Yoga Day 2014: un cambio de postura por los derechos de las mujeres y niñas

2014-11-03

«La práctica de yoga va mucho más allá de la actividad física. El yoga es unión y conciencia, y basa sus principios en la capacidad del ser humano de contribuir, mediante su propia realización personal, a la mejora de la vida de los demás”, explica Patricia Boadas, profesora de yoga y colaboradora de Yoga Day.

 

@Daniel Bernal - Yoga Day

@Daniel Bernal – Yoga Day

Boadas añade que “todas nuestras acciones tienen un impacto en la realidad que nos rodea. Yoga es conocer este potencial y utilizarlo a favor de la humanidad con el convencimiento de que todos somos uno”.

Esta es la inspiración de una nueva entrega, la cuarta, del Yoga Day de Amnistía Internacional, que del 16 al 25 de noviembre reunirá a centros de Yoga de Catalunya para ofrecer luz colectivamente a los derechos de mujeres y niñas y demostrar que el yoga transciende y va mucho mas allá de la práctica sobre la esterilla.

El mantra de Yoga Day es un cambio de postura por los derechos humanos, porque todas las personas tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, su salud, su vida sexual, su identidad de género, sin sufrir discriminación ni violencia. Sin embargo en todo el mundo, la libertad de individuos de tomar estas decisiones se ve coaccionada por parte de estados, profesionales médicos y jurídicos, incluso por sus familias.

Los fondos conseguidos con Yoga Day 2014 (www.es.amnesty.org/yogaday/es/) ayudan a Amnistía Internacional a romper un silencio que maltrata a muchas mujeres y niñas en el mundo, desafiando el estigma que existe en torno al derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. La campaña global “Mi Cuerpo Mis Derechos” de AI busca provocar, en los dos próximos años, un cambio real y tangible en las vidas de mujeres y niñas de todos el mundo, pero especialmente en países como Burkina Faso, El Salvador, Algeria y Marruecos, Túnez e Irlanda. Porque las violaciones de derechos humanos tienen nombre propio.

Amina, casada con su violador

Cuando a Amina Filali, de 16 años, la obligaron a casarse con el hombre que, según decía, la había violado, no vio más salida que el suicidio. Se mató ingiriendo raticida en marzo de 2012. Su muerte causó indignación en toda la región. Mostró que podía utilizarse la legislación para ocultar una violación.

Las disposiciones discriminatorias de la legislación argelina, tunecina y, hasta hace poco, marroquí, hacen hincapié en la moral, más que en la integridad personal, y permiten a los violadores eludir la acción de la justicia casándose con sus víctimas adolescentes.

Beatriz eligió vivir

En El Salvador el aborto es ilegal en todas las circunstancias, incluso en caso de violación, incesto o de peligro para la vida o la salud de la mujer o la niña. Cuando “Beatriz” (nombre ficticio) se quedó embarazada, los médicos le dijeron que si seguía adelante con el embarazo podía morir. Además, al feto le faltaba parte del cerebro y el cráneo, y no iba a sobrevivir. Sin embargo, los médicos tenían las manos atadas por una ley tan extrema que sólo unos cuantos países aplican legislación similar.

En abril de 2013, decidió reclamar sus derechos y exigió el tratamiento médico necesario. Al final, gracias a su valor y a la campaña concertada de organizaciones salvadoreñas, activistas de AI y muchas otras personas, Beatriz se sometió a la intervención médica que necesitaba. Incluso tras el escandaloso caso de Beatriz, la prohibición total del aborto, que a ella casi le costó la vida, sigue vigente.

Es de vital importancia “intentar denunciar y divulgar esta situación, y trabajar por cambiarla”, explicaba Alejandra Burgos, portavoz de la campaña en apoyo a Beatriz y defensora de derechos humanos en su país.

Kopila, paliza y dolor

“Doce días después del parto, fui a cortar leña con el hacha –explicó a Amnistía Internacional en abril de 2013–. Mi esposo pidió agua y discutimos. Me dio una fuerte paliza. No sé si se me salió el útero cuando estaba cortando leña o después de la paliza. Después comencé a tener dolor de espalda y de estómago, y no podía ponerme derecha, sentarme ni hacer el trabajo.” Kopila tenía 24 años y acababa de dar a luz a su cuarto hijo cuando contrajo prolapso uterino.

El prolapso uterino afecta a 600.000 mujeres, aproximadamente, en Nepal, muchas de las cuales son –contrariamente a lo habitual–menores de 30 años.

Decidir sobre el propio cuerpo es un derecho humano

Desafortunadamente los casos de Amina, Beatriz y Kopilia no son excepciones, países en todo el mundo tienen un largo historial de incumplimiento de sus obligaciones. Sin ir mas lejos un estudio de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA) publicado en 2014 revela que en Europa una de cada tres mujeres (33 %) ha experimentado violencia física o sexual desde la edad de 15 años.

“Tenemos que sensibilizar a la gente y asegurarnos de que quienes ya tienen información sobre los derechos sexuales la difundan entre otras personas.” explicaba Kando Seraphine, joven activista de Burkina Faso, en conversación con Amnistía Internacional. Ya que solo desde la posición de decidir sobre nuestro cuerpo, podemos trabajar para empoderar a mujeres para que tomen decisiones libres e informadas y ejerzan sus derechos sin sufrir discriminación ni violencia.

Participando en Yoga Day 2014 podemos impulsar el cambio para mujeres como Amina, Beatriz y Kopila, que ponen rostro a tantos miles de mujeres y niñas que ven conculcados sus derechos sexuales y reproductivos. Hay que decir bien alto que se trata de derechos humanos y que estos derechos necessitan ya un cambio de postura.