Los tres yoes

2019-04-29

En el sendero del autoconocimiento es posible encontrarse con tres tipos de yoes. El “yo ego”, vestido de personalidad y carácter. El “yo esencia”, testigo inafectado, desapasionado y distante. Y el “yo espiritual”, anhelante y nostálgico del Absoluto. Estos son los tres tipos básicos de ego que existen, los cuales se corresponden con el nivel de vibración del practicante y su consecuente comprensión. Escribe Emilio J. Gómez.

Cada uno de estos tipos de ego se encuentra en estrecha relación con las diferentes etapas del crecimiento interior por las que transita el ser humano en su proceso de retorno consciente al origen por medio del sendero del autoconocimiento. A través del silencio, la quietud y la auto-observación, características de la práctica de la meditación, es posible observar la disolución de un ego en el otro hasta su total desaparición.

Yo, ego – Ahamkara

 Así, el “yo ego”, arropado con la idea de sí mismo y con toda su extensa gama de juegos y juguetes, ideas y pensamientos, emociones y pasiones, proyecciones e identificaciones, etc. se puede observar su lenta disolución en el “yo esencia”, donde emerge el observador, testigo inafectado y distante en el que el “yo ego” termina por disolverse lentamente hasta llegar a desaparecer.

Ciertamente, del “yo ego” no va a quedar nada, ni tan siquiera el recuerdo, por muchos intentos que se lleven a cabo durante su ilusoria existencia por obtener el resultado contrario. Tal disolución ocurrirá, pero no porque se elimine, sino porque quedará trascendido a través de la comprensión de su naturaleza irreal. Consideramos que en el camino del autoconocimiento no se trata de matar al ego, sino de comprender su naturaleza ilusoria.

La auténtica comprensión sobreviene cuando se trasciende al “yo ego”, nunca antes. Es preciso diferenciar la comprensión esencial de la intelectual. La comprensión esencial sucede cuando se va más allá de la idea de uno mismo, en dirección hacia el “yo esencia”, el observador inafectado. Si no ocurriera de este modo, se trataría de un conocimiento meramente intelectual cuyo valor es inferior a cero.

Yo, esencia – Swarupa

 Así pues, una vez trascendido el “yo ego” fundamentado en la comprensión esencial, el buscador de la Verdad, de Eso –expresión muy acertada que utilizan los Upanishads– el practicante queda instalado en un “yo esencia” que observa todo desde una sutil lejanía que en los primeros compases contiene una apariencia subjetiva.

Instalado en tal estado denominado por la tradición del Yoga como sakshi, la consciencia testigo, se limitará a hacer su función: atestiguar de manera inafectada todo aquello que aparezca en el campo de la percepción. De este modo, se convierte en un testigo imparcial que observa el mundo, que incluso parece estar en el mundo… pero que no es del mundo. Un abismo de comprensión le separa.

Llegado este momento no hay vuelta atrás, pues se entra en contacto con una dimensión diferente, un macrocosmos que contiene a todos las demás microcosmos y que la mente ha dado en denominar Dios, Brahman, Absoluto, el Todo, el Vacío… En realidad, da igual el nombre que se le asigne, pues sea el que sea, tal dimensión jamás podrá ser alcanzada mediante un nombre. Lo importante es su íntima e intuitiva percepción.

Yo, espiritual – Brahman

En el principio de tal percepción emerge un “yo espiritual”, que comienza a relacionarse con Eso en términos de dualidad, tal y como han hecho los anteriores yoes. La dimensión del Espíritu está “allí”, y “yo” aquí. Pasado un tiempo más o menos prolongado en esta singular etapa, el “yo esencia” termina también por disolverse en su totalidad en el “yo espiritual”, el cual opta por abandonarlo todo para focalizarse exclusivamente en percibir aquello que sabe que Es.

Semejante “abandonarlo todo” significa exactamente lo que significa: abandonarlo todo. No sólo los bienes materiales serán dados de lado, los cuales se encuentran a años luz de semejante estado, sino también el mundo emocional, con su intensa gama de pasiones, así como el microcosmos intelectual, siempre tan abonado de ideas y conceptos, de palabras y más palabras que en este punto carecen de todo sentido pues pertenecían al “yo ego”.

Disolución, fusión con el Ser – Parabrahman

 Poco a poco, el escaso psiquismo que le pueda quedar al jiva, la consciencia individual, va a ir también disolviéndose en esta nueva dimensión, hasta que del “yo espiritual” tampoco quedará prácticamente nada. Es entonces cuando la fusión con el Ser, con el Absoluto… es total. Sucede.

A partir de este momento ningún vestigio queda de la antigua estructura psíquica que daba lugar a la supuesta individualidad. Para entonces la experiencia unitiva con el Ser es total, absoluta y completa. No queda nadie. Ningún tipo de “yo” de ninguna clase… quizás nunca existieron.

Será en este momento cuando es posible afirmar junto con el resto de los místicos que “entre Dios y yo no existen ninguna separación”. Y lo más importante: será fruto de la propia experiencia.

Emilio J. Gómez es profesor de Yoga y coordina “Silencio Interior – Escuela de Silencio”
www.silenciointerior.net
T 616 660 929