Cuando Occidente se enamoró de la India

2013-05-28

Algunos estudiosos europeos quedaron, en su primer contacto con la India, profundamente impresionados con la sabiduría, amplitud y elocuencia de la filosofía védica. Por Juan Carlos Ramchandani.

Europa India

En 1784 se creó en Calcuta la Asociación Asiática de Bengala, para publicar y difundir estudios históricos, lingüísticos y literarios. William Jones, Charles Wilkins y Thomas Colebrook sobresalieron como pioneros de los estudios indológicos en Occidente. Charles Wilkins fue el primero en aprender sánscrito, y se afanó estudiando con los pandits de Benarés y traduciendo obras sánscritas. En 1785 publicó su traducción de la Bhagavad-gita.

Varios de los colonizadores británicos con tendencias investigadoras empezaron a intuir que quizá habían tropezado con la religión primigenia, anterior a todo lo encontrado en Oriente Medio. En 1786 el brillante juez Sir William Jones, de reconocido prestigio como lingüístico, anunció a la Asociación Asiática de Bengala su famoso descubrimiento de que el sánscrito estaba relacionado con el latín y el griego, así como con el persa, el celta y el gótico.

Para ser precisos, Jones no fue el primero en observar las similitudes. Cien años antes, un mercader florentino en Goa, Filippo Sassetti, y un jesuita inglés, Thomas Stevens, ya detectaron, cada uno por su cuenta, el mismo fenómeno. Sin embargo, fue Jones el primero en presentarlo en forma documentada. Y expresó su franca atracción a la literatura y filosofía védicas:

Estoy enamorado de Gopia, encantado con Crishen [Krishna], y soy un entusiasta admirador de Raama y un adorador devoto de Brihma [Brahma], Bishen [Vishnu], Mahiser [Maheshvara (Shiva)]; sin mencionar que Judishteir, Arjen, Corno [Yudhisthira, Arjuna, Karna] y otros guerreros del M’hab’harat [Mahabharata] parecen a mis ojos superiores a como me parecieron Agamenón, Ayax y Aquiles la primera vez que leí la Ilíada.

Jones se describe como “un cristiano devoto y convencido”, y como ocurre con los estudiosos actuales, contemplaba el Bhagavata Purana como “un relato variopinto”. Sin embargo, de ideas bastante ecuménicas, no escondió su entusiasmo por el conocimiento védico referente a la reencarnación: “No soy hindú, pero creo que la doctrina de los hindúes sobre el futuro del alma es incomparablemente más racional, más piadosa y más adecuada para apartar al hombre de los vicios que las horrendas opiniones inculcadas por los cristianos acerca de un castigo sin fin”.

El romance alemán con la India

Los trabajos de la Asociación Asiática de Bengala se convirtieron en motivo de las conversaciones cultas de Europa. El diario de la Asociación obtuvo fama inmediata, y las traducciones inglesas llevadas a cabo por los estudiosos de sánscrito de Calcuta pronto se tradujeron al alemán y al francés. Los estudiosos alemanes, en particular, no perdieron tiempo en aproximarse a esta nueva frontera intelectual. El sánscrito y la filosofía védica se convirtieron en el principal placer de muchos románticos alemanes. Mientras que las relaciones británicas con la India pronto se desarrollaron hacia el colonialismo y la conversión, los alemanes, sin intereses económicos ni políticos en la India que cultivar, se dedicaron a profundizar en lo intelectual y emocional.

El primero en despertar la pasión alemana por la India fue Johann Gottfried von Herder, filósofo y escritor en quien predominaba la intuición sobre lo racional, y que influyó notablemente en el famoso Goethe. De von Herder surgieron muchas de las ideas que formaron las bases del Romanticismo alemán, y él fue quien alentó la imaginación de sus camaradas literatos de modo que veneraran a la madre India. “Los brahmanas [la intelligentsia espiritual de la India] poseen una sabiduría y poder extraordinarios para educar a sus gentes en avanzados niveles de educación, cortesía, templanza y castidad. Han consolidado estas virtudes de manera tan eficaz que, en comparación, los europeos frecuentemente parecen bestiales, borrachos o locos”.

Friedrich von Schlegel, otro filósofo y escritor cuyos ensayos contribuyeron a consolidar las bases del romanticismo alemán, se dedicó al estudio del sánscrito. Desde 1805, solía emplear su recién adquirido conocimiento para pronunciar una serie de conferencias en la universidad de Colonia. “Todo, absolutamente todo, tiene su origen en la India”, afirmaba. Él atribuyó a la civilización egipcia el haber difundido las semillas de la India, y afirmaba que la civilización hebrea se basaba en los restos de la metafísica védica. En 1808 Schlegel publicó su Ensayo sobre el lenguaje y sabiduría de los indios. Las dos primeras secciones loaban la belleza y antigüedad del sánscrito, así como su facilidad para exponer conceptos filosóficos profundos. En otra sección era partidario de afirmar que una emigración de talento e intelecto procedente del norte de la India fue la responsable de la aparición de la civilización en Europa.

El romanticismo alemán, aparte de su fascinación por la India, puso la semilla para considerar a Alemania como el primer receptor europeo de la civilización. “Si la regeneración de la especie humana se inició en el Oriente, Alemania ha de ser considerada el Oriente de Europa”, dijo el hermano de Friedrich von Schlegel, August Wilhelm von Schlegel. August Wilhelm, estudioso de gran influencia, se convirtió en el primer profesor de sánscrito de la universidad de Bonn. En 1823 Julius von Klaproth acuñó el término “indo-alemán”, y muchos escritores alemanes lo adoptaron. Naturalmente, los intelectuales de fuera de Alemania de la época prefirieron el término “indoeuropeo”, y Franz Bopp, en 1833, instituyó esa preferencia incluso en la parte oriental del Rhin.

El ministro de educación de Prusia, Wilhelm von Humboldt, empezó a estudiar sánscrito en 1821. Humboldt, famoso también por ser uno de los padres fundadores de la lingüística, publicó un amplio estudio de la Bhagavad-gita donde la describió como “la cosa más profunda y elevada que el mundo nos ha de mostrar”. La extendida fascinación hacia la India también afectó al afamado compositor Ludwig van Beethoven. Sus manuscritos contienen fragmentos de selecciones de las Upanishads y la Gita.

El filósofo Georg Hegel comparó el descubrimiento del sánscrito a contemplar un nuevo continente. Advirtió de los “lazos históricos entre el pueblo indio y el germano”. Aunque el complejo Hegel admitió no estimar demasiado la India, y criticó a los románticos por idolatrarla, no obstante en su libro Lecturas sobre la filosofía de la historia elogió el subcontinente indio calificándolo de “inicio del mundo occidental”.

Otro famoso filósofo alemán, Arthur Schopenhauer, quedó encantado con las Upanishads. Tras leer una traducción al latín, las calificó de “producto de la sabiduría humana más elevada”. Schopenhauer, considerando que las Upanishads contenían conceptos casi sobrehumanos, dijo: “Se trata de la lectura más satisfactoria y elevada (a excepción del texto original) que es posible encontrar en todo el mundo; ha sido mi consuelo en la vida y lo será en mi muerte”.

Fue tan famosa e internacional la magnitud de la inmersión de los alemanes en los estudios védicos que, cuando en 1871 se consolidaron por fin los distintos estados alemanes para configurar el Imperio Germano, algunas autoridades británicas de la India atribuyeron la unificación al extendido amor alemán por el conocimiento védico. Aunque se tratara de una exageración, esta noción indica la reputación de Alemania de disfrutar de los textos antiguos de la India. Sir Henry Maine, un miembro del consejo del Virrey de la India, declaró enfáticamente: “Ha nacido una nación por causa del sánscrito”.

El enérgico compromiso alemán a la causa de los estudios indios continúa en la actualidad. Casi todas las principales bibliotecas alemanas tienen un departamento reservado a la India. Cada universidad mantiene una biblioteca departamental dedicada a la indología. Hay cátedras de sánscrito en seis universidades: Bonn, Tubingen, Hamburgo, Munich, Marburg y Gšttingen. Casi todas las universidades ofrecen estudios de sánscrito en su departamento de lingüística comparada. Tres universidades alemanas publican una revista dedicada exclusivamente a la indología.

Otras naciones se unen al viaje

Los franceses no quisieron quedarse fuera de esta adopción de la India. Voltaire, el pensador por excelencia de la Ilustración, quedó fascinado. En 1775 afirmó: “Estoy convencido de que todo ha llegado hasta nosotros desde las orillas del Ganges: astronomía, astrología, metempsicosis, etc.”. También parecía pensar que todo lo relacionado con Adán y el Génesis provenían asimismo de la India. Bel filósofo y escritor francés famoso por su obra La Enciclopedia, sugirió en su artículo dedicado a la India que las “ciencias podrían haber aparecido antes en la India que en Egipto”. En 1787 apareció la primera traducción en francés de la Gita (basada en la traducción inglesa de Wilkins) En París se creó la primera cátedra universitaria de sánscrito en 1816. Muy pronto los estudiosos franceses tradujeron las obras de los alemanes prendados de la India. Jules Michelet, el historiador francés famoso por su hercúlea Historia de Francia en 17 volúmenes, creía con certeza que la India era “la cuna del mundo”.

Los pueblos eslavos también estuvieron de acuerdo. A comienzos del siglo XIX, los estudiosos de las diferentes regiones eslavas empezaron a cuestionarse sus orígenes. Algunos publicaron obras comparando términos sánscritos con los de las lenguas eslavas. El estudioso checo Pavel Shafarik escribió que los pueblos eslavos tenían sus orígenes en la India. Un científico polaco Valentin Mayevsky describió muy elaboradamente las conexiones entre los pueblos eslavos y los antiguos indios. Rusia publicó su primer texto en sánscrito en 1787. N. I. Novikov tradujo la interpretación que había hecho Charles Wilkins al inglés de la Bhagavad-gita. Se creó en San Petersburgo una Academia Asiática en 1810, con profesorado de sánscrito. Rusia continuaría produciendo famosos indólogos durante el siglo diecinueve, como V. P. Vasilyev y V. P. Minayev. El húngaro Csoma de Kšršs (1784-1842) visitó la India y estudio allí lenguas y literatura.

Al otro lado del Atlántico los americanos también se unieron a esta atracción por lo védico. En la universidad de Yale se iniciaron estudios índicos en 1841. Elihu Yale, antiguo gobernador de la Compañía de las Indias Orientales británica en Madrás, fundó la universidad en 1718, con la ayuda de los donativos que trajo de la India. La nueva universidad, en agradecimiento, adoptó su nombre. En la universidad de Harvard, en 1836, se reunió un grupo de autores y poetas para fundar el Club Trascendental de América. La crema del mundillo literario de América —Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Walt Whitman y otros—estudiaron los textos védicos disponibles, así como las ideas de Goethe, Kant, y los antiguos egipcios, griegos y persas.

Los trascendentalistas americanos, como fueron bautizados, buscaron y estudiaron traducciones inglesas de la Bhagavad-gita, Upanishads y el Vishnu y Bhagavata Puranas. Emerson pronunció su clásica loa de la Gita: “Le debo un día magnífico a Bhagavad-gita. Fue el primero de los libros; fue como si un imperio se abriera ante nosotros, nada diminuto ni intrascendente, sino amplio, sereno, consistente, la voz de una antigua inteligencia que en otra era y ambiente hubiera sopesado y prevenido las mismas preguntas que a nosotros nos preocupan”.

Henry David Thoreau, el todavía venerado autor de Walden, también expresó su euforia intelectual: “Los extractos de los Vedas que he leído se derramaron sobre mí como la luz de una luminaria superior y pura, que describe una elevada trayectoria a través de un nivel más puro”. También: “Por la mañana baño mi intelecto en la fantástica y cosmogónica filosofía de la Bhagavad-gita, desde cuya composición han transcurrido años de dioses y en comparación a la cual nuestro moderno mundo y su literatura parece débil y trivial”.

Thoreau, calificando la Gita como el mejor tratado intelectual, dijo: “En ningún otro texto es el lector elevado y situado en una mayor y más pura región del pensamiento que en la Bhagavad-gita”. Aún tratándose de un americano de una época cristiana muy conservadora, hizo una evaluación muy audaz: “La religión y filosofía de los hebreos son las de una tribu salvaje y rústica, falta de la civilización y los refinamientos intelectuales de la cultura védica”.

Otros gigantes de la literatura americana que reconocieron la influencia de la filosofía védica son T. S. Eliot, Paul Elmer e Irving Babbitt. Todos ellos estudiaron en Harvard bajo la guía del famoso estudioso del sánscrito Charles Rochwell Lanman, que estuvo enseñando durante 40 años y publicó libros dedicados al sánscrito y la filosofía védica. Otro factor que contribuyó al interés védico suscitado en América fue la fundación en 1842 de la Asociación Americana Oriental.

Ciertamente, en todas las naciones citadas es posible también encontrar estudiosos con una percepción negativa e incluso racista de los textos védicos. Aunque lo verdaderamente asombroso es la sublime frescura que los incipientes aires de la indología trajeron a la mayoría de aulas universitarias a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve. “India, ¡sí! Los Vedas, ¡sí!”

Los intelectuales europeos, especialmente durante el cambio del siglo XVIII al XIX, esperaban un “renacimiento oriental”. La idea consistía en que, del mismo modo que el estudio del griego había dado lugar al primer Renacimiento, el estudio del sánscrito y los Vedas provocaría el segundo. El antiguo orientalismo —basado en los estudios europeos del árabe, persa y hebreo— dieron paso a la India y los Vedas.

Juan Carlos Ramchandani pequenaQuién es

Es sacerdote hindú (purohit), maestro de yoga (yoga-acharya) Doctor en filosofía clásica de la India. Autor de 10 libros y numerosos artículos sobre en prensa y revistas.

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