Reflexión íntima

2016-06-16

Prácticamente ya se ha visto, oído y dicho todo lo que había que verse, oírse y decirse con respecto a la búsqueda espiritual. Quizás ahora lo que toca es practicar y ser consecuente con aquello que se ha experimentado. Escribe Emilio J. Gómez.

Foto de Sir John Woodroffe, uno de los primeros yoguis occidentales, publicada por http://www.yogaetmeditationparis.fr/

Foto de Sir John Woodroffe, uno de los primeros yoguis occidentales, publicada por http://www.yogaetmeditationparis.fr/

Videos, libros, conferencias, artículos, películas… ¿qué más nos queda por ver, oír o leer? Sin duda que el marketing inventará alguna nueva manera, una nueva forma, moda o modalidad de continuar vendiendo productos para el bienestar. No importa. La búsqueda espiritual auténtica siempre será íntima y callada a través de una relación sutil entre aquel que sabe y el que todavía cree que no sabe. Relación que durará hasta que el buscador despierte de su aparente letargo y la luz de la consciencia en forma de comprensión aparezca en su vida, dejándole libre de ideas y emociones, y también liberado de su mentor.

Es este un tiempo singular donde los denominados gurús o maestros espirituales llenan teatros, auditorios y hasta polideportivos enteros emitiendo el mismo mensaje: “Todos somos uno y lo mismo”. Vivencia que pocos han experimentado, pero que a tantos gusta expresar, pasando a ser un concepto más. Concepto de unidad avalado incluso por la ciencia en su rama de la física cuántica y recientemente con la “teoría de cuerdas”, pero que no deja de ser eso: una idea más, un concepto, una teoría más a tener en cuenta que como mucho logra halagar el intelecto y engordar el ego.

En mitad de tanta pseudo-espiritualidad intelectual, de vídeos que proclaman la unidad de la consciencia por doquier, de músicas nacidas al calor de no se sabe muy bien qué, de mantras comercializados hasta el punto de olvidar su auténtico sentido y significado, de aplicaciones en móviles para meditar (¡?)… En medio, digo, de toda esta vorágine comercial de “espiritualidad a la carta” o “al gusto de…” se hace imprescindible -casi indispensable- realizar un alto en el camino y hacer una reflexión íntima. Teniendo en cuenta que la reflexión íntima es aquella que se hace en soledad, lejos del bullicio de la masa indiferenciada y próxima al corazón.

A fin de cuentas, el darse cuenta es un acto profundamente íntimo y callado que torna silencioso y humilde al buscador, cuya singular misión parece incluir la no menos singular labor de discernir entre lo auténtico, lo verdadero, lo Real… de los cada vez más numerosos “trovatores di la matina”, o expresado en castellano vulgar, cantamañanas.

En un tiempo en el que parece haberse perdido el rumbo, donde incluso algunos sacerdotes han decidido incluir la meditación importada de la India y Oriente, tan lejos de sus creencias originales, en sus prédicas y oraciones para subirse al carro de lo comercial, o simplemente por no perder cota de mercado, lo cual viene a ser lo mismo. Sí, ahora más que nunca se hace necesario discernir entre lo auténtico, lo verdadero, lo Real… de lo falso, la mentira y lo irreal.

Encontrar lo auténtico

En este caso la duda no existe. Lo auténtico, lo verdadero, lo Real… mana siempre del propio corazón del buscador sincero del Espíritu. El maestro, el verdadero maestro, siempre es interior. Por el contrario, el profesor siempre es exterior. El maestro, cuando es exterior, tan sólo tiene una única misión: lograr que todo aquel que se aproxime a él consiga cuanto antes entrar en contacto con el sí-mismo, ese Atman que todos somos y que a todos nos une.

La íntima reflexión, origen del discernimiento, es tanto labor de los alumnos, discípulos, adeptos, seguidores, etc. como de los propios profesores, instructores, guías, facilitadores, mentores, maestros… y gurús. De este modo, todos lograrán librarse de la ignorancia. Unos, de creer que necesitan de la guía externa, del intermediario autoerigido. Los otros, liberarse a sí mismos del ilusorio papel que se han autoasignado, el de maestro, o incluso en aquellos casos más osados, el de gurú.

Si un discípulo se inclina y besa los pies de uno de estos maestros o gurús que tanto gustan de “trovar en la matina” no será suya la culpa, sino de aquel que se lo permite, en vez de pararle en seco y decirle: “Detente. ¿No te das cuenta de que entre nosotros no existe ninguna diferencia? Si me besas los pies, después tendré que besártelos yo a ti”. Pero ¿lo hará?

En un intento por cubrir carencias afectivas, ambos -gurú y discípulo- entran en un juego que bien mirado carece por completo de sentido. ¿Qué es lo que no se ha terminado de comprender? Por un lado, está aquel que se erige en maestro o gurú y permite que ello suceda en el marco de una supuesta devoción. Por el otro, el discípulo que busca en el exterior una guía honrada y honesta, es decir: auténtica y verdadera.

Amor, compasión, consuelo

Con o sin comprensión es algo que siempre ha ocurrido, sucede en el presente y continuará pasando en el futuro, quizás porque sea una característica intrínseca a la naturaleza humana. El ser humano tiende a buscar en el exterior aquella guía que ya se encuentra en su interior. Pero no sólo busca la luz de la consciencia, la comprensión y trascendencia. También y sobre todo busca el amor, la compasión y el consuelo. En realidad, en no pocos casos lo que busca es paliar su propio sufrimiento y cubrir sus propias carencias afectivas a través de una supuesta búsqueda espiritual.

Tan grande es la demanda y tan poca la oferta de amor que no es de extrañar que tal anhelo por detener el sufrimiento de la existencia haya encontrado respuesta por parte de algunos vivos que se aprovechan de semejante debilidad humana.

En fin… Tratemos de continuar nuestro caminar por el sendero de la sencillez, aprendiendo de la propia vida y con el Corazón en amor, abierto a todo y a todos.

Emilio J.GomezEmilio J. Gómez es profesor de yoga del Círculo de Yoga Silencio Interior

T 616-660-929 – e-mail: info@silenciointerior.net

www.silenciointerior.net