Una reflexión postpandemia sobre el valor del Yoga en la educación de niños y adolescentes

2021-10-21

Ha sido durante el confinamiento y la eclosión de las tecnologías online cuando muchas familias descubrieron el Yoga, comprobando que es una actividad con infinitos beneficios y que practicada en familia ofrece una experiencia enriquecedora, al convertir el momento de la práctica en un espacio de calidad transformador. Escribe Joaquín Castaño.

La situación vivida durante la pandemia y el confinamiento ha condicionado la vida y la rutina durante la infancia y la adolescencia. Estar recluidos/as en casa sin poder salir al exterior ha supuesto una nueva situación, nunca antes experimentada, demandando un gran esfuerzo adaptativo y generando, en algunos casos, cuadros de estrés, ansiedad, alteraciones del sueño y todo tipo de reacciones psicoemocionales que han alterado su salud, tanto a nivel físico como mental y emocional.

Posteriormente, la vuelta a las aulas estuvo llena de incertidumbre hasta el último momento: adaptarse a los cambiantes protocolos, al distanciamiento social, a los grupos burbuja y, sumado a la experiencia anterior, supuso más esfuerzo adaptativo y más estrés, tanto en las primeras edades, como en la adolescencia.

Todo tiene varias interpretaciones y saber ver el lado positivo o “menos malo” ofrece nuevos puntos de vista. En algunas visitas a colegios, al preguntar al alumnado cómo habían pasado el confinamiento, sus respuestas eran muy positivas y muchas coincidían en que había sido lo mejor que les había pasado porque habían podido pasar más tiempo con sus progenitores a pesar de las circunstancias.

La crisis como oportunidad

Siempre se puede valorar y analizar lo acontecido desde el optimismo y pensar en la oportunidad que gracias al confinamiento han tenido las dos partes de pasar más tiempo juntas.

Y, curiosamente, ha sido durante el confinamiento y la eclosión de las tecnologías online cuando muchas familias han descubierto el Yoga y han podido comprobar que es una actividad con infinitos beneficios para todos los miembros y que practicada en familia ofrece una experiencia enriquecedora, convirtiendo el momento de la práctica, en un espacio de tiempo y calidad transformador.

La práctica de yoga aporta recursos y técnicas enfocadas al autoconocimiento, favoreciendo la resiliencia, una cualidad indispensable que demanda este momento. Conocerse para convivir, con uno/a mismo/a, y con el resto de seres humanos, porque a nivel social, la pandemia también ha provocado cambios y nuevas maneras de relacionarnos. Saber gestionar la soledad y aislamiento que el confinamiento produjo, mantenerse enraizado/a frente a las consecuencias y sentimientos de segregación en la sociedad y aceptar las tan diversas emociones (impotencia, desmotivación, pesimismo…) experimentadas por las que niños y niñas han tenido que transitar, se convierten en competencias indispensables para la sociedad del futuro, sin olvidar que ellos/as forman una parte importante del presente.

La pedagogía del ejemplo

Un detalle fundamental a tener en cuenta son las repercusiones que tiene en la infancia ver practicar yoga a sus propios progenitores. En este sentido soy de la opinión de que la mejor pedagogía está en el ejemplo, es decir, el posicionamiento e influencia que tienen madres y padres, como libro de texto de la vida, durante el crecimiento y desarrollo del niño.

Todos los beneficios de la práctica del yoga también pueden aplicarse a una crianza consciente, transformando y convirtiendo a la familia en un núcleo único, empático con todos sus miembros, solidario, y sobre todo fomentando la semilla de la consciencia que deseamos para nuestra sociedad.

En mi opinión, es en este histórico momento de cambios y “nuevas normalidades” cuando el yoga se presenta más necesario que nunca, porque el mayor aprendizaje que nos deja la pandemia es que debemos aprender a ser conscientes del momento presente, valorarlo y entender que vivimos en una realidad cambiante y que escapa al control que creemos tener.

Para las personas que tenemos el Yoga como estilo de vida quizá la gran “práctica” haya sido todo lo que ha acontecido con la llegada de la pandemia, el confinamiento y las continuas restricciones, protocolos y normativas con las que hemos tenido que vivir. Desde mi vivencia personal de la situación, puedo afirmar que gracias a las técnicas y herramientas que el Yoga me ha enseñado he podido adaptarme a los vaivenes y a la inestabilidad de las circunstancias tan insospechadas que la vida nos ha presentado. De ahí, comparto esta reflexión: ¿Cambiaría la sociedad a mejor si conociéramos el Yoga desde las primeras edades y en familia?

Como profesores y profesoras de yoga podemos y debemos aceptar la responsabilidad de ofrecer, a través del Yoga en la Educación, una gran ayuda y un impulso vital, para que el desarrollo y evolución de las futuras generaciones sea más holístico equilibrado e integral. ¿Qué sentido tiene realizar perfectamente un análisis sintáctico o resolver un teorema de Gauss si este conocimiento no va acompañado de herramientas y recursos para adaptarse a una situación como la pandemia y sus consecuencias? ¿Para qué aprender a situar a Júpiter en el sistema solar si no sé identificar ni qué hacer con una emoción cuando la estoy experimentando?

Joaquín Castaño es formador de Âsana y Yoga en la Educación y profesor de Hatha Yoga y Yoga para niños en la EIY