Meditación, el arte de morir

2019-01-17

No le demos más vueltas al asunto: el motivo por el que la meditación –la auténtica meditación– nunca va a ser una práctica popular es porque se trata de aprender a morir, algo de lo que el ego no quiere oír hablar ni en broma. Escribe Emilio J. Gómez.

“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión.
He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser.
Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”.
Monólogo de Roy Batty en la película Blade Runner, de Ridley Scott, 1982

Abhinivesa, el miedo a morir y el consecuente deseo de vivir, está considerado por Patanjali en sus Yoga Sutras (II.3) como un obstáculo para la meditación. Es normal que lo sea, y de alguna manera incluso es lo natural.

Para meditar es preciso el anhelo de “algo más” que permita reunir el valor y coraje suficiente para sumergirse en el oscuro vacío de apariencia inerte en que el meditador serio penetra cuando se lanza a las profundidades abisales del Ser.

Teniendo en cuenta que el término “serio” es lo contrario de “informal”, es preciso que la práctica de meditación sea soportada por una actitud seria y también comprometida. No es suficiente una frustración, contrariedad o desavenencia en la vida para que el anhelo de trascendencia se despierte.

Al margen de la seriedad y el compromiso, se hace imprescindible un auténtico anhelo de autoconocimiento que permita encontrar el coraje suficiente para buscar el origen y fuente de la vida que se encuentra en el interior del ser humano y así, gracias a tal comprensión, poder superar el miedo a morir.

La meditación no es un juego. Eso ya lo advertimos en nuestro libro: Silencio Interior – Ensayo sobre meditación. Sentarse a meditar es tener la oportunidad de descubrir nuestra auténtica y común naturaleza, aquella que nos hermana con toda la creación.

No es un producto de bienestar emocional

Desde luego, siempre va a ser posible “jugar a meditar” para gestionar mejor el estrés y la ansiedad, alcanzar metas y objetivos personales, disponer de mayor eficiencia laboral, gestión del tiempo, lidiar con las contradicciones personales… y ese largo etcétera con que se adereza la meditación a la hora de su “venta” como producto de bienestar emocional.

Pero no será más que un juego más. Un juego que el ego aceptará encantado, convirtiéndose en una trampa más –como si hubiera pocas–, que nos hará creer que estamos haciendo algo muy espiritual y que, por la misma razón, por el hecho de que meditamos, nos creamos que “somos muy espirituales”.

Sentarse a meditar es el acto más sagrado del día. Un tiempo para dejarlo todo, soltarlo todo –morir– e ir al encuentro con el Espíritu supremo vivo que habita en el interior de todo ser humano. Meditar es un reencuentro con el Atman o sí mismo, trampolín hacia el Ser.

Después, al finalizar la práctica, si la energía o prana todavía continúa en nuestro cuerpo, continuaremos con y en la vida cotidiana, pero de un modo muy diferente. La vuelta al mundo exterior se produce provista de aquél conocimiento que sólo concede la experiencia. No será ninguna idea ni concepto intelectual, sino la experiencia directa que tan sólo concede la práctica.

Ciertamente no meditamos para sentirnos bien; la meditación no busca el bienestar, busca la Verdad, y su práctica pone las condiciones idóneas para que el practicante la descubra por sí mismo en su interior. En nuestra Escuela de Silencio nunca hablamos sobre la Verdad, pero ponemos las condiciones idóneas para que algo se despierte en el interior del individuo y pueda aprehender aquello que para él significa la Verdad.

Este es el modo más sano y aséptico que hemos encontrado a la hora de relacionarnos con el Absoluto, el Ser, el Espíritu… o el término que se quiera emplear. Que el individuo descubra su propia Verdad es algo tan necesario como urgente en la actualidad, pues sólo aquello que se experimenta por uno mismo puede ser cierto. En última instancia no es posible relacionarse con honestidad con una verdad etiquetada, estereotipada e impuesta desde el mundo exterior; es preciso su descubrimiento.

¿A qué se muere al meditar?

Ciertamente, la meditación es el arte de morir. Pero en realidad ¿a qué se muere cuando meditamos? Se muere al ego, que tanto sufrimiento innecesario genera. Se muere a la estupidez, fruto de la identificación con una estructura psíquica ficticia a poco que se la observe. Se muere a la hipnosis colectiva e individual, creada vaya usted a saber por quién y para qué. Se muere al sueño y sus nefastas consecuencias inconscientes. Se muere al actuar de manera mecánica y sin creatividad. Se muere a la vida superficial e insatisfactoria que llevamos… Como es posible apreciar, al meditar se muere… para vivir con la intensidad y plenitud con las que la vida merece ser vivida.

Finalmente, sabes que tarde o temprano tendrás que abandonar el cuerpo en el que habitas. Te guste o no tendrás que soltarlo todo, dejarlo ir. Absolutamente todo. Tendrás que abandonar aquello por lo que tanto sufres y luchas para sentir cómo tu consciencia individual se diluye en la Conciencia pura, universal que experimentarás cómo tu auténtica y olvidada naturaleza.

Atrás quedará el ego y la imagen que tienes de ti mismo así como todos tus bienes materiales que tanto estimas, también tus principios e ideales, todos tus amigos y enemigos, tus hijos, la pareja, la familia… todo ello quedará disuelto como lágrimas en la lluvia cuando inicies el tránsito de vuelta a casa. El arte de meditar te inicia y prepara en este proceso con tanto amor que, una vez comprendido, no es posible dejar de dar gracias. Sabe que sin nada viniste y sin nada te marcharás. ¡Qué profunda libertad concede este conocimiento cuando está basado en la experiencia!

Los fundamentos están expuestos. Ahora solo faltan los practicantes sinceros y con verdadero anhelo por saber, por descubrir, por ir más allá, por trascender el ego para llegar a descubrir aquello que de real y auténtico hay en sí mismos. Pero ¿quién busca esta propuesta de trabajo interior? Aunque no lo pueda parecer, cada vez somos más los que buscamos respuestas en nuestro interior. Si tal es tu caso, puedes contar con nosotros. Eres bienvenid@.

Emilio J. Gómez coordina el “Círculo Yoga Silencio Interior – Escuela de Silencio”, e imparte clases individuales de Jñana yoga.

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