niyama muy importante), para evitar que mentes racionalistas y ateas se opongan de entrada, se traducirá por “renuncia permanente a los propios fines egoístas para acceder a una vivencia real de la ley universal del altruismo”. O “abandono a voluntad de la existencia o de la inteligencia suprema” o “confianza en la existencia y en la ley natural”…

El mismo método de ingeniosidad adaptativa permitiría a una persona con gran rigidez articular y muscular practicar de inmediato, posturas clásicas que no estén a su alcance.

De entre los deberes sagrados para con el Yoga, el primero es el respeto.

Este se expresa en primer lugar, profundizando en él sin cesar. Es decir, con el estudio permanente y la práctica cotidiana. El segundo deber sagrado para con el Yoga es protegerlo, preservarlo de las amenazas que vengan de otras fuentes ajenas a sí mismo.

Cuando un profesor de yoga se da cuenta de que puede crearse una imagen falsa de éste Yoga, su deber es intervenir y efectuar las rectificaciones necesarias. ( a menudo vemos anuncios publicitarios de profesores de yoga que son imprecisos, llenos de exageraciones, promesas inverosímiles, etc…)

Puesto que el papel del profesor es ofrecer el Yoga, difundirlo, deberá proceder con discernimiento, evitando ponerlo a disposición de personas que podrían hacer un uso perjudicial para sí mismas o desfavorable para el Yoga.

Servir al Yoga será la piedra de toque de todos sus criterios, actitudes, actuaciones, en una palabra, de su “discurso” y de su actividad profesional.

En todas las personas a quienes transmita el Yoga, el profesor deberá suscitar respeto y veneración hacia él.

2. Relación del profesor consigo mismo

El profesor se respetará a sí mismo como persona, manifestación y sede de la Consciencia Universal.

En tanto que profesor, también se respetará a sí mismo, pues de otro modo no puede pretender servir de canal de transmisión de algo tan venerable como el Yoga.

Se esforzará por ser siempre ejemplar, a la vez que nunca se mostrará como ejemplo.

Se esforzará para que el ritmo cotidiano de su práctica personal no se interrumpa sin una razón imperiosa.

Seguirá las actitudes de Yama y Niyama desde una comprensión profunda y realista de las mismas.

Guiará su vida privada y social con la convicción de que un ser y una vida solo tienen valor en la medida en que puedan servir al prójimo.

Puesto que la relación del profesor consigo mismo incluye su actitud hacia la enseñanza, deberá definir claramente esta última. La transmisión del Yoga no puede considerarse una sencilla labor productora de beneficios, sino que debe experimentarse como una misión, que le pone a uno a disposición y al servicio de aquellos a quienes decide que puede transmitirles el yoga.

Comentario:

No se trata de prohibir la retribución ni de sugerir el abandono a quienes predican o practican la gratuidad denominada, en este caso, “benévola” y llena de consideraciones que pretenden ser éticas. Son gente rica y pueden permitirse lo que no puede el profesor profesional, cuya única fuente de ingresos para vivir él y su familia es la retribución de la enseñanza.

No es ni una vergüenza ni una traición a los intereses superiores del Yoga –que es imposible transmitir si no se puede vivir– que dicha transmisión constituya una fuente de ingresos. Estos ingresos, no sirven únicamente para afrontar las necesidades cotidianas. Para el profesional, la enseñanza supone unos gastos considerables: alquiler de un local, cursos de perfeccionamiento, adquisición de libros y material de estudio, seminarios de reciclaje, viajes a la India; para todo esto se necesita dinero. (dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios).

(El honor de un profesional honesto consiste en dar preferencia al progreso de los alumnos y no al balance de sus ingresos. Que quien enseñe yoga se gane la vida como en otro trabajo: todos los profesores lo hacen honestamente. Que lo hagan con el espíritu de servir y no de enriquecerse).

Lo reprensible, y que requiere un esclarecimiento urgente para ser erradicado, sería la tentación, por parte del profesor, de encontrar en la enseñanza la oportunidad de autovaloración, de percibir en ella una indicación de superioridad.

3. Relación del profesor con los alumnos

La ejemplaridad a la que ya nos hemos referido al hablar de la actitud del profesor consigo mismo es para él, en relación con el alumno, una obligación absoluta. Ser ejemplar significa dar ejemplo, no ofrecerse como ejemplo ni proponerse como modelo; ser el primero en seguir el modelo que propone el Yoga es la primera condición para proponer dicho modelo a los demás.

El profesor tendrá el máximo respeto hacia el alumno, lo cual quiere decir aceptarlo tal como es en el momento presente sin reprocharle jamás, ni siquiera de pensamiento, sus insuficiencias.

Por el contrario, el profesor no solo tiene pleno derecho, sino que puede considerarse con el deber de rechazar a quien no presente la actitud y las disposiciones necesarias para entrar en el Yoga, según las decisiones y disciplinas que le son propias.

Como su papel indica, el profesor deberá ir con la mayor prudencia para que ninguna palabra, ningún gesto, ninguna intervención pueda ofender al alumno y producir un reflejo de distanciamiento y decepción.

Un profesor de Yoga no ejerce ninguna presión, no da órdenes, no obliga, no exige obediencia, no fuerza de ninguna manera. Su papel es proponer, mostrar, ayudar, despertar el interés, animar.

Será prudente y evitará suscitar o alentar en éstos, actos cuyos efectos serían exactamente contrarios, para él o para su entorno.

Aunque tenga pleno derecho para expresar, si se lo piden, sus opiniones religiosas, filosóficas o políticas, el profesor se abstendrá de crear polémica y de hacer declaraciones que el alumno pueda experimentar como desaprobación de sus ideas.

El profesor de Yoga nunca será intransigente con el alumno, aunque siempre señalará y recordará con firmeza el verdadero carácter del Yoga Integral.

El profesor será paciente y servicial. Se las ingeniará para suscitar en el alumno que le sea confiado una manera de pensar justa, honesta, y una relación también justa con los demás alumnos del grupo, así como con todos los seres con los que su karma le ponga en contacto.

Puesto que el inmenso prestigio del Yoga repercute en quienes lo enseñan, a los profesores les estará totalmente prohibido servirse de este prestigio para otros fines que no estén al servicio del Yoga.

Comentario:

Al profesor de Yoga no le está permitido aprovechar las facilidades que dicho prestigio le ofrece para hacerse escuchar en otros campos, o para estimular al alumno a participar (manejo) en otras actividades o agrupaciones que nos sean de su interés ni del interés del Yoga.

Y mucho menos, aprovecharse de la impresión que haya causado en un alumno para atraerlo hacia una relación distinta de la que existe entre alumno y profesor.

El profesor no aceptará que, en virtud de dicho prestigio, se le atribuyan poderes, conocimientos o aptitudes que no posee. Se ocupará de orientar al alumno que lo necesite y le facilitará el nombre de facultativos que posean dichos conocimientos y aptitudes, especialmente en lo que se refiere a la salud, y cuando la práctica del Yoga no pueda remediar su caso.

El profesor de Yoga deberá guardar el secreto profesional. No podrá revelar ningún tipo de información que le hayan confiado los alumnos o que haya podido obtener por otras fuentes.

Procurará en las relaciones posteriores, mostrar la mayor discreción hacia los interesados, demostrando su capacidad de olvido de los comentarios que estos últimos pudieran querer no haber hecho.

4. Relación de los profesores entre ellos

Dado que todos los profesores de Yoga están al servicio de una misma gran causa, se hallan en una situación de fraternidad entre ellos.

Únicamente en fraternidad pueden existir, pensar y actuar dentro de la totalidad del grupo nacional e internacional.

Esto implica plena benevolencia, preocuparse por un mejor entendimiento entre sí, tolerancia, ayuda mutua y, evidentemente, la eliminación de toda clase de actitud acerba, críticas, juicios de valor, maledicencias, deliberadas o por imprudencia, y cualquier comentario que pueda perjudicar o desacreditar a un compañero del mismo grupo profesional o ante alumnos actuales o potenciales.

Comentario:

En caso de comprobarse que la capacitación profesional de un compañero deja mucho que desear, la actitud justa y el deber, sin duda menos fácil que la tentación de condenar, sería avisar al interesado y, únicamente, como ánimo de ayuda fraternal, en vez de darle una estocada inducirle a perfeccionarse, indicándole los numerosos medios que hoy en día se hallan a su disposición para formar parte del grupo de profesores capacitados.

El profesor evitará con el mayor rigor todo lo que sea o pueda resultar competencia desleal.

Comentario:

Por su existencia misma, por su capacitación profesional y humana, pero también por los medios materiales de que disponen (calidad de los locales, barrio, etc.), los profesores se hallan automáticamente en situación de competencia entre sí.

No obstante, dicha competencia nunca deberá dar lugar a actuaciones de carácter competitivo y mucho menos a la denigración del profesor o su forma de enseñanza. A un profesor establecido le será fácil hacer frente de este modo a la llegada de un compañero menos favorecido.

Más condenable aún es la práctica inversa –que por desgracia se ha hecho muy corriente– de los recién llegados que quieren implantarse ofreciéndose a bajo precio directamente a la clientela (alumnado) o al responsable de un centro, que no por ello será mejor.

Esta forma irreflexiva de captar clientes-alumnos o, si se tercia de dejarlos plantados con la misma falta de escrúpulos, desacredita al profesor que actúa así, a la enseñanza, a toda la profesión y, finalmente al mismo Yoga.

Cuando esto lo hacen personas marginales, que proclaman que para ellos carece de utilidad formar parte de una federación o un sindicato (organización), es algo muy lamentable y que merece una reprobación general.

Pero cuando lo hacen profesionales salidos de una escuela nacional de formación, afiliados a la Federación, y , con mayor motivo, al Sindicato, es del todo inconcebible. Sin embargo, no se puede decir que estos casos no abunden.

Ejemplos: en una ciudad pequeña, después de haber asistido a clases de Yoga durante un año, uno de los alumnos decide instalarse por su cuenta, y le quita la clientela a su profesor ofreciendo las clases a mitad de precio.

En otro caso idéntico, la persona emprendedora en cuestión, no contenta con enviar a sus antiguos condiscípulos cartas y folletos, es sorprendida un día haciendo propaganda en la misma entrada de donde había recibido su formación.

En este mundo de desaprensivos donde todo está permitido, uno puede imaginarse cualquier cosa. ¿Por qué no –y mañana mismo– que un profesor que se había comprometido a impartir un ciclo de formación en una escuela especializada se marche antes de que termine el ciclo para formar su propia escuela, contando en un principio con los asistentes al curso?.

Este no es un caso imaginario sino muy real que hemos contemplado por desgracia en algunas ocasiones.

Por último dentro del marco particularmente deplorable de los centros culturales del Ayuntamiento, tomados por asalto por los recién llegados a la profesión y que se dejan explotar a bajo precio, se ha convertido ya en modelo, a fuerza de repetirse, el caso del profesor titular que se esfuerza para que le aumenten el sueldo y, en lugar de ello, se encuentra con que lo despiden y contratan a un profesor nuevo que se ofrece por un sueldo todavía inferior para ocupar su puesto.

Todos estos males, por desgracia, no favorecen al Yoga y a la larga perjudican al conjunto de la profesión.

5. Relación del profesor con el público

El profesor deberá comprometerse a dar al conjunto de los habitantes de su país o ciudad una imagen verídica del Yoga. Esto solo lo logrará si él, antes que nadie, se ajusta a dicha imagen con su vida, sus actividades, su forma de ser, su aspecto, su manera de hablar.

El interés que el gran público muestra por el Yoga supone una responsabilidad por parte de los profesores y el deber de éstos de servir de guía para una mejor comprensión de las leyes de la Naturaleza y de los verdaderos objetivos del Yoga.

El Yoga es una ciencia universal, por lo que cualquier persona que manifieste un deseo sincero de practicarlo no podrá ser discriminada en razón de sus creencias, religión o raza.

El profesor no deberá transmitir el Yoga de una manera que presente algún antagonismo con la cultura del grupo humano donde ejerce. Su función nunca será desestabilizar los elementos que constituyen los puntos de apoyo nacionales, religiosos o culturales de quienes confían en él, sino, al contrario, contribuir de forma constructiva a su mejor inserción social ayudándolos a desarrollar y poner en orden sus facultades.

A pesar de estar en todo momento a disposición de quienes deseen ser legítimamente informados, el profesor evitará cualquier forma de proselitismo.

Está rigurosamente prohibido hacer propaganda comercial. Tan sólo están autorizados los actos informativos como anuncios de inicio del curso o recordatorios anuales mencionando el lugar, la fecha y el nombre del responsable, así como los anuncios de seminarios o de reuniones informativas abiertas al público.

En estos casos, está prohibido publicar en programas, folletos o carteles, así como en la prensa, fotografías del profesor responsable o de otra persona cuya imagen podría resultar seductora. Sólo son aceptables imágenes fotográficas de obras de arte que puedan simbolizar el Yoga, a condición de que sean sobrias y estén exentas de elementos que puedan herir la sensibilidad del público.

6. Relación con el entorno

Un verdadero Yogui sabe que forma parte de un Universo donde todo es interdependiente y que ninguna acción puede haberse producido sin que tenga consecuencias y repercuta en el resto. El conjunto de millones de manifestaciones que tienen lugar en cada instante, en todas las formas existentes, no viene dado por el hecho mismo de estas formas, ya se trate de animales, objetos o simplemente de masas elementales. Forman un encadenamiento dirigido por leyes que no se pueden transgredir, cuyo principio no es necesario que sea aclarado.

Únicamente el hombre escapa al carácter inconsciente de esta contribución, pues cada una de sus intervenciones es una muestra de su capacidad de decisión, aunque esté sometido a influencias.

Es la aventura del hombre, la de poder introducir su propia intervención en el medio de todas las que le salen al paso. De aquí su poder de elección.

La relación con el entorno del Yogui y, con mayor razón del profesor, vendrá marcada por la regla del primer Yama y el último Niyama: ahimsa –no dañar; ihsvara pranidhana– ofrenda de todos sus actos a poderes superiores.

La aplicación permanente de estas dos actitudes evitará las acciones perjudiciales contra el planeta, de las cuales el hombre moderno es responsable masivamente.


Si uno se dedica a difundir el Yoga para el bien de la humanidad, no deberá olvidar el espíritu práctico de acuerdo con su organización. Cuanto más elevado es un valor, menos se presta a ser propagado de forma desorganizada. Si la organización no es sólida, no aportará una base para una propagación armoniosa de esta disciplina. Si la organización no puede asegurar la subsistencia del profesor, éste deberá buscarla en otra parte y no podrá consagrarse por entero al Yoga.

En la India es distinto debido a la comprensión que existe del papel del Maestro. Los honorarios no son necesarios y no existe una remuneración fija; el discípulo ofrece lo que puede: un trabajador dará una parte de su salario, un rico dará una parte de su fortuna. En los ashrams de la India, hace siglos que funciona así.

En los países donde no existe semejante comprensión, deberá determinarse una remuneración fija correcta que cubra todas las necesidades vitales y administrativas del profesor.

A partir del momento en que dicha remuneración exista, hacer comprender a todos la necesidad de que se pague regularmente formará parte de la enseñanza. Despreocuparse de ello no es señal de indiferencia, sino de desorden y abandono a la hora de administrar algo que no ha sido impuesto, sino acordado entre las partes, como cualquier otro intercambio.

Será un deber educativo por parte del profesor realizar dicha gestión con rigor. Por ejemplo, hará comprender al alumno que si no avisa con suficiente antelación de que no se presentará a una clase, esto no significa que pueda librarse de pagar el importe de dicha clase.

Por el contrario, si un alumno tiene dificultades económicas, no deberá nunca ser excluido del curso, y cuando el alumno no pueda pagar, siempre deberá poder disfrutar de gratuidad.

Sin embargo, se le invitará a que se pregunte si realmente no puede hacerlo.

Nil Hahoutoff 

Notas de YogaenRed, (con nuestro agradecimiento al profesor que compartió el documento)

–Este texto se publica tal cual se atribuye a su autor y a su publicación en la revista Les Carnets du Yoga de 1979, editada por École Française de Yoga. En enero de ese mismo año nace esta revista en sustitución de Cahiers du Yoga, revista trimestral que luego publicaba el FNEY (Federación Nacional de Enseñantes de Yoga), cuya idea ya era dar vida a la aventura del yoga y su filosofía en Francia.

Sobre el autor: Os dejamos varios enlaces para que podías profundizar más en la figura del insigne profesor Nil Hahoutoff, fallecido en 1982.

–Animamos a todas las profesoras y profesores a que participen con sus opiniones y comentarios sobre este texto enviándolas a info@yogaenred.com