Los 7 Chakras: Ajna, Comprensión

2020-04-23

El sexto chakra es la casa de la conciencia, Chid Akhasa, el espacio que acoge la propia capacidad de reflexión y observación. La luz se ilumina a sí misma. Autoconsciencia. Escribe esta sección Carmen Viejo. 

Imagen de Mike Cuvelier en Pixabay

 

“-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie _dijo Blancanieves a la buhonera.
-Al menos podrás mirar _le insistió ésta, sacando el peine envenenado y levantándolo en el aire.  Y tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta.
-Ahora te voy a peinar  _le ofreció la vieja. Pero apenas ésta le había puesto el peine en los cabellos, el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento”… (Blancanieves, de Grimm)

 

Ver o no ver, esa es la cuestión. Abrir los ojos y quedarse atrapado en la forma lineal de conocer el mundo y en la dualidad del razonamiento, basado en la necesidad de nutrición y supervivencia; o cerrarlos y ver de forma global, superando la apariencia de la dicotomía, y comprender sin la limitación de lo racional, sino de forma inmediata, por ósmosis, por ser lo que se quiere conocer.

Ajna chakra es una ventana al interior. Ese interior que no está ni aquí ni allí, sino todo lo contrario. Es ponernos en el vacío sin referencias y hacernos tan inmensos como el espacio que nos contiene para poder abarcarlo, comprenderlo.

Es el sexto chakra y daría lugar a hablar de la existencia del sexto sentido, que nos permite interrelacionar, hecho el viaje desde fuera, con el sí mismo, y  nos retorna, como un rebobinarse, un enroscarse para comprender, al origen, al destino, a la esencia.

Si los elementos son niveles del viaje de la luz en su manifestación, dimensiones vibracionales de la historia del cosmos, éste del sexto chakra es la casa de la conciencia, Chid Akhasa, el espacio que acoge la propia capacidad de reflexión y observación. La luz se ilumina a sí misma. Autoconsciencia.

Esa autoconsciencia es la que los Sutra denominan el viaje al infinito de Ananta, fin del ásana en equilibrio perfecto, superando los pares de opuestos. Es el momento de consumación de la historia cósmica: reflejarse a sí misma, tener experiencia de ser. Para ello precisa el desdoblamiento que le permita asomarse a Chid Akhasa, para saberse y comprenderse.

La comprensión es un abarcar y reunificar. Entonces lo que había que conocer se revela como el propio conocedor y el mismo conocimiento. Y esto ocurre en esa estancia que rige el centro de la cabeza, donde Ida y Píngala, las corrientes vital y mental, se encuentran, igual que la imagen del espejo y quien se observa en él. Las corrientes solar y lunar, el Ha y el Tha, culminan su baile, tras cruzarse por las anteriores cinco estancias, en un abrazo estrecho.

De lo contrario, si el proceso anterior no se ha hecho, si las anteriores estancias no se trabajaron como minas donde obtener las gemas, al preguntar ante el espejo “quién es la más bella”, y encontrarnos con la imagen de lo esencial, la personalidad no se reconoce en ella.

El despertar del “tercer ojo”, de la intuición espiritual, es una capacidad desarrollada desde la satisfacción y el agradecimiento a lo mater o material; desde el aprendizaje del respeto debido a la vida, a lo anímico y sus misterios; desde el dominio logrado del egoísmo personal alimentado por los deseos y rechazos nacidos del miedo y la desconexión; desde la confianza de saberse un “nosotros”, un yo colectivo, (el “colectivo de la vida”, como lo definía hace apenas unos días el maestro Antonio Canales, hablando no de yoga ni de espiritualidad implícita, sino de humanidad); desde el haberse desnudado de todo artificio hasta no ser sino partícula, fotón capaz de superar el horizonte de sucesos y de regresar indemne para mirar, una vez más, girar la cabeza y mirar para comprenderlo todo, justo antes de renunciar a saberlo todo.

La culminación de dhyana

Es el Monte Carmelo del maestro Juan de la Cruz, conciliando el “camino del cielo” y el “camino del suelo” en la “senda del espíritu de perfección” y su séptuple nada (“nada, nada, nada, nada, nada, nada, y aún en el monte, nada”) de la terminología juancruciana. Una séptuple superación que le lleva al estado de sabiduría o comprensión. Es la culminación de dhyana, de la meditación, de la contemplación, del autoconocimiento o svadhyaya.

De los 36 a los 42 años somos madres y padres, física o simbólicamente. Pagamos el tributo a la vida siendo parte de la cadena que nos trajo aquí. El juego de luces y colores ha estado bien, pero a partir de ahora tenemos que servir a esa cadena, a esa única célula que viene viviendo en cada ser que ha tocado el planeta y que es el familiar común al que debemos entregar nuestra parte para que siga la conciencia su viaje de manifestación a través de la luz.

En una segunda vuelta, de los 86 a los 92, estaremos aún aquí o en otra dimensión, y tendremos esa recompensa, ese momento para el que nos preparamos, ese instante de partícula infinita, para girar la cabeza y ver, ver la finísima línea de índigo intenso que, una vez revelado y visto, es eterno.

Ver o no ver, esa es la simple cuestión. Una vez visto, la conciencia se hace eterna. Y está preparada para el acto final… el del séptimo chakra… (próximo artículo).

 

“Para venir a lo que no gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
 Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres”…

(Versillos del Monte, Juan de la Cruz)

Carmen Viejo (Ahimsa). Profesora de Yoga, licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY) y por la Escuela Sivananda.

Talleres, retiros y clases en Granada, www.presentia.es
Aplazado el comienzo del “II Curso de Capacitación en Yoga, una experiencia personal de iniciación y transformación”.

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