En defensa de un yoga útil hoy en España

2020-02-03

¿Para cuándo un debate serio sobre los lugares que ocupa y que puede ocupar (y los que no) la formación de profesor de  yoga en la sociedad española actual y los beneficios que aporta y puede aportar (y los que no) éste a sus practicantes? Escribe Roberto Rodríguez Nogueira, como conclusión de su anterior artículo.

En el panorama actual del yoga se ha criticado y superado la adoración de técnicas físicas descabelladas, como por ejemplo el dogma de no cambiar una sola coma del ashtanga vinyasa de Pattabhi Jois, y se han construido, gracias a la experiencia de generaciones de yoguis occidentales y a las disciplinas de la fisiología y biomecánica, aproximaciones, variantes y formas más saludables -racionales- de abordar el trabajo físico que plantea ese interesantísimo método (sin morir o matar en el intento).

Se ha criticado y superado (o no…) la relación abusiva gurú-discípulo, desechándola por su toxicidad y peligros implícitos, sustituyéndola por la más racional (y occidental) profesor-alumno.

También se debe criticar la “filosofía” -realmente mitología reinterpretada- del yoga si pretendemos que un profesor de yoga tenga una “formación filosófica” que le resulte útil a él y a sus alumnos (y no los intoxique). Es decir, debemos criticar y debatir el mito de “la filosofía del yoga” y su utilidad: ¿existió?, ¿existe? Y si es así, ¿debe transmitirse a los alumnos? Tal vez  los profesores deben callarse prudentemente en estos respectos (que ninguno ha pensado en serio por lo que veo) y conformarse con una presentación histórica del asunto, para no liar más a la peña. 

Aquí hay un debate profundo y potente por hacer: ¿Puede un profesor de yoga aportar a sus alumnos un método útil para comprender la realidad de España hoy y cómo encaja ahí el practicante de yoga? Porque se está vendiendo que el yoga es el criterio de verdad definitivo que permite comprender la realidad.

Las opiniones de los fundamentalistas del yoga me parecen eso, opiniones, y cada cual que viva con la suya y con sus aficiones y dé sus clases como quiera, que yo tengo una vida. Pero si quienes redactan los “temarios oficiales de España” deciden que sólo cabe rechazar la razón y llamar Dios a abandonarse a la ignorancia; si pretenden estar por encima de mil años de filosofía en el país de la Escuela filosófica de Salamanca y la de Oviedo y en el idioma de Cervantes, Cortés, Elcano y Cajal (españoles rasos que dieron la vuelta al mundo) con sus ¿argumentos?: sermones; si abominan de la crítica racional en la formación de los futuros docentes de yoga pretendiendo convertirlos en secta… me planto.

No propongo aquí un enfoque de lo que debería ser una enseñanza actualizada del yoga. Para eso, como dije al principio, es urgente un debate serio para aclarar los lugares que ocupa y que puede ocupar (y los que no) la formación de profesor de  yoga en la sociedad española actual y los beneficios que aporta y puede aportar (y los que no) éste a sus practicantes. Ur-gen-te, señores “formadores de profesores” y autores de “temarios oficiales de España”; ur-gen-te más allá de las pantomimas infantiles del “yoga auténtico”.

Los enfoques confusos benefician a quienes medran en la oscuridad. Y es en los lugares oscuros donde pasa aquello de “No lo has entendido. No te ha manoseado (la cartera, la vulnerabilidad psicológica o física, los genitales, la capacidad de pensar) porque él (o ella) es el gurú. Lo que ha pasado, y no te has enterado, melón, es que te ha limpiado los chakras con su shakti. Te falta un samadhi”.

Las posturas que defiendo

1.- La práctica del Yoga físico como excelente método de apaciguamiento y fortalecimiento del cuerpo, su salud y sus facultades no está excluida a ateos (ni los extermina, como apuntan algunos).

2.- La practica del Yoga físico no te conduce a Dios. Ni lo niega. Es decir, que en ese sentido te va a dejar como estabas. Lo mismo que si estás gorda, diga Instagram lo que diga mostrándote un mundo paralelo de yoguis flacos. Si quieres adelgazar, come menos y quema más; si quieres abrazar o expulsar a Dios, deja de llorar y estudia filosofía. Llorarás con fundamento (la  parte feliz es que engordar te parecerá irrelevante).

El yoga no cura abriéndole a uno los chakras a Dios y borrando la ilusión materialista de un pensamiento científico (ese que, para no ir más lejos, ha creado la pantalla en la que ahora el lector lee). El yoga físico aporta calma y fuerza y aumenta la propiocepción de forma perfectamente medible a lo largo del tiempo.

Las clases de yoga facilitan un espacio seguro donde los asistentes pueden contemplar y disolver, en el contexto de movimientos específicos, las agresiones que en forma de tensión innecesaria aplican al cuerpo. Me parece una atrocidad sectaria aprovechar ese espacio tan saludable de apertura y vulnerabilidad, donde los alumnos se quitan la armadura de las defensas, para lanzarles sermones metafísicos.

3.- La literatura del yoga (y la de la autoayuda en general) tiene un contenido endeble a la luz de la filosofía materialista; aceptarla como guía de vida revitaliza un subjetivismo que nos aleja del análisis objetivo de las causas de las cosas. Nos separa de nuestro propio momento histórico y su conocimiento (la casa, el coche, la seguridad social, los derechos y obligaciones, la calefacción: nada de eso que nos mantiene vivos y sanos ha salido directamente del pensamiento mítico, sino contra él). Algo parecido a esta negación hacen los que niegan las transfusiones en nombre de su fe o los que no vacunan a sus hijos.

4.- Ha quedado demostrado que la biomecánica occidental explica mejor el yoga físico que los gurús tradicionales, que no tenían acceso a la tecnología y al conocimiento actuales.  ¿Por qué entonces empeñarse en la validez gnoseológica de textos que aunque poseen un incalculable valor histórico o literario, reflejan concepciones del mundo, del yo o de la religión exclusivas de sus momentos, para fundamentar doctrinas actuales?  (siempre me sorprenden tantas mujeres justificando la “espiritualidad del yoga” cuando el yoga está hecho por hombres y para hombres en una sociedad que hoy se califica como, por supuesto, patriarcal y machista). Tan ridículo es tomar hoy el Bhagavad Ghita, los Sutra Yoga o la Biblia como guías para la vida como tomar la Sharia o la Ley de Moisés como códigos actuales de derecho, el cosmos ptolemaico como fundamento de la astrofísica o el terraplanismo como geografía. Quien quiera hacerlo, que lo haga, pero que no lo llame “filosofía” o “verdad trascendente” porque no lo es. Son mitos elegidos voluntariamente. Al menos cuando los formularon no los eligieron: era la mejor forma en la que aquellas sociedades podían explicarse a sí mismas. Eran necesarios. Su aplicación actual nos separa de la realidad.

Filosofía y dioses

Muchísimo ha costado destruir al dios católico uno y trino, con sus ángeles, santos, potencias, tronos, dominaciones… sustentados todos por un ejército de escolásticos avisados y revisados. Tan increíble fue la lógica que tuvieron que crear para sujetar aquello sin que hiciera (demasiadas) aguas que esa lógica impulsó las ciencias y tecnologías que globalizaron el mundo en el siglo XVI: el calendario actual se facturó en Salamanca por escolásticos. Los avances en navegación facilitaron la circunnavegación de Magallanes y Elcano: el mundo es global en tiempo y espacio desde la España católica (a quien le pique, que se rasque).

Europa es científica más por la iglesia cristiana, fundamentada por sus eruditos que tuvieron que hilar muy fino para sustentar a Dios dos milenios, que por un combate entre científicos racionales y curas fanáticos, preferentemente católicos, como gusta señalar la Leyenda Negra y como se nos presenta de continuo. De hecho, los científicos eran, con gran frecuencia, sacerdotes cristianos, como los revolucionarios de todo pelaje (véase la Revolución francesa) o los redactores de constituciones igualitarias (véase la de Cádiz de 1812). No está de más recordar, además de a la Escuela de Salamanca, que Copérnico era clérigo, como casi llegó a ser Kepler.  Newton y Leibniz eran teólogos además de científicos. Es decir, muchos científicos no han sido antiespiritualistas nunca. Ni lo son ahora.

La metafísica del yoga, como la del Islam, no ha permitido el desarrollo de un pensamiento científico, político ni filosófico potente sino un pensamiento dogmático. La filosofía como el campo especializado del trabajo material con ideas (contra el pensamiento mítico, contra el que se fundamenta, demoliéndolo como criterio de verdad) nace en Grecia y crece en la Europa cristiana, preferentemente de raíz católica.

Llamar filosofía a mitos hindúes y a consignas de autoayuda americana es un absurdo que además nos aleja de una percepción sensata de nuestro entorno y nos anima a aceptar, por ejemplo, que exigir la independencia política de manera no violenta (yóguica) basada en el criterio de verdad de la sensación subjetiva (“Es que yo no me siento español”) es razón suficiente y sagrada como para que un estado se suicide. O nos anima a aceptar los mitos xenófobos nacionalistas como verdad fundacional de cada nación de España.

Nada más de momento. Solo decirles que soy un satélite en órbita de colisión con la Escuela Filosófica de Oviedo, el materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Soy apenas un principiante, pero ya no tengo remedio. Las ideas sensatas que exhibo aquí proceden de esa escuela; los errores, son exclusivamente míos. Ahorraré las notas a pie de página para no cargar más el artículo, pero estoy a disposición de quien, con educación, desee más información. Básicamente repito como un monosabio lo que otros más listos y trabajados han dicho.

Roberto Rodríguez Nogueira. Profesor de yoga.