¿Es el yoga moderno un invento moderno?/ y 3: Tesoros en la mente de Krishnamacharya

2019-05-20

En las anteriores entregas examinamos las tesis de Singleton sobre la supuesta influencia de las diversas gimnasias occidentales sobre el hatha yoga. También cómo algunos datos cuestionan estas tesis. Ahora veremos la necesidad de estudiar los hechos a la luz de los conceptos yóguicos de mudra y terton. (Ver el AQUÍ el primer artículo, y AQUÍ el segundo). Escribe Joaquín G. Weil.

Krishnamacharya con Indra Devi

Sin que esto afecte al verdadero hatha yoga, Singleton tiene toda la razón en señalar que hay, en efecto, un yoga postural fisioculturista, de desarrollo muscular, estético y acrobático de influencia indudablemente occidental. ¿Dónde radica la diferencia entre el verdadero y tradicional hatha yoga y el moderno yoga culturista?

Recuerdo que una vez paseaba con mi hija por uno de esos macroeventos sobre salud, ecología, bienestar, etc. que suelen organizarse en Málaga y en otros lugares del orbe. Vi a algunas personas ejercitándose a lo lejos. Y le dije a mi hija: “Mira, ahí están haciendo yoga”. Y mi hija, que entonces no tendría ni diez años, rápidamente me respondió: “Papá, ese no es yoga como el que tú enseñas”. Al acercarnos descubrí que se trataba de una clase de pilates, (o “yoguilates”, quién sabe).

Esta anécdota nos sirve para destacar la necesidad de diferenciar el falso (fisioculturista o gimnástico) yoga del verdadero (de índole meditativa). Y también nos sirve, una vez más, para comprobar la tremenda habilidad de los occidentales para absorber conocimientos orientales, descafeinarlos (quitarles su alma o espíritu) y venderlos como un producto genuinamente occidental y (no lo olvidemos) técnico-científico.

Esto, ha ocurrido no sólo con los casos de la gimnasia sueca de Ling, tomada del tai-chi y chi-kung, o con la gimnasia armónica de Stack, inspirada en el hatha yoga, por más que luego nos cuente Singleton que influyó de vuelta en el propio hatha yoga. Podemos verlo con más claridad en los tiempos recientes en el mencionado caso del pilates (o “yoguilates”) y el mindfulnes. No nos extrañemos que pasados los años, algún singleton nos hable de la influencia del pilates sobre el yoga, o del mindfulnes sobre el mismísimo Buda.

Puesto que en el libro de Singleton la precedencia temporal sobre quién influyó en quién a veces se relativiza “dialécticamente”, cuando no sencillamente se ignora, se aprecia a lo largo de toda la obra un cierto aroma supremacista, donde toda similitud suele despacharse como una precedencia occidental (o incluso colonial).

Posiciones sin alma

A lo largo de sus páginas suele mostrarse una comparativa en ocasiones fotográfica entre la gimnasia y contorsionismo de circo occidental respecto a las asanas del hatha yoga, detectando las similitudes (¿quién influyó en quién?). A mí precisamente lo que me llama la atención es lo contrario: las diferencias. Sistemáticamente las posiciones contorsionistas o gimnásticas, respecto a las de hatha yoga carecen de alma, no transmiten energía, comprensión o consciencia.

¿Hay un yoga body, como sostiene Singleton, un cuerpo yóguico o un cuerpo cultivado a través del yoga que sea diferente de otros cuerpos? Pues sí que lo hay, pero no tiene que ver con la “definición” de los músculos, su belleza apariencial o estética según los cánones del photoshop o el instagram, tampoco con sus destrezas acrobáticas. Me pasa igual que con aquellas publicidades varias en que salen personas en posturas de yoga para dar idea de tranquilidad, salud o paz, para vender seguros de vida, yogures o activos inmobiliarios. A la mayor parte de esos modelos fotográficos se les ve claramente que no tienen idea de yoga. Es algo sutil, porque las posiciones de unos y de otros son semejantes o casi idénticas. El cuerpo de yoga o el yoga body no es un cuerpo musculoso, ágil o atractivo, sino que es un cuerpo consciente, aunque tenga las hechuras de un orondo y desdentado Neem Karoli Baba. La maestría yóguica sobre los ásanas no consiste en la musculación o la destreza acrobática, sino que es la consciencia de la interrelación entre mente y cuerpo, a través de la acción y a través de la percepción.

Una de las claves de esta interrelación es la consciencia de yogamudra (no sólo los meros y típicos hastamudras, o mudras de las manos, que también). Los yogamudras, perfectamente descritos en los clásicos del hatha yoga, constituyen el hecho diferencial entre el hatha yoga y la mera gimnasia, y de modo innegable pertenecen a la tradición yóguica. Por definirlos de modo un tanto poético, constituyen el lenguaje corporal para la comunicación cuerpo-mente-espíritu. Y, por consiguiente poseen un carácter intemporal y universal. A ellos puede acceder cualquier persona de cualquier lugar o época.

Procedencia intemporal

Lo que es innegable es que el entorno cultural ayuda. Por eso es comprensible que en determinadas épocas y lugares el entorno es más propicio y fecundo para el desarrollo de este arte. Lo cual explica que floreciera en la India antigua y contemporánea, y que estuviera casi ausente en otras determinadas culturas y momentos históricos. Por su carácter atemporal y universal es lógico que numerosas personas en diversas épocas y lugares hayan llegado a conclusiones semejantes. También determinados gimnastas, deportistas o actores de épocas contemporáneas. Singleton menciona algunos de éstos, pero hay más. Si bien lo erróneo de la propuesta en El cuerpo del yoga es suponer que aquellas personalidades de la gimnasia o el deporte influyeran en el hatha yoga contemporáneo en cuanto a mística o ideología fisico-culturista. Para mí la precedencia temporal y cultural del hatha yoga es más que evidente. Y eso por no mencionar que es precedente en el mismo yoga, en términos generales, no sólo en el hatha.

Hay un pasaje de El cuerpo del yoga realmente sorprendente y hasta casi divertido, y es cuando se menciona una edición india de 1830 del Hatha Yoga Pradipika. Se dice que es un libro ilustrado según la tradición antigua, que sigue los modelos tradicionales, y sin embargo se nos dice que, pese a lo que pueda parecer a primera vista, esto no significa que haya una tradición o una continuidad de hatha yoga desde los tiempos de Swatmarama hasta los tiempos recientes. Vale, hemos visto que existe ese libro y otros ilustrados (como el que reproduce Sjoman) del siglo XVIII, y diversos libros, frescos etc. de las asanas del hatha yoga de diversas épocas, pero resulta que, según Singleton, no existe tal tradición o continuidad del hatha yoga. O sea, que grazna como un pato, camina como un pato, tiene patas y pico de pato, pero resulta que no es un pato.

Como hemos señalado, no basta sólo con el academicismo de los datos; hace falta una interpretación de los mismos, la interpretación lógica y verosímil de los hechos, la definición de los conceptos y la historiografía de los mismos.

Concepto tertön

En la comprensión del hatha yoga en particular, pero del yoga y/o la meditación en general, hay también otro concepto básico y es el concepto de tertön, que Singleton no menciona cuando, sin conocer esta figura, difícilmente puede comprenderse la personalidad de Krishnamacharya, por mencionar un caso.

Para tener una idea inspiradora de lo que ha sido la historia del hatha yoga, me sirve con mucho como referencia la figura de uno de mis profesores en India, el Dr. Vagish Shastri, que, para situarlo, fue también profesor de Chantal Maillard y de Óscar Pujol. Dr. Vagish, profesor de sánscrito de la Universidad Hinduista de Benarés, afirmaba haber estudiado el yoga a través de su propia intuición (sus maestros interiores), y a partir de los textos clásicos, que él mismo estudiaba, traducía al inglés, editaba y publicaba. A la avanzada edad en que yo lo conocí era un hatha yogui prodigioso, capaz de realizar difíciles ásanas de improviso, sin necesidad de calentamiento previo. Ni que decir tiene que no tenía un cuerpo precisamente atlético, ni los músculos definidos, ni todos esos ideales del culturismo moderno. Sí era depositario de una cultura yóguica profunda y extensa. No creo que el ejemplo de Dr. Vagish haya sido algo excepcional en la historia del hatha yoga desde los tiempos antiguos hasta nuestros días.

En resumidas cuentas, y para sintetizarlo mucho, por su estructura y contenidos, todo el libro de Singleton Yoga Body, lo que hace es dirimir la siguiente pregunta que, para el autor, parece tan relevante como para haberle dedicado gran parte de su vida: ¿Es el yoga de Krishnamacharya una invención reciente a partir de influencias occidentales o, por el contrario, pertenece a una tradición antigua como el propio Krishnamacharya afirmaba?

Es evidente que la influencia del yoga de Krishnamacharya en nuestros días es decisiva. Así que no se trata de un asunto baladí. Está claro asimismo que el propio Singleton lo admira. Este yogui afirmaba haber aprendido yoga durante siete años y medio de su profesor Rammohan Brahmacari en una cueva cerca del lago Mansarovar en Tíbet. Por cierto, “mansorovar” significa en sánscrito “lago de la mente” (para quien quiera entenderlo como un mensaje cifrado). En aquel país existe una tradición antigua conocida como tertön, literalmente “buscador de tesoros”. Suele hacer referencia a aquellos lamas que encuentran tesoros en la mente. Esto es, escriben libros de los cuales ellos dicen no ser los autores, sino que los han encontrado en la mente, si bien en realidad son textos y enseñanzas antiguas. ¿Nos suena esto de algo? Krishnamacharya sostenía que él no creaba, sino que psicografiaba libros dictados por sus antepasados, como Yoga Rahasya. O que sus enseñanzas las había aprendido de libros antiquísimos, luego desaparecidos, como el célebre Yoga Kurunta, que en realidad sólo él tuvo ocasión de ver.

Hoy en día, según nuestra cosmovisión y paradigmas occidentales, diríamos que estos libros y enseñanzas fueron elaborados por el genio creador (y mistificador) del propio Krishnamacharya, si bien los remitió a la tradición y la psicografía dictada por sus antepasados, uno, por resultar más convincente y, dos, por el respeto reverencial típico de su ámbito cultural por las tradiciones antiguas. Y porque el concepto, tan valorado en el Occidente contemporáneo, de creación individual o de originalidad no era en este entorno cultural en absoluto concebible. Precisamente la característica principal de las cosmovisiones y los paradigmas es que en cada época no son comprendidos como tales, sino que se consideran la realidad misma. Tal como ocurre con nuestros paradigmas contemporáneos individualistas, academicistas o cientifistas. Creemos que esta vez sí, son la realidad misma (como ha sucedido en cada época: paradigmas mágicos, míticos, religiosos, etc).

Los fenómenos de los tertöns, la psicografía y los maestros interiores son más complejos de lo que pueda pensarse en un principio, si bien este no es el lugar ni el momento para abordarlos.

La pregunta clave

Todos estos ejemplos (Anandamayi Ma, Dr. Vagish, Krishnamacharya, entre otros muchos) nos dan idea de cómo ha podido desarrollarse la historia del yoga en general y del hatha en particular desde los tiempos de Swatmarama (y desde antes) hasta nuestros días.

La gran pregunta no es saber si el yoga que practicas es antiguo o moderno, oriental o bien occidental. La pregunta que te toca responder es si, como practicante de yoga, quieres instruir tu cuerpo y tu respiración, o si bien prefieres aprender humildemente de tu cuerpo y de tu respiración. O si, mejor aún, quieres superar las dualidades entre cuerpo y mente, purusha y prakriti, ida y pingala y llegar, por así decirlo a un sushumna yóguico y sátvico. (Por cierto, purusha no es mente, sino que es consciencia o espíritu).

Como decía el gran Danilo Hernández en uno de sus magníficos seminarios, no está claro que los ásanas a los que se refiere Patanjali en sus Yoga Sutras, sean los ásanas de nuestro hatha yoga. Quizá sólo se refiera a la posición sentada de meditación. La palabra sánscrita āsana, en efecto, está en relación con nuestra palabra “asiento”. Se refiere en primer lugar y en origen, a la posición sedente. Hoy es bien común que yogas de destreza física o fisioculturistas, y también de culto al guru, se revistan de un barniz o pegote de Patanjali, sin la más mínima continuidad o coherencia, y sobre todo, sin el más mínimo acercamiento al autoconocimiento y al bienestar, la cortesía y el respeto mutuo que naturalmente deben ir aparejados a la práctica del yoga.

Por favor, no seamos duales: cuerpo vs. sabiduría. Sino que seamos cuánticos: la sabiduría del cuerpo o el cuerpo de la sabiduría: el cuerpo místico.

Por fin, vuelvo a aconsejar mucho leer el meritorio libro El cuerpo del yoga de Singleton, en particular en la edición española de Kairós con su interesante prefacio. Es un libro que, con certeza, marcará un antes y un después en la historiografía del yoga, y una obra de la que he tenido ocasión de aprender en gran medida y de cuya lectura amena he disfrutado.

Me consta que Singleton es un hatha yogui más que comprometido y es o ha sido durante años incluso profesor de hatha yoga, por lo que le vendría bien unificar en trabajos posteriores esas dos habilidades suyas: la académica y la yoguística y enfocar su enorme talento investigador a documentar esos otros aspectos del hatha yoga que estamos señalando en esta serie de dos artículos sobre los orígenes del yoga moderno.

Comprendemos que para los libro o las tesis haga falta cantidad de documentación o bibliografía, si bien, desde la pura lógica, y desde un punto de vista espiritualista, está claro que las almas vinieron a la Tierra a aprender de sus cuerpos y a través de sus cuerpos. Y eso es yoga.

Joaquín G Weil es autor del Manual Formativo Dominio de las Técnicas Específicas del Yoga (Temario oficial)

++++Y ahora el turno del lector:

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