Práctica de ásanas y sudor

2018-02-08

La práctica de ásanas en el Yoga Iyengar durante los primeros años es muy exigente a nivel «físico». Se requiere por parte del alumno esfuerzo y, en muchas ocasiones sudores, sudores reales. Escribe Olga Jiménez.

Nunca olvidaré lo que me animó a probar una clase de yoga. Era una joven muy deportista y un día una amiga me comentó: «Pues a ti que te gusta el esfuerzo deberías probar una clase de yoga». Aquello fue para mí un auténtico reto; yo, super en forma, en una clase de yoga, menudo «paseo». Que tremendo chasco, el curso llevaba ya unos meses empezado y aguanté aproximadamente 15-20 minutos de clase. El profesor me llevó a un lado y me dejó con las piernas contra la pared hasta que recuperé el aliento. Pero ¿qué es esto? En mí despertó un profundo respeto y me llevó a buscar el secreto oculto en esos movimiento, vistos desde fuera como aparentemente sencillos. Ya han pasado 25 años desde entonces y mi interés sigue aumentando cada día

Actualmente trato de hacer entender a mis alumnos ese esfuerzo, a menudo con un ejemplo que me parece bastante gráfico. Tengo un pequeño jardín con césped y una máquina cortacésped sencilla que debo arrancar tirando de una correa. Este sistema es costoso y me supone en ocasiones un esfuerzo grande, pero cuando la máquina ha arrancado ya es un trabajo sencillo. Esto ocurre con nuestros cuerpos cuando empezamos la práctica de yoga; si no ponemos ese esfuerzo previo, nunca vamos a arrancar, no desbloquearemos nuestros hombros, nuestras dorsales y el trabajo será un cosmético superficial.

Cuando se invierte ese esfuerzo previo y conseguimos poner a punto la máquina, entendemos el mecanismo, todo empieza a fluir, los espacios se rejuvenecen, las articulaciones se vuelven flexibles, nuestras costillas se movilizan, la caja torácica respira con nueva libertad, nuestro vientre se nutre con un nuevo espacio y vamos descubriendo el potencial de este arte. No es gimnasia, no es ese tipo de esfuerzo.

Pero el mundo actual pide efectos rápidos, y los sacrificios son mal entendidos. Quiero relajarme, pues me siento y medito en un espacio tranquilo y agradable y ya está. Pues lamentablemente nuestro cerebro no funciona así. Se requiere unas dosis de esfuerzo, perseverancia y un primer trabajo «físico» para acceder a los mecanismos de relajación.

Sensibilidad de pies a cabeza

Donde este impacto se ve más evidente es con los niños. Una sesión dinámica de posturas durante 30 minutos les proporciona una noche de descanso única. Siempre lo confiesan: «Normalmente me cuesta un poco dormir, pero los viernes caigo inmediatamente en sueño profundo». Los adultos también lo van experimentando y descubren que el día que practican concilian mejor el sueño. ¿Qué pasaría si se practicara siete días a la semana? Algunos lo hacemos, y la respuesta es muy evidente: no existen problemas con el sueño.

Cuando se habla desde el desconocimiento de «yoga físico» y «yoga mental», estamos creando una separación que en nosotros no es posible. Yo les comento muchas veces a mis alumnos: ¿Sabéis hasta dónde llega vuestro cerebro? Pues hasta las plantas de los pies. Estamos recorridos por kilómetros de circuitos, ¿cómo puedes entonces hacer esa división? Cuando la práctica de posturas es correcta, te hace recorrer esos circuitos, desarrollar esa sensibilidad para llegar y actuar en las zonas más alejadas, utilizando plenamente esa red. Ahí radica la investigación y el trabajo de B. K. S. Iyengar en trabajar en esa totalidad.

Yoga es unión y B. K. S. Iyengar empleó hasta su último aliento para mostrarnos este camino. Debemos trabajar desde lo externo hasta lo más sutil, primero cuerpo-mente, pero somos más que la suma de las partes y él apuntaba al alma. Cuando conseguimos aquietar la mente, lo que está detrás brilla con todo su esplendor, como cuando las aguas del lago se calman vemos el reflejo y el fondo del lago.

Por eso cuando recibía las críticas sobre sus prácticas apuntando como «yoga físico» a su trabajo, él reía y continuaba con su practica y sus enseñanzas de forma imperturbable. Aquellos que hemos tenido el privilegio de conocerle sabemos lo que irradiaba, cómo su presencia llenaba el espacio donde se encontraba y cómo todos y cada uno de sus actos estaban llenos de humanidad y de amor a los demás.

«Haced mi yoga físico y observad las transformaciones». Este pensamiento estaba seguro en esa cabeza prodigiosa y le llevaba a  empujarte sin fatiga. Ese era su ardor, «corrige, corrige, baja, gira, alinea, mueve», como un auténtico escultor tallando la figura perfecta.

Una de sus frases más inspiradoras para entender este esfuerzo es: «Dios es alineamiento».

Olga Jiménez. Directora de la Escuela Profesional de yoga «Luz sobre el Yoga»(Aravaca, Madrid)

Próximo taller: Iyengar Cañero, 10 de marzo de 17:00 a 19:00 h

Contacto: www.yogaiyengararavaca.wixsite.com/valdemarin