Infrahumanos

2020-03-02

Hace unos días una alumna me pasó un vídeo impactante con imágenes de animales reciclando: cisnes recogiendo plásticos y un elefante que echa papeles a una papelera. Se les veía tan responsables y sensibles que me parecieron más humanos que muchos que se definen como tales hoy día. Escribe Zaira Leal.

La verdad es que me hizo reflexionar sobre el estado de nuestra especie y sobre el yoga como camino para evolucionar hacia el despertar de Consciencia.

Factores complejos relacionados con el karma y nuestra trayectoria colectiva nos han traído hasta un estado cercano a la aniquilación presente, no sólo de nuestra civilización sino también del resto de seres vivos sobre la superficie del planeta.

Con mucha tristeza me inclino a valorar que cantidad de personas hoy en día deberían ser calificadas como infrahumanos más que otra cosa. Este término suele aplicarse a circunstancias externas relacionadas con las condiciones vitales de las personas. Por ejemplo, se dice que alguien vive en condiciones infrahumanas cuando su situación está por debajo de lo que se considera propio o aceptable para nuestra especie. Sin embargo, aquí me refiero al estado de desarrollo personal en el que muchos se encuentran.

Hace años se decía “eres un animal” para referirse a quienes mostraban comportamientos brutales, pero creo que los animales de hoy son más conscientes que la mayoría de nosotros. No sólo reciclan, sino que viven en armonía con la naturaleza, su presencia no daña; al contrario, enaltece el entorno en el que viven y cuidan de sus semejantes como nosotros no hacemos.

Es curioso porque estamos siendo testigos de un despertar global en muchos aspectos y, a la vez, de una gran dormidez en la que los rasgos más viles y el estrés manejan el comportamiento de muchos. Para el yoga esto no es nada nuevo; existen numerosas leyendas antiguas en las que se habla del enfrentamiento entre asuras, los seres demoníacos, y devas, los virtuosos. Los primeros suelen ser representados con aspecto atemorizante: colmillos, ojos inyectados en sangre, cuerpos deformes y ese tipo de cosas.

Algunas señales de la infrahumanidad actual

Las sociedades desarrolladas viven en total desarmonía con el entorno natural y están basadas en un sistema de consumo que es posible gracias a la explotación de los recursos de la Tierra y la destrucción de numerosos ecosistemas. Hemos aniquilado especies, nos importa más ir de vacaciones a una ciudad al otro lado del planeta con el absurdo fin de sacarnos selfies delante de un monumento que cuidar de la calidad del aire que respiramos. Ya cuando era niña, en el libro de ciencias sociales de E.G.B. se enseñaba la importancia de cuidar los ríos y el campo porque la industrialización los había dañado. Cuarenta años más tarde estamos donde estamos.

Esa desarmonía sucede también en el interior. Una gran mayoría está dominada por los instintos más densos de las mentes del primer linga, de los tres primeros chakras: la obsesión por el dinero y la materia inconsciente, la distorsión grotesca de la sexualidad y el deseo de poder con el objetivo de manipular el entorno para así satisfacer los apetitos más bajos de los primeros centros energéticos. Hemos aceptado como normales comportamientos que son anti-naturales. Cuando nos paramos a observar nuestro modo de vida no podemos más que ladear la cabeza de lado a lado y decir: “¡Es de locos!”. Con toda la tranquilidad del mundo vemos imágenes en la tele de gente muriendo en mitad del mar, bosques enteros siendo talados innecesariamente; comemos cosas que ningún animal se metería en la boca porque están hechas con sustancias artificiales que el cuerpo no reconoce como alimento. No sigo porque estoy segura de que te haces una idea.

Ampararnos en la sadhana yóguica

Sin embargo, los humanos tenemos habilidades maravillosas que hemos perdido o que hemos enterrado bajo la gruesa capa de los condicionamientos sociales. Cada día son más los casos de remisiones espontáneas de personas cuyos cuerpos estaban atravesando procesos de enfermedades graves y como por arte de magia se curan poniendo de manifiesto nuestra capacidad innata de reparar y sanar todos los tejidos. De manera natural hay quienes pueden orientarse en el espacio y encontrar el camino de vuelta a casa a pesar de haber iniciado ruta en un lugar desconocido a cientos de kilómetros de distancia. También tenemos la capacidad de comunicarnos con los animales, las plantas y las rocas, de sentir cuándo y cómo van a suceder los fenómenos atmosféricos o de hablarnos telepáticamente unos con otros. En todos nosotros está instaurada la conexión con la red de vida universal y nada de esto es sobrenatural, es nuestra esencia.

Como yogins, tenemos la responsabilidad de practicar haciéndolo con la intención más elevada. Nuestra propia vida es el taller de alquimia donde día a día podemos alejarnos de las características infrahumanas de nuestra sociedad y acercarnos al estado que nos corresponde, el de humanos que viven conscientemente. Para ello, debemos ampararnos en los principios básicos de la sadhana yóguica:

–Tengamos siempre muy presente el código ético de los yamas y los niyamas. Gracias a él podemos contener los impulsos dañinos y sembrar la bondad.

–Centrémonos en cultivar pensamientos, emociones y sentimientos nobles. La confianza, la alegría o la compasión nos dan alas para ser quienes realmente somos.

–Creemos espacios de silencio y de simplicidad donde relajarnos y meditar. Al pararnos podemos empezar a escuchar la canción del Ser interior.

–Establezcamos ideales lo más elevados posibles y nutrámoslos a diario. Imaginémonos un mundo ideal, lleno de color, visualicémonos a nosotros mismos en el estado más refinado de Consciencia posible, llenos de Luz, pletóricos y rebosando Sabiduría y Amor.

–Cada mañana, despertémonos preguntándonos: ¿cómo va a vivir mi yo ideal este precioso día? Y acojámonos a la frecuencia elevada del corazón.

Hay mucho trabajo que hacer, pero tengo el convencimiento de que la transmutación es posible y de que está más cerca de lo que pensamos. Las numerosas historias de despertares increíbles nos recuerdan nuestra esencia luminosa, amorosa y plenamente consciente. Quienes nos dedicamos a este camino tenemos la maravillosa oportunidad de ser un ejemplo vivo de lo que significa vivir un camino de evolución hacia estados más plenos de ser, de humanos a humanos divinos supernaturales, llenos de humildad, compasión y dicha.

Zaira Leal es autora de Una fiesta para el alma y de Yoga en la cocina, Ed. Urano. Se considera yoguini desde la cuna y empezó a enseñar yoga en el año 2000. zaira@zairalealyoga.com / T +34 636814338

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