Yoga para trabajarnos el carácter

2016-04-02

Cuando leo aquí y allá que todos en nuestro interior somos AMOR (con derroche de mayúsculas), siempre me rebelo: pues, mire usted, va a ser que no; va a ser que, aunque vamos de estupendos, en cuanto la vida nos pone a prueba nos sale el egoísmo, el orgullo y la insolidaridad a borbotones. Por no hablar de quienes se ríen de la ética, la empatía y la compasión como si fueran chistes de colegio. Escribe Pepa Castro.

amor

No crean los amables lectores que digo esto porque tengo un mal día. Lo digo porque a veces leo cosas demasiado naifs y complacientes que desmerecen el real potencial transformador que tienen el yoga y la meditación.

Yo no aspiro a flotar en el Ser, ni a fluir en amor, ni tampoco deseo renunciar al goce de mis sentidos y emociones. No me valdría de nada conocer que soy un ser espiritual y que mi auténtica naturaleza es amor y perfección si luego en la vida diaria me sale de dentro una hiena incontrolable.

El mundo que nos toca vivir no necesita ángeles ni santos sino personas con sólida ética, valor y humildad para conocer las propias debilidades y querer enmendarlas. Por eso, mejor dejémonos de palabras mayúsculas y frases elevadas, pues al final distorsionan una realidad más humilde pero mucho más necesaria: la necesidad de educar, de reeducarnos, para transformarnos en mejores seres humanos, personas que intentan no dañar a otros ni dañarse con sus palabras ni con sus obras.

La mejor lección sobre yoga que he recibido me la dio un recluso de una prisión española. Cuando le preguntamos en qué le había cambiado su práctica de yoga (impartido por voluntarios), contestó: «Me siento diferente, porque ya me lo pienso dos veces antes de reaccionar a un impulso o a una provocación». En efecto, en esos pocos segundos de consciencia de sí mismo está contenida toda la transformación, toda la evolución que nos hace humanos.

La gran aportación del yoga y la meditación es que desarrollan nuestra consciencia, la luz que permite ver lo que pienso, siento y hago en cada momento, impidiendo el autoengaño.

Pero escuchemos a alguien que lo explica mucho mejor que yo, Fernando Díez (entrevista en YogaenRed de 16.1.2014):

“La consciencia ilumina todo lo que tenemos; tenemos todos los conocimientos morales, siempre los hemos tenido. El problema son las pasiones, el egoísmo, los intereses, que nos roban la consciencia y no podemos iluminar lo que llevamos dentro. Cuando eres consciente, tienes la ética y la razón una en cada mano; todo ser humano posee todo el conocimiento, los conceptos éticos y morales no han cambiado; es un conocimiento que pertenece a toda la humanidad.

Todo ser humano se considera capaz de juzgar cualquier hecho de la vida con una alta capacidad de acertar, una vez que está informado. El problema es cuando te afecta a ti el asunto; esa consciencia que utilizas para iluminar los problemas de terceros, cuando estás tú implicado, se va, y tienes que torcer las cosas hacia tu interés, y ahí se estropea todo.

Toda la finalidad del yoga es trabajarse el carácter. ¿Qué conforma el carácter? Egoísmo, ignorancia, aversión, miedo. Y eso es lo que el yoga se propone eliminar”.

Que la luz de la consciencia nos ilumine para que, mejorándonos a nosotros mismos, poder transformar el mundo.