Entrevista con Cristina Mata: «El Yoga me salvó la vida»

2013-02-11

Esta profesora con más de 20 años de experiencia en la enseñanza del Yoga habla con generosidad de su historia personal, marcada por la ansiedad y las fobias casi desde la niñez… Hasta que llegó el Yoga a su vida y le aportó ese espacio de serenidad que ahora enseña a crear a sus alumnos.

Cristina Mata

Cristina padecía, desde los 13 años a los 26, una especie de depresión nerviosa, en silencio. Tenía fobia a los espacios abiertos, a tomar el metro, a entrar en unos grandes almacenes. “Como era una persona muy ‘hacia dentro’ -nos explica-, lo escondía”. Llegó a aprender a vivir con su ansiedad, poniéndose pruebas, soportando las crisis.

“Pedí auxilio a mi Dios (cada uno tiene el suyo), y apareció el Yoga. Recuerdo que en la primera sesión de Yoga lo pasé fatal. Cuando empecé a escuchar las palpitaciones de mi corazón durante la relajación tumbada, quería salir corriendo. Pero también había una voz dentro de mí que decía: espera, espera, ten paciencia. Y continué… hasta el día de hoy.”

“Luego hice la formación, y estaba casi acabando los tres años que duraba entonces cuando disfruté por primera vez la sensación de relajación. Para mí eso fue definitivo. Yo siempre he dicho que a mí la enseñanza de Yoga me salvó la vida, y lo mantengo”.

Así fue como Cristina Mata decidió dedicar su vida a lo que la ayudó a salvarse. “Me siento muy unida a la enseñanza, porque siempre me ha tendido la mano”. Actualmente enseña en su centro Equilibrium de Barcelona.

¿Cómo vives ahora el Yoga?
Para mí la práctica de Yoga es como construir una historia en cada clase. Yo estudié Literatura, y pretendo que la poesía, la metáfora, el mito, la filosofía, estén presentes en mis clases, sin que estas se limiten a una sesión de ásanas

Tengo 50 años, llevo practicando desde los 26 y empecé a enseñar con 31; si no me hubiera reinventado en las clases, incluso si no tuviera esta capacidad de investigar, no podría enseñar. A veces tengo épocas que parece que la inspiración no me llega; entonces me quedo en casa dos o tres días, estoy con mis perros, con mis gatos, me hago como una burbuja alrededor y empiezo a fijarme en la naturaleza. Cargo pilas y vuelvo de nuevo…

Supongo que como practicante, aún estás en ese camino de autoindagación
Y tanto. Porque además la vida siempre te sorprende, y debes estar preparado para los siguientes capítulos que te van a llegar… El sufrimiento siempre llega a nuestras vidas de una manera u otra. El Yoga te ayuda a vivir ese sufrimiento y, sobre todo, con los años de práctica, a darte cuenta de que hay algo dentro de ti un espacio de tranquilidad en el que sientes plenitud.

A mí me ha pasado que ha habido momentos en los que lloras por lo que te ha ocurrido. Es curioso porque sientes que hay dolor pero al mismo tiempo hay serenidad. Eso para mí significa que hay un centro, y ese centro no lo pierdes, no se desplaza; es como una raíz que la práctica te ha creado de forma a veces muy sutil. Incluso cuando vives un drama te estás dando cuenta de que lo vives y a la vez estás segura de salir adelante. Esto es muy bello de ver, porque te demuestra que el ser humano tiene en sí mismo todas las cualidades, facultades y herramientas para salir adelante en todas las circunstancias.

Así que no se trata solo de hablar de cualidades en clase, sino de darte cuenta de que están, tanto si hablamos de voluntad como de fuerza interior, etc. Eso el Yoga te lo muestra muy claramente.

Como enseñante, ¿en qué valores pones especial cuidado?
En la enseñanza del Yoga existen otro tipo de factores además de los académicos. La clave de es entender que Yoga es una vía de autoconocimiento y de autoindagación; eso es algo sobre lo que insistimos continuamente en la escuela. Aunque tengas muchos conocimientos en otras materias (filosofía, ayurveda, anatomía…), si no vives el Yoga como experiencia personal, no avanzas.

Quien aprende ha de tener curiosidad por la investigación interna. Cuando das el paso de estudiar cuatro años de Yoga, se supone que hay algo en ti que quiere buscar algo más. Eso es muy interesante, ver cómo, a lo largo de los años, los alumnos dejan de ser esas personas tímidas que llegaron para desarrollar aspectos de sí mismos que antes desconocían.

Debe de ser bonito ver esa transformación que opera el Yoga en los alumnos, en las personas, a través de vosotros, los enseñantes.
Hay una responsabilidad nuestra como enseñantes, y es intentar ser honestos. Obviamente también tienes que mostrar al alumno que no eres un iluminado, un guru o maestro, sino una persona como el propio alumno, con sus limitaciones, que está intentando aprender de todas las situaciones. Y que lo que has aprendido al cabo de los años ha tenido un peso tan importante en tu vida que cuando han llegado los conflictos o un periodo de oscuridad, has encontrado esa luz que te ha ayudado a mantenerte, a elevarte y poder seguir adelante. Un profesor debe inspirar, animar a desarrollar aspectos y cualidades de uno mismo.

También hay que saber ser mediador nada más y tener mucho cuidado y coherencia para no manipular a quienes tienes delante y te escuchan. Como profesores eso hay que tenerlo claro: no hay que querer nada personal del alumno, sino, al contrario, inspirar y animarles a ser mejores personas. La enseñanza del Yoga tiene que ayudarnos a acceder a esa humanidad que hay dentro de nosotros mismos.

¿Cómo valoras el peso de la tradición en las enseñanza del Yoga de hoy día?
Yo me he formado en una enseñanza muy tradicional. Pero también uno de mis maestros me dijo que la tradición hay que respetarla entendiendo que es algo vivo. Por ejemplo el mantra Om Namah Shivaya seguirá siendo como lo fue desde hace siglos en su contenido, pero hoy en día puede cantarse con diferentes melodías. Una cosa es mantener la tradición y otra no tener en cuenta el lugar en el que estás, la situación en la que vives, la conexión que tiene la tradición con la música, con la práctica, etc. Por tanto, la tradición ha de estar viva siempre y yo personalmente considero que hay que respetarla y honrarla.

Los que enseñamos siempre tenemos que tener una visión de mediadores. Porque la tradición por sí misma ha existido, existe y existirá, pues finalmente habla de la verdad, de la pureza, de una serie de aspectos del ser humano que los yoguis de hace miles de años ya estaban comentando y explicando y que hoy en día psicólogos, médicos, psiquiatras confirman.

Independientemente de que tú cantes un mantra con guitarra o en tejanos, no olvides que esto forma parte de una tradición que hay que respetar, pensando que eso no es tuyo, sino que ha llegado a tu vida para darte muchas herramientas, muchos caminos que te permiten acceder a esa humanidad que llevas dentro.

En la actualidad han surgido tantas tendencias en el Yoga, con tantos matices… Si tú fueras alguien que quiere iniciarse en el Yoga, ¿cómo te orientarías en esta oferta de “yogas”?
En Estados Unidos ha habido un boom de Yoga, y todos los profesores que iban saliendo empezaron a dar nombres a sus métodos para crear estilos distintos y atraer la atención: Anusara Yoga, Bikram Yoga, Jivamukti Yoga. A los seres humanos nos gusta cambiar, buscar la diferencia, la imagen. Eso los americanos lo saben hacer muy bien. Y su “legado” nos ha salpicado a todos. Todo el mundo quiere poner su sello, crear mercado.

Voy a tirar piedras sobre mi tejado, porque en mi escuela hemos nombrado dos estilos, pero tengo que decir que el Yoga no busca eso, el Yoga no es de nadie. Incluso en Estados Unidos quisieron registrar la palabra Yoga, y la gente en India se echó encima…

Cuando una persona te pregunta qué hago y por dónde empiezo, tú tienes que decirle que pruebe las clases, pero después de dejarle claro que la base de la mayor parte de los estilos de Yoga es el Hatha Yoga de toda la vida. Más lento, más dinámico, con diferentes matices… pero en definitiva, Hatha Yoga. Lo demás es mercado.

http://www.yoga-equilibrium.com/