El taparrabos del renunciante

2020-04-27

Este relato está extraído de Historia y leyendas de la sabiduría hindú, recopilación que acaba de publicar Juan Carlos Ramchandani (Krishna Kripa Dasa) y que acompaña de sus respectivas enseñanzas. «A orillas del sagrado río Narmada, vivía un joven llamado Tyagi que había hecho un voto de renuncia a las posesiones materiales y que dedicaba la mayor parte del tiempo a meditar y recitar mantras…»

 

Su vida era muy simple y libre de preocupaciones, ya que no tenía ninguna responsabilidad salvo estar sentado con los ojos cerrados y meditar en el Señor Vishnu que se encuentra en nuestro corazón. Se alimentaba de raíces y frutas que recogía del bosque,  muy rara vez bebía un poco de leche que le donaba un campesino de una aldea cercana.

Un día, mientras estaba en cuclillas a orillas del río lavando su langothi (taparrabos o trozo de tela para cubrir las partes íntimas) que era su única prenda de ropa y posesión. La zona de la India donde vivía el joven renunciante era muy calurosa, así que no necesita más ropa para cubrirse. No obstante al tener una sola prenda, mientras la lavaba y esperaba a que se secara, Tyagi debía de permanecer desnudo. Esto le causaba un poco de ansiedad, pues aunque estaba solo en el bosque, de vez en cuando pasaban campesinos con su ganado o mujeres llevando cantaros con agua del río y no quería que le vieran desnudo. Hablando para sí mismo dijo: “Si tuviera otro taparrabos no perdería tiempo esperando a que este se secara y así no tendría que estar un buen rato completamente desnudo, me podría bañar en el río y ponerme inmediatamente una nueva muda.”

En ese instante pasaba por allí un anciano Rishi (sabio). Este Rishi tenía el poder de leer el pensamiento. Al ver a Tyagi le dijo: “Querido hijo, sé lo que estás pensando, quieres ganar tiempo, pero te aconsejo que no adquieras más posesiones, es mejor que te conformes con lo que tienes, si realmente quieres ser fiel a tu nombre, Tyagi significa renunciante, y seguir con tu entrega a la meditación en el Señor Vishnu.” El sabio dio sus bendiciones al joven renunciante y prosiguió su camino mientras recitaba en voz baja mantras védicos.

El joven renunciante meditó profundamente en el consejo que le había dado el Rishi, pero al final pensó que con un solo taparrabos más, no pasaría nada, con eso no iba a acumular más posesiones ni se iba a alterar su vida de renuncia. Así que fue al mercado de la aldea más cercana y después de rogar madhukari (pedir caridad) a los presentes, un hombre se apiado de él y le compró un trozo de tela para que lo usara como taparrabos.

Al día siguiente se bañó en las sagradas aguas del Narmada y, como de costumbre, lavó su taparrabos y lo puso en una roca a secarse con el sol. Después se puso su nuevo langothi y se sentó a meditar, está muy feliz de que no tenía que perder tiempo esperando a que se le secara el taparrabos.

Al terminar con su tiempo de profunda meditación y recitación de mantras, Tyagi volvió a la roca a recoger su taparrabos que ya estaba seco. Al cogerlo de la roca se dio cuenta de que la tela estaba llena de boquetes, eran las mordidas de un ratón hambriento. El renunciante estaba enojado y pensó :“El ratón me ha estropeado este langothi que le tenía mucho cariño, pues durante mucho tiempo fue mi única posesión. Ya sé que voy a hacer, voy a traer un gato para que ahuyente a los ratones mientras se seca mi taparrabos.” Tyagi fue de nuevo a la aldea y después de hablar con varios aldeanos sobre su interés por tener un gato, una señora le regaló un gato grande de color negro.

A la mañana siguiente, Tyagi pasó el día meditando con mucha calma y con la seguridad de que el gato le cuidaba el taparrabos para que no se lo comieran los ratones. Pero por la noche el gato empezó a maullar y perturbar el sueño del renunciante. “Oh, el gato quiere leche, necesita comer”, pensó. Por la mañana fue de nuevo a la aldea y comentó con varios comerciantes cómo podría conseguir leche para el gato. Le aconsejaron que, debido a la distancia entre la aldea y su lugar de meditación en el bosque, lo mejor era tener una vaca allí y que la ordeñara todos los días, así tendría leche fresca para el gato y también para sí mismo. Tyagi les comentó que había hecho un voto de renuncia y que no tenía dinero, que solo poseía dos taparrabos y un gato.

Un ganadero muy piadoso le dijo que no se preocupara, que él le iba a regalar una vaca, pues Godana o dar una vaca estaba considerado como uno de los más elevados actos de caridad. El joven renunciante regresó al bosque, ató la cuerda de la vaca a un árbol y la dejó pastando, luego se puso a ordeñarla cayendo la leche en una pequeña vasija de barro que le habían dado en el pueblo. Bebió él primero un poco de leche y el resto se lo puso al gato que empezó a lamerla con suma alegría. El joven renunciante de nuevo se puso a meditar con la tranquilidad de tener el gato que le cuidaba el taparrabos y que la vaca le daría leche todos los días para alimentar al gato.

Por la noche la vaca comenzó a mugir y despertó a Tyagi. Este, muy enfadado por haber sido interrumpido por los mugidos de la vaca, pensó: “Solo duermo 5 horas por la noche, la vaca está mugiendo porque quiere que la ordeñen, o quiere comer o echa de menos a su ternero, no lo sé. No puedo perder más de mi preciado tiempo en tener que cuidar ahora de la vaca, sé lo que voy a tener que hacer.”

Fue a hablar con el Panchayat, el consejo de mayores del pueblo, les explico que aunque era un renunciante, necesitaba tener una esposa para que cuidara y ordeñara la vaca, le diera la leche al gato y que esté le cuidara el taparrabos de los ratones. Los viejos del lugar entendieron que el joven necesitaba compañía y que teniendo una esposa le sería más fácil el poder continuar con su vida dedicada a meditar en Dios. El consejo habló con unos aldeanos que querían casar a su hija, que se llamaba Ishvari (nombre de la Diosa que significa «la controladora suprema»), le explicaron la situación y estos accedieron a que se casara con Tyagi.

Después de una sencilla ceremonia de boda, la pareja se fue al bosque. Allí vieron un tiempo bajo la sombra de los árboles, bañándose en el río y cuidando de la vaca y el gato. Tyagi, a pesar de estar casado, seguía dedicando gran cantidad de horas a meditar y vestía como siempre con el simple taparrabos. Hasta que un día la joven Ishvari, cansada de esa situación de extrema renuncia, le dijo a Tyagi: “Estoy harta de que estés meditando todo el día, no me prestas atención, soy tu esposa, solo me quieres para ordeñar a la vaca y darle la leche al gato. Quiero una casa, un techo bajo el que vivir, si no me iré de nuevo con mis padres.” El joven temeroso de que se fuera su esposa y desatendiera la vaca y el gato, accedió a la petición de Ishvari y con barro y ramas construyó una humilde pero acogedora choza. Ahora su esposa estaba más contenta y él seguía meditando, aunque había tenido que acortar los tiempos dedicados al autoconocimiento.

Un día su esposa llorando desconsoladamente le dijo que se sentía muy sola y que le gustaría tener un bebé, que al menos ella podría cuidar del niño mientras él seguía meditando y que no le molestaría con ninguna petición más. Tyagi comprendió el instinto maternal de Ishvari y complació su deseo. A su debido tiempo tuvieron un bello niño al que pusieron Narayana en honor al Señor Vishnu. Fue pasando el tiempo y Tyagi cada vez dedicaba menos y menos tiempo a meditar, cada vez estaba más ocupado pues necesitaba labrar la tierra, buscarse la vida cortando ramas de los árboles y vendiéndola como leña en la aldea. Con el tiempo tuvo otro hijo, trajo un toro para que acompañara a la vaca y estos tuvieron un ternero; al gato le trajo una gata y pronto tuvieron cinco hermosos gatitos.

Tyagi apenas tenía tiempo para meditar, pues estaba muy ocupado cuidando de su casa, su familia, sus animales. Alguna vez, cuando tenía un momento de paz, solía recordar con nostalgia aquellos tiempos cuando vivía solo y su única posesión era un taparrabos. Un día mientras recogía un cubo de agua del río para llevarla a su casa vio pasar al anciano Rishi. Tyagi le ofreció sus respetos y le dijo: «Oh, sabio, ¿se acuerda usted de mí?». El Rishi le contestó: “Claro que sí, a pesar de que han pasado varios años desde que nos vimos, nunca te he olvidado. Veo que no seguiste mi consejo. A veces es mejor contentarse con lo que uno tiene, porque cuando se trata de desear cosas es como tratar de verter agua en un pozo sin fin”. Y dicha esta frase, siguió su camino. Tyagi le preguntó: “¿Y ahora qué hago?”. Sin volverse, dijo el sabio: «Recita el nombre de Vishnu y cuida de tu familia. Esa es ahora tu verdadera meditación”.

Enseñanza

Esta historia nos ofrece varias enseñanzas. La primera, no hacer renuncia de forma artificial. A veces ciertas personas quieren hacer una renuncia llena de austeridad y penitencias para llamar la atención. En buena parte de los casos esta renuncia no es duradera, ya que no es sincera y tampoco necesaria.

La vida espiritual nos enseña a mantener el equilibrio, no es necesario tener un solo taparrabos como prenda de vestir  o ir al extremo y ponerse un traje de diseñador para meditar. Se puede hacer con ropa sencilla y cómoda, ya que lo importante es con la aptitud que meditamos en la Divinidad.

Vemos como el joven renunciante va teniendo deseos, algo muy normal en el ser humano, y trata de satisfacerlos, pero ese deseo le lleva a otro y a otro. Los maestros nos enseñan que acumular muchas cosas innecesarias no es bueno, pero al mismo tiempo nos dicen que no es malo tener objetos, aficiones, crear una familia, siempre y cuando todo se ponga al servicio de Dios o no sea una gran distracción en nuestro camino espiritual.

La pincipal enseñanza es que el desapego debe de ser con conocimiento (yukta vairagya). No es mejor yogui el que medita semidesnudo en el bosque que el medita sentado sobre una esterilla con ropa cómoda en la sala de su casa; lo importante es la actitud, la concentración, la sinceridad y el amor por conectar con Dios.

Juan Carlos Ramchandani. Sacerdote hindú Krishna Kripa Dasa. Autor de Historia y leyendas de la sabiduría hindú, una recopilación de relatos y sus respectivas enseñanzas.
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