Sanación íntegra de la persona: Yoga y mindfulness para el cáncer

2018-07-23

El yoga puede servir como una poderosa herramienta de autoayuda para las personas que hacen frente al impacto del cáncer, pues ayuda a los practicantes a sanar de forma holística: cuerpo, mente, espíritu y relacionesEscribe Morven Hamilton.

Hoy en día, el 50% de las personas con un diagnóstico de esta enfermedad sobrevivirá por diez años o más. La tasa de supervivencia se ha más que duplicado en los últimos 40 años.

Cada vez más, el enfoque adoptado por médicos y cuidadores no es solo tratar de alargar la vida de la persona con cáncer, sino también ayudarla a vivir bien. Cuando decimos “vivir bien” se entiende vivir con un grado de facilidad física y mental, en una relación saludable con uno mismo, con los seres queridos y con el mundo. El yoga puede servir como una poderosa herramienta de autoayuda para las personas que hacen frente al impacto del cáncer, pues ayuda a los practicantes a sanar de forma holística: cuerpo, mente, espíritu y relaciones.

Si bien el yoga no es un sustituto del tratamiento médico y nunca debe considerarse una alternativa, puede ayudar a que las personas afectadas por el cáncer ejerzan cierto control sobre su propia salud física y mental. Aquí debo decir que la afirmación de que la autoayuda permite a las personas influir en su propia salud de ninguna manera implica que sean responsables de su enfermedad. Hay muchas variables en las condiciones que combinadas producen cáncer y no es útil ni razonable pensar que sea culpa de alguien. Sin embargo, se podría decir que una persona con cáncer tiene la responsabilidad de su enfermedad, lo que significa que puede hacerse cargo de su propio cuidado en mayor o menor grado, según sus circunstancias.

Se sabe que el Hatha yoga promueve la relajación, permite que los sistemas nerviosos y endocrino generen homeostasis, lo que tiene un efecto positivo en el sistema inmunitario. Como también se conoce comúnmente, fortalece los músculos, mejora la funcionalidad de las articulaciones y ayuda a reforzar el tejido cicatricial. Además, los alumnos que asisten a mis clases han observado que se incrementa su conciencia corporal de tal manera que sienten capacidad de diagnóstico, lo que aumenta su confianza en que percibirán desequilibrios si se producen en una etapa precoz.

Otro beneficio importante de una práctica de yoga consciente (mindful) es que ayuda a las personas a hacerse amigas de su cuerpo. En nuestra sociedad, altamente consciente del cuerpo, esto es imprescindible para cualquiera que busque la autoaceptación, pero para aquellos que han tenido un diagnóstico de cáncer es común sentirse alienados de su cuerpo e incluso traicionados por él. “Enajenado”, “amputado” e “indeseable” son palabras que a menudo escucho en relación con el cuerpo con cáncer. El mindfulness y el yoga nos enseñan a dirigirnos hacia las partes de las que nos sentimos aislados, a dar la bienvenida a nuestra experiencia y finalmente a abrazarla como parte integral de nuestro ser.

Cómo ayudan el mindfulness y el yoga

–Comenzamos a confiar en nuestros puntos de referencia internos y aprendemos nuestra propia verdad en lugar de poner nuestro sentido de autoestima en ideales poco realistas, construidos socialmente. Al aprender a estar y convivir con la dificultad física o la incomodidad, podemos cultivar la autocompasión, que puede conducir a la autoaceptación y la satisfacción.

–Podemos ver el cuerpo físico como una especie de puerta lateral en la mente; en lugar de acometer la onerosa tarea de lidiar con la mente caprichosa, observamos el cuerpo y cómo se filtran los efectos. Cuando el practicante adquiere la habilidad de poner su atención y cuidar el cuerpo y la respiración, puede probar con prácticas más avanzadas, como localizar la incomodidad emocional, sentirla en el cuerpo y observar las sensaciones físicas, al mismo tiempo que toma conciencia de cualquier señal que surja.

La anatomía yóguica nos habla de los cinco koshas, ​​un complejo diseño de energías físicas, mentales y espirituales. Los koshas nos proporcionan puntos de referencia del yo durante la práctica. Generalmente se representan como una especie de “muñeca rusa”, con el cuerpo (annamaya kosha) como la envoltura más externa del ser y con el ser esencialmente dichoso (anandamaya kosha) como la » muñeca» más interna. La división en envolturas o capas hace que el concepto sea fácil de comprender y de comunicar, pero el verdadero poder del yoga es que, al afectar a una capa se afecta a todas, ya que no existe una separación real entre ellas. Entonces, cuando los pacientes se involucran en movimientos terapéuticos para sanar el cuerpo, no solo obtienen una sensación de empoderamiento y control sobre su salud, sino que ese nuevo bienestar del cuerpo produce un efecto dominó en la mente. Aquellos que se sienten conectados con el espíritu también pueden percibir un cambio positivo en ese nivel. Las personas dicen sentirse más “vivas” después de hacer una práctica de yoga, lo que sugiere que es más que una simple experiencia corporal.

Resumiendo mucho sobre los koshas, diríamos que se trata de un sistema fluido donde la información viaja libremente entre capas de conciencia. Experimentamos este flujo de información como sensaciones en el cuerpo y movimiento de la respiración, o como fluctuaciones emocionales y procesos de pensamiento. No tenemos lenguaje para describir adecuadamente lo que sucede con ese fluir de información en los estados superiores de conciencia: mente superior o intuitiva (vijnanamaya kosha) y dicha pura (anandamaya kosha), ya que es una experiencia altamente subjetiva que normalmente está más allá del ámbito de las palabras y del intelecto. A menudo se describe como un cambio en la comprensión, una conciencia expandida, un sentimiento de interconexión y de regresar a casa.

Alastair Cunningham presenta en su libro The Healing Journey (El viaje curativo) un “mapa estructural” similar de la personalidad, pero con las capas que se irradian desde el nivel del cuerpo para incluir el orden social / biosfera / orden espiritual o existencial. En el centro del viaje curativo de Cunningham está la necesidad de conexión para que se produzca la sanación verdadera. Es interesante hacer notar aquí que la palabra «curación» proviene del inglés antiguo “haelen”, que significa completar. Para que la sanación tenga lugar no tiene que haber habido una “cura”; la curación es más bien una integración y aceptación de todos los aspectos del yo. Además de conectarse y conocer el propio cuerpo y mente, Cunningham reconoce la necesidad de estar conectado con nuestros seres queridos, y enfatiza la importancia de fortalecer las relaciones y buscar comunidad cuando se afronta el cáncer. Convirtiéndose en una conexión del cuerpo, la mente, el espíritu (o la conciencia unificadora) y los otros, nos lleva a la plena posesión de nuestro ser y, por lo tanto, a la integridad.

Clases de yoga contra el cáncer

La clase de yoga contra el cáncer forma una especie de sangha (comunidad) donde antes y después los participantes pueden hablar y expresar emociones libremente, escuchar las historias de los demás y discutir su tratamiento. Existen evidencias que sugieren que las personas que asisten a grupos de apoyo para el cáncer probablemente sobrevivan durante más tiempo, lo que indica los efectos positivos de poder comunicar a los demás lo que nos está pasando. En una clase de yoga, el grupo está unido por la experiencia de hacer la práctica, lo que da a las personas un sentido de comunidad. No es inusual que surjan amistades duraderas en estos grupos, y para aquellos que no interactúan mucho con otros participantes resulta también una fuente de apoyo tácito. A los participantes de mis clases siempre les animo a hacer lo que necesiten, ya sea tumbarse y relajarse, salir de la habitación, suspirar, reír o llorar. Es un espacio donde pueden ser auténticamente ellos mismos y donde todo es bienvenido.

Cuando empecé con mis clases de «Yoga para el cáncer» en Penny Brohn Cancer Care preguntas sencillas como: “¿Cómo estás?” parecían tabú. No se me había ocurrido pensar que las personas pudieran sentirse bien afrontando el cáncer, o que pudieran querer expresar un malestar, quejarse de su trabajo o hablar sobre su nuevo nieto. Mis propias ideas acerca de su condición me paralizaban. La primera mujer que desnudó su cabeza en mi clase, después de quitarse la peluca, era increíblemente hermosa. Destilaba una potente mezcla de valentía, poder femenino y vulnerabilidad. Yo, por delicadeza, no lo mencioné. Cuando las demás mujeres la elogiaron y la felicitaron me di cuenta de que había estado al borde de la grosería al ignorar su nueva imagen, una vez más inmersa en mis propios prejuicios y miedos. Situaciones similares les suceden cada día a la mayoría de las personas con cáncer.

Las culturas occidentales prefirieren oponer la muerte a la vida. La idea es algo así: estoy aquí y por lo tanto la vida está aquí, y la muerte está en el otro lado, afortunadamente. Esta actitud nos hace sentir incómodos y abrumados en presencia de personas que están pasando por un cáncer y otras enfermedades, y cuando nosotros, o un ser querido, recibimos un diagnóstico de enfermedad potencialmente mortal nos enfrentamos a un gran salto hacia lo desconocido o a una mayor negación. Woody Allen dijo en broma: “No es que tenga miedo a morir, ¡simplemente no quiero estar allí cuando suceda!”. Eso refleja muy bien la actitud de las culturas occidentales. Preferimos ignorarlo que tener que lidiar con ello. La ironía, sin embargo, es que, al aceptar la muerte, podemos aceptar completamente la vida. Siempre estaré agradecida con los clientes de Penny Brohn por enseñarme a dar mis primeros pasos en ese territorio inexplorado.

“La muerte existe, no como lo opuesto sino como parte de la vida”. Haruki Murakami

El viaje del héroe

Un diagnóstico marca una separación: de la persona que pensaste que eras e ibas a ser, y de los seres queridos. A veces conocido como el «viaje del héroe», quienes eligen explorar su relación con su propia mortalidad pasan por un ajuste posterior que es un proceso de separación (de la vida anterior y la identidad), iniciación (en una comprensión diferente) y retorno (como persona transformada: el héroe). Por esta razón el diagnóstico puede ir seguido de una sensación de aislamiento, ya que la persona con cáncer se siente como si de repente hubiera sido arrojada de la orilla familiar, distante de los demás, y tiene que navegar sola por aguas extrañas.

Una parte esencial de la práctica de yoga es “dejar ir”, algo que parece contradictorio con la disciplina y el enfoque necesarios para mantener la sadhana (práctica). Es cierto que necesitamos tener un poco de fuerza de voluntad y determinación para hacer que nuestra práctica ocurra, pero en la esterilla los efectos del asana, el pranayama y la meditación deben observarse sin expectativas ni juicios. Paradójicamente, nos esforzamos por rendirnos ante lo que surja, facilitando las condiciones para que la conciencia se desarrolle. El objetivo en cada momento de esta rendición es “morir” al ego mismo y hacer que el acto de practicar sea la propia recompensa en lugar de invertir en los “logros” superficiales.

Morir para el ego significa dejar ir a quien nos creemos que somos. Las ideas fijas de identidad nos impiden experimentar las cosas como realmente son y actuar como una barrera para una relación auténtica con uno mismo y los demás. Al enseñarnos a morir al ego, la práctica del yoga y del mindfulness nos ayudan a prepararnos para la muerte misma.

Hay un dicho popular Zen: “Muere antes de morir”, cuya sabiduría nos dirige a aceptar mejor la naturaleza efímera y subjetiva de nuestra existencia, para vivir y morir. Esto no es negar la validez y singularidad de cada vida encarnada y de nuestra propia experiencia individual, sino reconocer que la vida, la mente y el cuerpo son un proceso. La verdad es un proceso, y lo que pensamos que es nuestra identidad en este mundo cambia a cada momento, y más con una experiencia transformadora como es el cáncer.

Para alcanzar la verdadera sabiduría tenemos que dejar ir el conocimiento y cultivar una mente abierta y preparada; a veces esto se conoce en el budismo como “mente de principiante”, apuntando al hecho de que somos nuevos en cada instante, y para responder de forma auténtica a la vida tenemos que no conocer activamente y confiar en el proceso.

El yoga y el mindfulness nos enseñan a inspirarnos en el océano desconocido de la conciencia mientras estamos presentes en el aquí y ahora. Anclado a la respiración, el yogui puede explorar su conciencia sin ser disuadido por el poder del ego. Al abrirnos a lo desconocido, nos abrimos a la plenitud de la vida.

Rainer Maria Rilke lo dijo de esta manera:

Deja que todo suceda: terror y belleza.
Uno solo debe andar: ningún sentimiento es lejano.

Trabajando con personas en el camino del cáncer he experimentado mis más profundos sentimientos y he sido testigo de la mayor valentía, creatividad e inspiración. Tengo el privilegio de haber trabajado en temas avanzados de la experiencia humana y junto a los héroes reales.

Morven Hamilton es una acreditada profesora de yoga y formadora de profesores.

Curso Yoga & Cáncer para profesores de yoga 

Comienzo: 20 de septiembre 2018 a 14 de junio 2019, jueves de 18:30 a 21: 30h

Cada clase de los jueves será como una master class. Comenzará con una práctica de hot asana de 90 minutos y después otros 90 minutos de teoría basados ​​en el tema de la semana. Tal vez algunos días sean diferentes ya que habrá un taller de inmersión de 3 horas, un taller de acroyoga de 3 horas o una clase de yin en lugar de una clase de hot asana. ¡Pero nunca te aburrirás y aprenderás de los expertos en su campo!

El curso se da en el Estudio de Yogalinda en Vila Olimpica del Poblenou, Barcelona

Todos los datos AQUÍ

T. 93 221 1506 or 665 745 405 /  info@yogalinda.es