Utopía o el arte de no perder la esperanza

2012-11-09

A veces un rayo de luz se abre paso entre las sombras y se vislumbra el nacimiento de una nueva era. Eso nos sucede al leer el artículo escrito por la periodista María José Carmona González.

Fue una mañana azul, preludio de un día azul pero de una noche negra como boca de lobo. El amanecer era limpio, frío, claro. El día cálidamente suave. Nos movíamos en una de esas atmósferas en las que todo lo que se dice y se hace parece venir dictado por la conciencia más limpia de las conciencias. Sonrisas sinceras en los rostros y miradas abiertas y transparentes se deban la mano en aquellas primeras horas del día y siguieron haciéndolo hasta que las nubes y el sol se encontraron en el horizonte que se tiñó de rojo. Entonces, las palabras, las miradas y los pensamientos se dejaron contagiar por el color del cielo y en las mentes se repetían una y otra vez consignas de inquietud e inseguridad que poco después estallaron en los labios. La frialdad del azul quedó oculta por la calidez ardiente del rojo y las conciencias empezaron a ver la realidad o, al menos, a creer que la estaban viendo. Nada volvería a ser igual.

Esas mañanas azules y limpias, esos días cálidos y aquellas conciencias limpias habían sido prediseñadas para que ni el más leve ruido de un pensamiento contrario alterara lo que en realidad pasaba y se fraguaba fuera de aquella atmósfera a la que nos habían acostumbrado. Por eso, el cambio de colores, sentimientos, pensamientos y creencias fue, por repentino e inesperado, una especie de catarsis que por unas horas nos dejó mudos y ciegos. Fue entonces, cuando el negro de la noche apagó el rojo del atardecer, cuando se oyó una voz. Empezaban ya los pensamientos a tomar forma de palabra. A esa voz le siguió otra y otra y muchas más. Al principio era un caos de sonidos sin sentido que fue poco a poco tomando forma. Nos comunicábamos, nos entendíamos, sabíamos lo que queríamos que no era otra cosa que ser dueños de nuestro destino. Decidir qué, cómo y cuándo. Soltarnos los hilos y dejar de ser marionetas para tener vida propia. Todo estaba cambiando. La sociedad, sus estructuras, organización y todo el sistema se había venido abajo y los que manejaban los hilos se habían empeñado en mantenerlo como a ellos les convenía. Nada nuevo bajo el sol, por cierto. Entonces recordé a los Eloi y los Morlocks de H. G. Wells y supe que había esperanza. Era como si acabáramos de bajar de la máquina del tiempo de aquel científico visionario y tuviéramos delante la posibilidad de un nuevo comienzo. Me vino al pensamiento uno de los párrafos del libro de Wells: «…Me afligió pensar cuán breve había sido el sueño de la inteligencia humana.

Habíase suicidado. Se había puesto con firmeza en busca de la comodidad y el bienestar de una sociedad equilibrada con seguridad y estabilidad, como lema; había realizado sus esperanzas, para llegar a esto al final. Alguna vez, la vida y la prosperidad debieron alcanzar una casi absoluta seguridad. Al rico le habían garantizado su riqueza y su bienestar, al trabajador su vida y su trabajo. Sin duda en aquel mundo perfecto no había existido ningún problema de desempleo, ninguna cuestión social dejada sin resolver. Y esto había sido seguido de una gran calma. Una ley natural que olvidamos es que la versatilidad intelectual es la compensación por el cambio, el peligro y la inquietud. Un animal en perfecta armonía con su medio ambiente es un perfecto mecanismo. La naturaleza no hace nunca un llamamiento a la inteligencia, como el hábito y el instinto no sean inútiles. No hay inteligencia allí donde no hay cambio ni necesidad de cambio. Sólo los animales que cuentan con inteligencia tienen que hacer frente a una enorme variedad de necesidades y de peligros…»

Cambio, destino… revolución. Esas palabras todavía resonaban en todas las conversaciones cuando, poco a poco, el negro de la noche fue dando paso al alba. Otra vez el color azul, la niebla, el aire fresco en la cara… Pero las sonrisas, las miradas limpias y las conciencias eran ya nuestras. Estábamos empezando una nueva era y todos éramos conscientes de la importancia de cómo se iban a hacer las cosas. Poco a poco, con respeto, sin avaricia, sin hipocresía… Así nació la nueva era: Utopía.

 

Quién es

María José Carmona González es periodista y trabaja en informativos y varios programas de Radio Nacional de España.
También es fotógrafa.