Una mente fina, esbelta y sin arrugas

2013-10-30

Vamos a abordar de una vez por todas el asunto del yoga y la obesidad, si es que hay alguien por ahí a quien pueda interesarle. Escribe Joaquín G. Weil. Foto: Jorge Zapata. (En la foto, Pedro, que ha perdido 18 kilos tras empezar a practicar yoga hace dos años).

Pedro Yoga Sala

Una vez escuché decir que los yoguis no es que sean esbeltos, sino que están muy estirados. ¿Adelgaza el yoga? Sin duda, por más que se puedan observar hermosas y lucidas carnes yóguicas que, en forma de molletas, escapan por aquí y por allá en mitad de las torsiones y las flexiones hacia delante.

Dentro de las asanas, de las que se dice no que adelgacen sino que ayudan a regular el metabolismo, son aquellas que mueven las glándulas tiroideas y paratiroideas, encargadas de tal función. Son Vela, Arado y Pez. Y, como suele acontecer en la práctica del yoga, son precisamente las más difíciles de realizar para las personas con más volumen. Pero como el yoga es holístico, pues todo el yoga beneficia, particularmente posiciones y ejercicios que movilicen las energías estancadas en nuestro cuerpo: invertidas como el Equilibrio sobre la cabeza y, en general, todos los arqueos.

Este asunto de la activación de las energías lo considero clave, pues en ocasiones vamos a buscar en la comida una energía que sólo en parte nos puede prestar. La alimentación y digestión (no meramente la comida) en efecto son prana (la energía que absorbemos del universo), pero también la respiración (no el mero aire) lo es. Por eso los pranayamas (ejercicios de respiración) son factores importantes en la autorregulación natural de nuestro modo de alimentarnos. Cuando absorbemos la debida energía a través de la respiración, no vamos a buscarla de modo extra en la comida.

Ocurre también que el yoga beneficia todo el sistema digestivo de modo directo mediante el drenaje y saneamiento que producen torsiones, flexiones y posiciones invertidas. También de modo reflejo, mediante la estimulación del sistema nervioso.

Las empresas de producción y distribución de alimentos nos quieren hacer creer, de un modo que no puedo sino llamar «mágico-científico», que los nutrientes que figuran en el etiquetado, expresados en gramos, calorías y tantos por ciento, son los que se van a incorporar a nuestro cuerpo. Se elude el detalle de que una cosa es lo que comamos y otra lo que asimilen nuestros intestinos y órganos internos. En el Ayurveda se sabe que incluso los alimentos más saludables son indigestos para un sistema digestivo débil, por no hablar de los alimentos procesados industrialmente, con decenas de aditivos químicos. Las digestiones débiles conducen paradójicamente a demandar más alimentos, o sea, dan sensación de hambre. La práctica asidua y constante del yoga, por el contrario, fortalece el sistema digestivo. Es algo que han experimentado miles o millones de practicantes de esta sabiduría milenaria.

La tonificación y revitalización del cuerpo, no sólo de músculos sino de todos los órganos, glándulas y canales (digestivo, sanguíneo, nervioso, linfático…), conecta con los ámbitos mentales o psicológicos: se percibe como relajo o tranquilidad y alegría. Según el Ayurveda, buscamos suplir en los sabores y cualidades de los alimentos las carencias emocionales (que el Ayurveda también considera orgánicas), particularmente dulces y grasas, lo que entre nosotros significa lácteos y chocolates. Lo cual es de sobra conocido.

Aunque se ponga como excusa la salud, en nuestras sociedades gran parte del ejercicio físico  se realiza en pos de una pretendida estética. Yo lo llamaría una «extraña estética» que lleva a cultivar sólo los aspectos burdamente visibles. Después de 12 años enseñando yoga, he tenido ocasión de comprobar que personas musculosas carecían de una energía física normal o natural, sufrían bloqueos serios, agotamiento y tensión generalizada, etc.

Aceptar nuestra belleza

Recuerdo una ocasión en que dos señoras (bellas y elegantes) me preguntaron si la práctica del yoga ponía el cuerpo «duro». Les respondí que, al contrario, lo ponía «blando». Luego les aclaré que la dureza en los músculos en realidad los debilita, aparte de que bloquea los canales que circulan a su través, conduciendo a trastornos y dolencias. Que un músculo para ser fuerte debe ser un músculo relajado. Y que, en suma, la práctica del yoga me parecía el sistema de ejercicios que, a mismo tiempo empleado, mejor rendimiento da. Y eso sin hablar de lo mental. Las señoras me escucharon atentas y luego me preguntaron: «¿Entonces el yoga pone o no pone las nalgas y los muslos duros?».

A diferencia de otros ejercicios, el practicante de yoga se concentra (o debiera concentrarse) no tanto en el resultado como en el proceso. Lo importante es la atención y la conciencia enfocados a los movimientos, posiciones y sensaciones del cuerpo. Se trata de los célebres principios que esbozara Patanjali en su ashtanga: dharana y pratyahara. Por eso, mientras que otros ejercicios pueden practicarse escuchando música o mirando un vídeo, porque lo que prima es la mera repetición y la concepción del cuerpo como una máquina bioquímica, por el contrario el yoga ha de practicarse con atención plena. La mente ahí tiene un efecto relajante, fortalecedor y sanador sobre el cuerpo y, de modo reflejo o especular, sobre la mente misma.

Y respecto a la estética, pues sí, a mi parecer, las personas que practican yoga, meditación y otros medios de evolución y bienestar psicofísicos, transmiten calma, salud, empatía, energía, etc., lo que les hace parecer bellos, juveniles y animosos a los ojos de cualquier persona sensible.

Es innegable que los practicantes de yoga van conectando consigo de un modo más íntimo y profundo. Hablando de lo meramente físico, buscan de modo progresivo hábitos más saludables, entre los que se incluye, por cierto, una alimentación que, dentro de sí, perciben como más sana, equilibrada y conforme a su constitución particular.

¿Adelgaza el yoga? Para entendernos y responder brevemente: sí, adelgaza. Pero lo más importante es que tal vez te ayude a sentirte más a gusto en tu propia piel, a conocerte y aceptarte mejor, tal cual eres, a conocer y aceptar tu belleza y sabiduría interior. Sí, he escrito «aceptar tu belleza», pues pareciera que sólo nos cuesta aceptar nuestra fealdad, gordura y supuestos defectos. He observado que en numerosas ocasiones lo más difícil es aceptar lo auténtico, lo sencillo, lo feliz y hermoso que hay dentro de cada cual.

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

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