Regalo de India

2016-11-17

Cuando mi amiga Pepa Castro se iba a la India se ofreció a traerme un obsequio de mi agrado. Fue entonces cuando me atreví a pedirle una fotografía que representara aquel viaje que ambos intuíamos como especial, por lo que de iniciático podía tener. Escribe Emilio J. Gómez. (Fotografías: Pepa Castro)

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 “Desde las playas más hermosas en el sur
hasta las montañas más elevadas en el norte,
un aroma sólo comparable a jazmines en flor
recorre toda la India invitando a vivir”
Shambu

El presente no pudo ser más acertado: la imagen de un sadhu sentado en meditación en mitad de la noche y envuelto en una atmósfera sagrada gracias al humo del sándalo que lo rodeaba, el tridente, el mala de cuentas gruesas, la desnudez, el pelo largo… A esto es preciso añadir que la imagen fue tomada en un ghat a orillas del río Ganges a su paso por la ciudad sagrada de Varanasi, antigua Benarés.

La imagen no puede ser más elocuente. La oscuridad de la noche envuelve en una atmósfera de profundo recogimiento al sadhu, quien parece acariciar el estado de Samadhi que preconizara el sabio Patanjali en sus Yoga sutras.

Sin embargo, y en honor a Satya, la verdad, uno de los preceptos que también aparece en los famosos Yoga sutras, es preciso que el lector sepa que la imagen que da pie al artículo está incompleta, le falta un atisbo de realidad y autenticidad.

He aquí la imagen completa:

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Así es la India. Tierra de contrastes, donde el mundo material coexiste con el mundo espiritual en una singular y a la vez perfecta armonía en la que no falta nada. Es completa en sí misma. Completa y total.

De nuevo encontramos la aparente fisura entre el mundo material y el espiritual. Pero ¿existe en realidad tal división? Sí y no. Existe en la interpretación de la mente, en su manera estrecha y limitada de percibir la realidad. Mientras que en lo Real tal separación no sólo no existe sino que no es posible.

Sri Siddharameswar expuso que ambos mundos –material y espiritual– son como las ruedas de un molino, las cuales muelen el grano que se pone debajo. ¿Qué hacer entonces? ¿Dónde se puede instalar el buscador del espíritu, de la verdad?

En el centro de su ser. Sólo allí es posible escapar al apisonamiento de los mundos material y espiritual o religioso. Tal centro no puede ser otro que el ser, la consciencia de sí, el Atman.

¿Dónde encontrarlo? Es muy sencillo. Basta con sentir aquello que mira a través de los propios ojos. En su momento, fue la mirada que supo captar la magia de aquel momento. Ahora, es aquello que se da cuenta de estar leyendo estas líneas y mira las imágenes.

Eso, el Absoluto, no está aquí o allí. Tampoco se encuentra en técnicas o rituales, por mucho que le puedan agradar al ego su realización. Eso eres tú, aquí y ahora.

Agradezco de corazón el regalo que Pepa Castro me supo traer de la India. Algo que nos hizo sonreír a ambos y que aprovechamos para retornar a la consciencia de sí. Y cómo no, también un motivo a compartir contigo.

¿Se puede pedir más?

Gracias

Emilio J.GomezEmilio J. Gómez es profesor de yoga del Círculo de Yoga Silencio Interior

T 616 660 929 / info@silenciointerior.net
www.silenciointerior.net