Mirando a las estrellas

2015-10-22

No recuerdo cuándo miré por primera vez un cielo estrellado, pero en ese momento se produjo un milagro una vez más. El milagro por el cual el Universo se da cuenta de su propia existencia. Esta chispa ha saltado innumerables veces en este planeta y volverá a hacerlo; está latente en cada niño y en los niños que vendrán. Escribe Juan Carlos Escanciano.

galaxia

No es trivial en absoluto. Los hechos cotidianos son asombrosos cuando uno encuentra la serenidad para observarlos en silencio. Y el hecho de ser conscientes de que formamos parte de algo mucho más grande, quizás infinito, es sobrecogedor.

El mismo asombro que surge en ese niño que mira el cielo es el impulso del astrónomo. Más medios tecnológicos, más conocimientos adquiridos y toda la capacidad analítica de un cerebro desarrollado puestos al servicio de la misma curiosidad. Un enorme esfuerzo colectivo que está revelando un Universo inabarcable y lleno de misterios.

Es cierto que a lo largo de la historia ha habido intuiciones geniales sobre la naturaleza del Cosmos. En occidente tenemos por ejemplo a Giordano Bruno, quemado por la Inquisición en 1600 en parte por su firme convicción de la infinitud del Universo y de la existencia de innumerables planetas habitados [1]; o Immanuel Kant, que en el s. XVIII sugirió que algunas manchitas luminosas observadas con los telescopios de la época podrían ser en realidad galaxias enteras, tan grandes como nuestra Vía Láctea [2].

Sin embargo, es sólo en los últimos cien años cuando nuestro conocimiento del Universo se ha expandido de forma rápida. O dicho de otra forma, cuando el Universo ha desarrollado una nueva forma de observarse a sí mismo. Compartir esta aventura y sus consecuencias es mi objetivo en el proyecto Navetierra.

Navetierra: rigor científico y profundidad filosófica

La idea de la Tierra como nave espacial, en el sentido literal de transportar multitud de criaturas  como tripulantes por el espacio, no es mía, pero me parece bella. Y es que compartir la belleza del Universo es también un ingrediente esencial de Navetierra, sin descuidar por supuesto el enfoque intelectual que requiere el asunto y que me parece apasionante en sí mismo.

Por tanto, los talleres y cursos que organizo tienen esta doble vertiente: rigor científico y profundidad estética y filosófica. Cuando tengo la suerte de impartir un taller fuera de la ciudad, añadimos la observación del cielo, que sigue siendo una experiencia fascinante e inspiradora, por muchas imágenes de Universo profundo que uno haya visto en el ordenador.

Con respecto al aspecto intelectual, ahora sabemos cosas que hace dos siglos eran casi impensables. Por ejemplo, que el Sol tiene una actividad mágnetica compleja y cíclica, conectada con la Tierra y cuya manifestación más visible son las auroras polares; que las estrellas tienen ciclos vitales y que muchas están naciendo y muriendo en este momento en nuestra galaxia; que es en las estrellas donde, a partir de elementos simples, se producen elementos complejos, como el carbono que abunda en nuestras células, o el oxígeno que respiramos; que es muy probable que existan planetas alrededor de la mayoría de las estrellas; que hay unas 400 estrellas similares al Sol en «tan sólo» 80 años-luz a nuestro alrededor… Fascinante, ¿verdad?.

No obstante, quiero recordar aquí unas palabras de Steven Weinberg, uno de los creadores del Modelo Estándar de la física de partículas: “Al final no podremos explicar el mundo […] Es una tragedia que afecta particularmente a un físico, la tragedia de no llegar jamás a una conclusión satisfactoria a la pregunta «¿por qué?»” [3].  Yo tampoco creo que podamos explicar el mundo, pero sólo veo una tragedia para el pensamiento y su deseo inalcanzable de trascender sus propias limitaciones. El poeta, el yogui o el místico no necesariamente sienten la misma tragedia.

Si la ciencia sólo produjera tecnología o una sensación de orgullo intelectual, la ilusión de comprender totalmente la Naturaleza y de poder controlarla, entonces, no me interesaría. Por el contrario, los descubrimientos científicos también pueden ser fuente de inspiración, asombro, belleza, reflexión, transformación.

Pero a día de hoy, vemos que la ciencia ha transformado el mundo fundamentalmente en el aspecto técnico. Aldea global, sí, pero con la misma estructura psicológica. Internet y móviles de última generación en manos de la misma mente egocéntrica, competitiva y tribal de antaño. Un mundo cada vez más mecánico y falto de compasión.

En este aspecto, siento que la observación del Cosmos, que significaba orden en griego, puede aportar algo mucho más profundo al ser humano, especialmente si el ser humano abre la puerta a ese orden cósmico a través de la meditación, la comprensión de su propio ser.

Retiro de senderismo, astronomía y meditación

Tenemos una oportunidad para profundizar en todo ello en el retiro de senderismo, astronomía y meditación que tendrá lugar del 6 al 9 de noviembre en el Parque Natural Las Ubiñas-La Mesa (Asturias), un entorno natural bellísimo bajo un cielo puro.

Juan Carlos EscancianoJuan Carlos Escanciano. Máster en Astrofísica, Ingeniero Informático, Psicólogo

+34 625 348 846

info@navetierra.es

www.navetierra.es

 

[1] Por ejemplo, en su obra Del infinito Universo y los mundos.

[2] En Historia general de la naturaleza y teoría del cielo.

[3] En la serie Voices of Science, de Richard Dawkins.