Niñas malas (o el yoga no es el limbo ni se le parece)

2019-02-18

Hace poco una yoguini expuso en las redes su opinión contra la violencia que inunda el discurso de una parte de los políticos, y rápido se vio frenada por los comentarios: «no me encaja eso en ti», «los yoguis no juzgamos esas cosas», «el yoga es desapego y aceptación». No lo creo. En esta época de falacias, circulan mensajes que tratan de hacernos a todos más planos y más zombies. Y eso no lo tengo por qué aceptar. Escribe Pepa Castro.

¿Deja que todo fluya? ¿Todo lo que sucede conviene? ¿Todos los políticos (o los jefes, o los hombres/mujeres) son iguales? ¿Enamórate de ti mismo? ¿Tú siempre puedes ir un poco más allá?

Que no, que no. Que esas instrucciones falaces nos dejan ensimismados, inertes y no solo no nos sacan de la ignorancia, sino que nos atan a ella. Y que formarte tu propio criterio y opinar sobre las cosas terrenales no es anatema, sino sano ejercicio de libertad responsable.

La oración más conocida ya lo dice

«Serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia». Con eso todos podemos estar de acuerdo.

Respecto a la primera parte de la famosa oración universal, poco que comentar. Naturalmente que tengo que fluir aceptando la muerte, la enfermedad, el abandono de mi pareja o el despido en el trabajo. Sobre la muerte, no cabe sino acatarla, evidentemente; otra cosa es que acepte que la muerte de un hijo, por ejemplo, sea un suceso que me conviene.

Respecto a las decisiones que competen a los demás, como no amarme, despedirme o mentirme, pues también tendré que aceptarlo y fluir lo que pueda… Lo cual no significa que no intente defenderme si las circunstancias lo requieren, y que, en cualquier caso, me forme una opinión sobre lo vivido que me hará seguir aprendiendo para bien. O para mal si caigo en la obsesión o la culpa, etc.

Decidir y elegir, ejercicio de responsabilidad

Son las dos últimas partes de la oración, las que se refieren a la libertad y el discernimiento, dos de los fines del yoga. Siguiendo los ejemplos anteriores, claro que sí puedo cambiar y mejorar mis criterios o valoraciones a la hora de elegir pareja, un trabajo, un profesor de yoga o un partido al que votar –sí, ¡votar! ¿quién dice que mi sadhana es incompatible con mis opiniones o elecciones en la vida?–. Hay cosas que elijo yo, no la Providencia, y trato de escoger lo que me conviene, en uso de mi responsabilidad. Precisamente se trata de desarrollar mi capacidad de entender, discernir y conformar mis criterios, no de ir al piñon fijo y cómodo de la ciega aceptación, de lo que me dictan los demás o del silencio que me aísla del mundo.

Y, sí, claro que este mundo puede mejorar, ¡es necesario, si queremos que siga habiendo vida! ¿O es que no depende de las decisiones de nosotros, de todos y cada uno, que cada día dejen de extinguirse cada vez más especies de animales y plantas? Y claro que la vida cotidiana de la gente puede mejorar. ¿O es que no depende de nuestras elecciones que todos tengamos una sanidad pública de calidad o que solo tengan acceso a ella los más ricos?

No te enamores del «yoísmo»

Ahora están muy de moda esos»mantras» autocomplacientes de «enamórate de ti mismo» o «eres perfecto tal como eres». Vivimos en una época narcisista e individualista, así que esto no es de extrañar. Pero, claro, el respeto y amor a mí mismo precisamente han de llevarme a conocer lo mejor que hay en mí… pero también a mejorar lo menos bueno: patrones de pensamientos nocivos, creencias, hábitos, etc. Eso es yoga, no el «yoísmo», no el auto-enamoramiento banal ni el vedanta tomado por los pelos.

Y respecto al «tú puedes» y el «ve un poco más allá», es justo la falacia contraria a la anterior y quizás más peligrosa aún, porque puede llevarte a la pura violencia ejercida contra ti misma. Una amiga yoguini me comentaba el otro día que lo de «tú puedes siempre un poco más», escuchado a lo largo de su vida primero a su padre, luego a su jefe, a su marido…, lejos de inspirarla confianza en sí misma, la abocó inconscientemente a una lucha permanente con sus límites y a la formación de una coraza protectora contra los abusos, de la que le estaba costando trabajo liberarse. Sin embargo, ¿de cuantos profesores de yoga has escuchado lo de «tú puedes»?, por no hablar de las escuelas que hacen del «un poco más» su bandera. Una vez más, el discernimiento ha de llevarnos a distinguir entre un sano conocimiento de nuestros límites y el desafío estéril que no es sino violencia física y psíquica.

Activismo social y compromiso con la vida, puro yoga

Para muchos, una yoguini ha de ser una niña buena para el servicio (¿a quiénes?), que no entre en terrenales debates y que se apunte al «todo es perfecto como es». Y fluir, mucho fluir.

Pues va a ser que no.

A lo mejor el yoga lo que necesita son menos diosas del amor en su hornacina y más «chicas malas» a pie de calle, como esas yoguinis inconformistas que asumen compromisos con la sociedad y con tantas causas por las que merece la pena luchar, como la pobreza, la educación, la ecología, la defensa de los más débiles…  Eso no solo no es incompatible con el yoga, sino consecuencia precisamente de nuestro compromiso con su práctica en la vida real.

Y no, nada da lo mismo. Y nadie es igual que otra persona, ni los partidos políticos, ni los maridos, ni los yoguis. Generalizar es absurdo, y solo lleva a la confusión y al absentismo.

Como contestó la yoguini del comienzo de este texto a aquellos empeñados en silenciarla por hablar de política: «…se debe denunciar lo que está mal, lo que compromete la paz y la libertad de todos, eso es “yóguico”, no el callar por miedo o fingir que se está por encima de lo mundano, como si tu familia no fuera a enfermar nunca y usar la sanidad pública, etc. Buscar la verdad ha sido siempre patrimonio del genuino yoga, como la búsqueda de la libertad interna, porque otras libertades parece que están empeñados en hacérnoslas menguar (unos más que otros ). Así que callada jamás, ante lo que me parezca injusto, irónico o dantesco».

¿Y tú qué opinas?

Pepa Castro es codirectora de YogaenRed, líder de las revistas de yoga y meditación en lengua española.

pepacastro@yogaenred.com