Sigue el debate sobre los pseudoyogas

2013-12-12

Hemos seguido recibiendo comentarios sobre los artículos que publicamos hace unos días en relación con ‘el Yoga y los yogas’ (ver aquí). Por su interés, publicamos una muestra.

pseudoyogas

Mª Àngels Ruiz Torruella

Estoy totalmente de acuerdo con los artículos ¿Estamos equivocando al personal? de Víctor de Miguel y ¿Por qué le llaman yoga a lo que no es yoga? de Ramiro Calle

Creo que es labor de los profesores de yoga, que amamos el yoga, explicar qué NO es yoga, sin temor a parecer pasados de moda o bichos raros. Alguien que se introduzca en cualquiera de los nuevos yoga y asista por primera vez a una clase de este tipo pensará que eso es yoga.

Para no perder «clientes», algunos hacen lo que sea, eliminan la filosofía, la relajación la concentración y la meditación, no hacen pranayamas y obvian cuál es la finalidad de todo yoga.

El yoga se está convirtiendo en una tabla más de gimnasia. Creo que deberíamos unirnos y para evitar esta barbaridad y divulgar qué NO es yoga.

Javier Ruiz Calderón, Shankara, filósofo, traductor y profesor de sánscrito

Tradicionalmente en la India «yoga» significaba cualquier camino espiritual que llevara a la liberación (YOGA I) o, específicamente, los caminos espirituales que intentaban llegar a esa meta mediante el autocontrol del cuerpo y la mente, como el yoga de Patáñjali o los yogas tántricos (incluido el hatha yoga) (YOGA II).

A principios del siglo XX nacieron las «clases de yoga», en que se combinaban prácticas de yoga tradicional con gimnasia india y occidental con el fin de mejorar el estado de forma y la salud física y mental (YOGA III). Este «yoga moderno» puede practicarse en relación con la espiritualidad (yoga tradicional) o al margen de ella. Se le llama «yoga» porque procede del yoga tradicional, aunque no sea lo mismo.

(Sobre la historia de este YOGA III, véase: Mark Singleton, 2010, Yoga Body: The Origins of Modern Posture Practice, Oxford, Oxford University Press).

Javier León, escritor, editor y experto en tradiciones espirituales:

Toda experiencia espiritual, de unión, inclusive la del yoga, es personal e intransferible, Y, por supuesto, se aleja de la perversión del  culto al ego o a cualquier ídolo de nuestros tiempos modernos. La Unión goza en Silencio.

José Pazó Espinosa, profesor universitario, traductor del japonés, escritor y especialista en meditación zen

Parecería que llamar de otra manera al yoga es algo inocente, y que puede ser incluso positivo ya que permite que más gente acceda al yoga, incluso sin ser conscientes de ello. El problema es que al cambiar el nombre, a menudo se pierde algo, y ese algo suele ser la parte más espiritual del yoga, lo que hace sea algo más que una técnica o un ejercicio. La finalidad del yoga no es ser más listo, concentrarse mejor en el trabajo, estar más sano o en forma, o tener más ecuanimidad, por ejemplo. Puede ayudar a conseguir estas cosas, pero la finalidad no son estas cosas en sí mismas. La verdadera finalidad es el contacto con uno mismo y con el mundo; es establecer un puente de unión entre la mente individual y lo cósmico e intemporal, entre lo racional y lo inefable. Llamar al yoga de otra forma es disfrazarlo y, a menudo, desvirtuar su verdadera finalidad. Suele esconder formas de marketing y prácticas más cercanas a la psicología o al deporte que al propio yoga.

Rafael González

Yo me pregunto: ¿cuál es el yoga auténtico? En el transcurrir del tiempo siempre hay una evolución constante incluso en el yoga. ¿Desde qué momento empezamos a pensar que es un nuevo yoga y por lo tanto no es un yoga aunténtico? ¿En qué año de su evolución y qué maestro o escuela ya se ha desviado de la linea del «auténtico yoga»? Es más, ¿quién tiene la sabiduría suficiente para juzgar cuál es el yoga auténtico y cuál no? La verdad es que yo me pregunto muchas cosas antes de juzgar si una escuela o estilo es más yoga que otra…

Arturo Mesón

Si me permito escribir estas líneas es para alertar a tantos practicantes de yoga, en busca de mejorar su condición de vida, de los riesgos de ver defraudadas sus expectativas de crecimiento personal y espiritual, al caer en las redes de embaucadores espirituales bajo la falsa promesa de alcanzar resultados rápidos de perfeccionamiento con el método infalible que dicen ofrecer. Pero, como dice mi maestro, no hay atajos al paraíso.

Y puestos a poner nombres, yo reivindico la difusión del Rami Yoga, el yoga de Ramiro Calle, que no promete resultados milagrosos ni garantiza “iluminaciones”, sino que se limita a poner a nuestra disposición unas herramientas, un método basado en las enseñanzas milenarias de oriente, que a través de la voluntad y el esfuerzo y mediante una práctica constante, perseverante y decidida, nos ayuda a ir, paso a paso, pero con firmeza, avanzando en la senda de la autorrealización mientras vamos adquiriendo mayores niveles de sosiego, equilibrio, armonía y paz interior. ¿No es eso lo que vamos buscando?

Gustavo Plaza, profesor de yoga

La gente se deja engatusar por las re-interpretaciones, por las falsificaciones del yoga auténtico. A veces con la excusa de «hacer comunidad», a veces con la excusa de que el yoga debe ser «divertido»  (y no aburrido), ahora todo se mezcla con el yoga. Yoga y trapecismo y hula hula y cuerda floja, y danza y mañana ya será yoga con salsa, cumbia y regueton! Ahora resulta que el yoga debe de ser «entretenimiento». Yoga que de yoga no tiene nada.
Lamentablemente, debido al ritmo creciente del mundo, la pérdida de valores, el egoísmo, la codicia y en muchos casos la ignorancia, el yoga genuino (en algunos círculos) ha entrado en una etapa de grotesco reduccionismo.

Habiéndose convertido en un bochornoso culto al cuerpo de desmedida atención a una belleza externa y perecedera, centrado en un denso hedonismo (como el caso de muchos de esos yogas adulterados), alejados de la grandeza de la belleza interna que permanece en la eternidad, el yoga moderno es un producto para quemar calorías, un yoga que promueve competencia, reafirmar el ego y que limita su campo de acción a un trabajo que poco dista del pilates, el hacer bicicleta, gimnasia olímpica o hasta físico-culturismo.

Vivimos en un mundo donde el «entretenimiento» se ha vuelto lo más importante, donde la paz, el silencio y la quietud , joyas y perlas de una vida feliz genuina, han quedado relegadas a segundo, tercero o cuarto plano.
El yoga siempre ha sido un método, una técnica para aportar en la vida y en la búsqueda de la paz y la quietud interiores. Como dijera Buda: No hay mayor dicha que la paz interior.

Alvaro Enterría, escritor y editor en Benarés

Una labor necesaria es la de desenmascarar todos los neoyogas, neovedantas y neotantras que desfiguran las auténticas tradiciones. Es el aspirante el que debe hacer un esfuerzo para ponerse a la altura de las enseñanzas, no éstas quienes deben bajar al nivel medio de los aspirantes. Pero tal como está el personal, este proceso de aguar las tradiciones espirituales está ocurriendo  incluso en la India. En la India ahora hay dos cosas: Yog (el yoga clásico) que se pronuncia en hindi así) y Yogá (el yoga traído de Occidente, basado casi exclusivamente en los asanas y obsesionado con la salud). Hoy en día todo vale; hay una enorme confusión

Agustín Pániker, editor y escritor

El mundo de la espiritualidad está lleno de aprovechados y caraduras. Yo creo que siempre lo ha estado, pero ahora, con el dinero que se mueve, se ha convertido en el verdadero bazar de los ladrones. Rebosante de charlatanes.

Por si todo lo expuesto fuera poco, se han infiltrado en el yoga aquellos que se creen con derecho a determinar quiénes pueden dictar formaciones de yoga y quiénes no, como si fueran pontífices infalibles, arrogándose ellos (en base nadie sabe a qué razón) el derecho de poder decidir los que pueden brindarla y los que no, creando absurdas regularizaciones,  putrescibles «normativas», y antiyóguicas imposiciones, habiendo también narcotizado a los aspirantes con el afán de la titulitis, cuando (permítaseme la anécdota) el  único título oficial es el de que esto escribe, concedido por el rector de la Universidad Autónoma de Madrid (Don Gratiniano Nieto)  cuando fui profesor especial de yoga  en dicha universidad. La formación de profesores se ha convertido en un verdadero negocio, pero no se les dice a aquellos que quieren convertirse en  tales, que hay una alarmante inflacción de instructores, que luego no encuentran trabajo, como era su ideal, y que tienen muchas veces que someterse a la explotación, cobrando hasta siete euros por hora y no siendo dados de alta en la seguridad social. ¿Necesitaron título Buda, Jesus, Shankaracharya, Tilopa, Lao-Tsé, Mahavira, Ramakrishna o Ramana Maharshi?. Incluso hoy en día que están en cuestión los colegios profesionales, los que medran por los pasillos ministeriales, querrían sin duda colegiar el yoga o federarlo, robándole así su frescura, su inspiración, su esencia. Y no olvidemos que los más importantes y eficientes profesores de este país no tienen ningún  título que les avale, y que su mejor título es su formación rigurosa y autodidacta, y haber extraído lo mejor de las enseñanzas tradicionales, respetando el verdadero yoga y no «vendiéndose» al mejor postor.

El peor de los orgullos es el espiritual y aquella actitud perversamente narcisista de «yo sé y tú no sabes». Incluso el anhelo por el academicismo es una pedantería y una falta de confianza en uno mismo. Alguien de la talla de Kem Wilber tuvo la valentía de salirse de la corriente del academicismo para simple y llanamente ser él mismo.

¿De qué sirve que palabras como yoga, samadhi o karma o afines se hayan publicado en el BOE? Lo que sirve es que sigamos el yoga auténtico, alcancemos el samadhi y hagamos un buen karma. Pero la ordinaria mente humana siempre tiende a rotular, etiquetar, regularizar y, al final, perderse en la letra y dar la espalda al espíritu. Como reza el antiguo adagio, hay que aprender a distinguir entre la joyería y la bisutería.