La sargento Gertrudis, de incógnito, prueba eso del yoga

2016-11-17

«Quinto Congreso Internacional de Yoga patrocinado por Solein Orange. He logrado infiltrarme satisfactoriamente de acuerdo con el plan de mi comandante Guruberto. (Grabación de la sargento Gertrudis Soldevilla)». Es un relato de Roberto Rodríguez Nogueira, Yoga Pirata.

sargentogertrudis

Nadie piensa que tras el sofisticado alias de Susananda se esconde la sargento Gertrudis Soldevilla. Me he apuntado a un montón de seminarios, stages, masterclasses, tupper/yoga y a un practical worshop de Financial Yoga Business (FYB), un estilo nuevo con muchos adeptos. Voy a grabarlo todo.

Día 1 a las 10:00: Clase práctica de yogajutsudo. Imparte Senseigurú Tom Stronghold.

Senseiguruji, como le gusta que le llamen familiarmente sus amigos -y nos dice que ya los somos- sale a la arena vestido de tatuajes, calzón negro y cinto negro. Nos saluda con una muy sentida inclinación que dura tanto que creo que le ha dado un aire… No. Es una reverencia para dejar claro que debajo de ese cuerpazo esculpido hay un yogui muy espiritual. Menos mal que lo hace saber… Aunque yo me lo tiraría lo mismo sabiéndolo que no. ¡Ay, que lo he dicho en voz alta!… Perdón.

Empezamos. Se planta majestuoso, hierático en la parte de delante del aislante, micro en garganta y empieza a mandar. Voz profunda y bien templada. Iré traduciendo. Manos arriba, mirada arriba. Inclínate hasta tocar el suelo con las palmas…

Sonido descacharrante…

(Fin de la grabación. A continuación, informe escrito de Gertrudis Soldevilla al comandante Guruberto)

Ha habido una baja. El equipo de grabación ha caído. A continuación yo he caído sobre él. D.E.P. No contaba con la moda de las posturas invertidas radicales. Toda la clase estuve puesta de manos y la grabadora espía se me cayó en el primer handstand.

La primera parte de la clase estuvo bien. Un saludo al sol de media hora con 45 formas diferentes de hacer el pino. En la segunda, Senseiguruji nos enseñó cómo incluir patadas de karate en nuestra práctica sin atizar al vecino de aislante. Luego nos enseñó a matar pateando, compasiva y limpiamente, first series, desde sirsasana… Original y fresco, pero poco práctico a mi modo de ver.

El stage me pareció muy a la moda, muy currao, muy de autor, y Senseiguruji está como un queso. Pero las maneras de matar compasivamente, first series, se me antojaron poco realistas si bien sanísimas para una buena circulación. Senseiguruji me ha dado el cinto negro (pero no su teléfono, el muy cobarde) cuando he superado desde un perro bocabajo su ridícula guardia en sirsasana y lo he pateado, dislocado y estrangulado con técnicas clásicas de pencak silat indonesio, mala leche castellana y la gracia de la madre que me parió, que era de Cái.

Él se lo pierde.Tras el stage entré a la conferencia de Neurobiociencia geneticocuántica fullness impartida por el premio nobel y monje zen Zarathustra Schroedinger, “Realidad, percepción y felicidad”.

Como el venerable no pudo venir nos colocaron a un becario al que, a todas luces,  no le contaron con quién iba a vérselas. El infeliz se trajo un gato, lo metió en una caja y nos dijo, haciéndose el interesante, que a nivel cuántico se podía decir que el gato estaba vivo, estaba muerto y estaba vivo y muerto dentro de la caja porque nuestra percepción no alcanzaba a fijar una probabilidad concreta.

Probando con el Pole Classic Yoga

Con indignado y feroz rugido felino los presentes nos abalanzamos yóguicamente, todos a una, sobre el desgraciado, liberamos al gato y lo metimos a él en la caja. Los veganos radicales querían tirarlo a la calle. Finalmente prevaleció el compasivo sentido común y lo echamos al río, que es más blandito.

Como nos sobraba tiempo debido a la brevedad de la intervención, nos sentamos en círculo, nos fuimos pasando al gato y nos presentamos. Había yoguis de todos los formatos, y se respiraba un ambiente de tanta relajación, paz, falta de competitividad y satisfacción que no dudé, en un despiste, en hacerme con el felino y llevármelo a mi cuarto. Lo he llamado Apofis.

El tercer evento de la tarde se llamaba Pole Classic yoga, y es una variante del clásico Mallakhamb, excelente y espectacular disciplina india que aparentemente consiste en empalarse voluntariamente de cuantas formas sea posible en un poste clavado al suelo. Hasta ahora siempre ha venido como modalidad de exhibición, pero ya empieza a ser practicado en algunos yogashalas occidentales. Míralo aquí:

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=QRA9QA3236I[/youtube]

Es una modalidad tradicionalmente para hombres, así que me puse un bigotazo para pasar desapercibida.

Yo pensaba que tendría que ver con el sensual pole dancing que siempre me ha parecido ejercicio y espectáculo harto elegante, sensual y grato de ver… pero qué va. Por lo que he visto esto va de apretar a correr tras encomendarse a los dioses para estrellarse, esparrancado y con las vergüenzas por delante, contra el palo de marras. Debe ser para mantener el celibato, creo.

Los instructores indios controlan magistralmente todas y cada una de las partes en la ejecución del ejercicio. Saltan, tiran para arriba como bonobos y ejecutan a toda pastilla unas refinadísimas cabriolas y monerías. Los demás, los desgraciados, simplemente y a toda pastilla, se ejecutan las partes, resbalan hasta el suelo con unos gruñiditos muy muy suaves y se quedan encogidos en trance fetal.  El maestro, un anciano de Pune vigorosamente amostachado,  no ocultaba su felicidad cada vez que un inglés lo intentaba. Me dijo que yo tenía futuro y me felicitó por mi bigote.

Aquello me dio hambre, así que me dirigí al restaurante.

La comida, en vez de ser encomendada a los sikhs o a los hare krihsna, como debe de ser, se solicitó en un innovador catering de Cocina Pránica de síntesis. Foto-síntesis.  Estuvimos media hora aprendiendo a absorber prana solar con las retinas. Como estaba nublado nos pusieron una degustación de leds azules más bien sosos, como de bote.

Subzero Yoga para liberar lamente y dominar pasiones

Tras instruir a Apofis para traer bocatas de tortilla del bar de la esquina me fui a la clase de Subzero yoga, esas que se hacen a quince grados bajo cero en pelota picada y resultan fantásticas para curar lesiones, dominar las pasiones y liberar la mente.

Creo, pero esto es una opinión no contrastada, que el profesor e inventor del método lleva muerto varios meses. He observado cómo sus asistentes lo meten y lo sacan de la sala en postura de loto y ni parpadea ni respira durante la sesión. Dicen los folletos que es el nivel maestro de Subzero Yoga o Límite Disney.

Debo señalar que da lo que promete. Estar en pelotas a 15 bajo cero no excita pasión alguna, y como no te mueves más que dando saltos y jurando mucho, no hay sobreestiramientos agresivos. Abandonar aquel espacio procura, efectivamente, una experiencia de absoluta liberación.  Raro, pero no me sentía tan liberada desde que salí de mi última clase de Bikram.

Nirvikalpa Samadhi enpaquetado

Tras el yoga Subzero asistí a un seminario de FYB (Financial Yoga Business), que estaba abarrotado. Consistía en una conferencia y en una práctica interactiva simulando abrir un centro de yoga nuevo. Decidí poner a prueba mis recién adquiridas habilidades yóguicas.

La conferencia trataba de cómo  producir, procesar, envasar, transportar y vender el yoga al consumidor, fresco y en su punto. Fue impartida por un economista metafísico de la escuela de Viena y chef de Adriá.

Nos mostró cómo con la Nanotecnología y con cosas que no entenderíamos, pero casi ecológicas y muy veggies, hoy ya es perfectamente posible materializar un estado de nirvikalpa samadhi (estado de iluminación absoluto) y empaquetarlo en un tetrabrick.

Dicen las malas lenguas que lo hacen con jugo de sadhu exprimido. Clonado, además. La empresa afirma que eso es una salvajada y que sólo usan carne vegetal. Sadhus veganos certificados criados en libertad.

Los conservantes y aditivos necesarios hacen que se pierda un 99.9 de efectividad, pero el sabor dulce sin azúcar añadido y el colocón, como de saciedad y canabinoides,  lo hace ideal para niños con déficit de atención, diabéticos y gordos insatisfechos… El mercado americano es suyo. Además no supera el límite del felicidad en sangre durante la conducción. Estará disponible en cinco sabores. Lo llaman Soilen Orange y son los patrocinadores del evento.

La práctica consistió en dividirmos por equipos, nos dieron una ciudad en una simulación informática y repartieron zonas de influencia para cada uno. El ganador recibiría el patrocinio de Soilen Orange para hacer real su proyecto.

Yo trabajo sola.

Los demás, siguiendo el modelo teórico propuesto, enfatizaron la mercadotecnia, perfil socioeconómico del barrio, pirámide de población y demás. Yo opté por una estrategia clásica de infantería reclutando un pelotón de modelos de fitness y otro de porteros de discoteca. Adiestré al primero para hacer coreografías molonas donde sobresaliesen culo, tetas y abdominales. Algunas ideas las tomé de Senseiguruji Stronghold y otras de mis conocimientos de Sri Daiva yoga.

Mandé al segundo batallón a hacer visitas de cortesía a los demás equipos y a los instructores del seminario. Llevaban unas fotos frescas de los novatos del Pole yoga y mi cinto negro de yogajutsudo para que ilustrasen los inconvenientes de no contratar mi protección en tan peligroso negocio.

Organicé macroyogaparties con S. Orange gratis para todos y realicé sorteos de yogapants de Alibaba «Kardasian ass style» mientras los modelos hacían sus rutinas en masteryogaclasses multitudinarias. Me inspiré en el yoga subzero para hacer exactamente lo contrario. A los cinco minutos tenía 2.000 solicitudes de plaza, al menos 1.750 de gordas infelices (hombres y mujeres).

Con semejante panorama el banco se me abrió de piernas con el crédito loquetuquierasmiamol, la mercadotecnia por su cuenta y un cohíbas especial prendido con billete de 50 entre mis dientes. Los otros grupos me felicitaron profusamente tras pagar, muy bien motivados, la citada tasa de protección que les indicaron mis porteros-gestores, y los instructores me han contratado para dirigir el departamento de Inversión Amorosa Multinacional (I´AM), que entre nosotros llamamos «blitzkrieg».

El yoga y la portera

Como siempre, tras la victoria me sentía vacía, así que en vez de asistir al seminario de Biomecánica miofascial “Maniobras de autoosteopatia de emergencia para cuando te lesiones la sacroiliaca”  al que los yoguis más youtubers acudían en bigotuda y disfrazada procesión, preferí meterme en una sala pequeña y vacía donde vi a una mujer sobre una esterilla de mercadillo haciendo torsiones simples.

Estuve un rato haciendo yoga, siguiéndola en silencio en su rutina. Acabamos con una meditación sentadas.

Por primera vez en el día me sentí serena, con el espíritu henchido y el cuerpo relajado y atento. Di las gracias y pregunté a la mujer qué estilo de yoga era aquel. Me dijo ella que era la portera, que era su rato de descanso y que no sabía qué era el yoga, que ella imitaba, jugando, a su gata, a todas luces la mamá de Apofis, que ahora dormitaba del otro lado del aislante junto a su retoño.

CaraRobertoRoberto Rodriguez Nogueira. Profesor de yoga desde 1992. Escritor y bloguero. Estudia, practica y enseña diferentes enfoque de chamanismo, filosofía y magia.

http://elartedelacalma.com/