Confesiones de una aspirante a profesora de yoga

2018-09-14

La Formación Intensiva de profesores Hot Yoga Vinyasa en Yogalinda había sido muy completa. Estábamos llegando al final, tras 4 semanas tan densas en prácticas y enseñanzas que mil veces me pareció que el curso no acabaría nunca. Escribe Meagan Klein.

Aunque en la última semana sólo había un poco de nueva información para digerir, el mayor peso estaba en la preparación para los exámenes finales. Todo lo que se interponía entre nuestras certificaciones y nosotros era una clase original de yoga de 60-75 minutos y un examen exhaustivo de todo lo que habíamos aprendido en las últimas cuatro semanas.

Sentí un cambio en el aire en el primer día de la semana final. Incluso las almas más libres y relajadas del grupo, quienes habían mantenido un estado de ánimo calmado durante todo el mes, centraron toda su atención y todos sus esfuerzos en la última semana y se sumergieron en sus estudios. Hubo menos charla en los baños  incluso dedicábamos la mayoría de nuestro tiempo para comer a seguir estudiando y perfeccionando nuestras secuencias. La tensión nerviosa en la atmósfera era tan densa que se podía cortar con un cuchillo, pero me sentí segura de que todos y cada uno de nosotros iba a terminar este curso con fuerza.

Todos esperamos que llegara el miércoles, cuando comenzarían los exámenes prácticos. Uno de mis mejores compañeros del curso fue el primero en dar el gran paso al escenario, probablemente más nervioso que ninguno. Qué increíble ver a uno de nosotros enseñando. Nunca se lo dije, pero verlo allí levantarse y enseñar por primera vez hizo que se me lloraran los ojos. Era mi compañero, mi amigo, mi confidente, y fue para mí una bendición ser testigo de su triunfo sobre sus miedos y sus inseguridades en la parte delantera de la sala de clases.

Los siete de nosotros restantes fuimos mostrando nuestras clases durante los siguientes tres días. Después de todo la tensión y la emoción que habíamos acumulado durante el mes transcurrido, la prueba había llegado y se había ido. Cada uno de mis compañeros de clase enseñaba con gracia y confianza, y cada clase me hacía sentir orgullosa de formar parte de ese grupo.

¡Por fin soy profesora!

Incluso cuando llegó el momento de que yo impartiera mi clase, la crítica negativa desapareció de mi cabeza y me encontré inmersa en una comodidad sorprendente al tomar la iniciativa delante de  todos. Después de tantas dudas y miedos como había tenido al comienzo del curso ahora sentía como si esos pensamientos no tuvieran peso. Sabía que podía hacerlo, sabía que todos podíamos hacerlo. Y habíamos ganado el derecho a hacerlo.

Nunca olvidaré la sensación que sentí en mi alma mientras concluía mi práctica y decía “Namaste” al inclinarme ante mis compañeros. Sentí por primera vez que realmente había conocido todo lo bueno de los demás y de mí misma, así que me llevé las manos al pecho y la cabeza al suelo.

Después de completar los exámenes prácticos me quité un enorme peso de encima. Ya solo quedaba el examen escrito y celebrar nuestro éxito. Estaba segura de que la prueba sería un reto, pero sentí que era una oportunidad de valorar el conocimiento y la información que nos habían dado en el último mes. Los nervios y la ansiedad ya no estaban presentes cuando me presenté al examen. Sabía que me había ganado el derecho a decir «soy profesora», y sabía que mi examen lo reflejaría. Quizás todos mis compañeros sintieran lo mismo porque había una extraña sensación de calma flotando en la sala durante el examen.

Después de dos horas de pruebas y un almuerzo informal de celebración vino la ceremonia de clausura y la entrega de nuestros certificados de Yoga Alliance que nos otorgaba el derecho a llamarnos a nosotros mismos profesores de yoga. Es difícil de explicar el sentimiento de honor y logro que sentí en ese momento; ese certificado fue mucho más que el reconocimiento de finalizar el curso, y me sentí más completa de lo que nunca me he sentido en mi vida.

Dispuesta a explorar mi verdad

Muchas personas no entendieron mis motivaciones para inscribirme en este curso y gastar tanto dinero en algo que a menudo no produce ganancias económicas significativas. No lo hice para poder enseñar. Estaba destinada a hacer frente a algunas duras realidades acerca de mis opciones de vida y de aquello que ya no me servía. Estaba destinada a encontrarme a mí misma en este curso, y eso fue precisamente lo que pasó. Sí, ahora puedo enseñar a otros, pero mi mayor logro es haber estado dispuesta a explorar mi verdad, a abrazarlo todo, lo que soy y lo que quiero ser.

Mi nombre es Meagan Klein, y he terminado con éxito la Formación de Profesores Hot Yoga Vinyasa de 28 días de Yogalinda. Mi búsqueda de conocimiento y de luz no se quedará ahí, porque es continua e indefinida. Estoy muy agradecida a todas las personas que han formado parte de mi viaje hasta ahora y espero que todas las almas que tocaron mi vida sigan como yo por este camino de iluminación. Les deseo a todos mis compañeros de clase y a los futuros alumnos la mejor de las suertes y el coraje para perseguir lo que sea que te haga sinceramente felices en esta vida.

Meagan Klein. Nueva profesora de Hot Vinyasa Yoga

Toda la información: https://yogalinda.es/blog/category/formoacin-de-yoga/