Hay yoga y hay salsa, pero no salsa-yoga

2019-11-11

Suelo distinguir entre yoguis y yoguistas: los primeros tienen una motivación de mejoramiento humano y autodesarrollo, mientras que los segundos tan solo se interesan por la flexibilidad y el culto al cuerpo, desposeyendo su entrenamiento de cualquier intención de pefeccionamiento humano y de instrumentalizar el cuerpo para ensanchar la consciencia. Escribe Ramiro Calle.

Gimnasta indio en el Campeonato del Mundo de Mallakhamb o ‘Yoga sobre un poste’ , en Mumbai, 2019

He leído y releido con sumo interés y disfrute el último trabajo de mi buena amiga Pepa Castro, que siempre he considerado una magnífica periodista, desde aquellos lejanos tiempos en los que dirigía magistralmente la revista Psicología Práctica y posteriormente Yoga Journal, y yo tenía la ocasión de colaborar con mis artículos en ambas publicaciones.  Todo lo expuesto en este sagaz artículo por Pepa es del más puro sentido común y lo hace con su habitual claridad y sin ambages. Por aquello que denuncia, me gusta distinguir, a modo práctico, entre yoguis y yoguistas, pues en tanto los primeros tienen una motivación de mejoramiento humano y autodesarrollo, los segundos tan solo se interesan  por la flexibilidad y el culto al cuerpo, desposeyendo su entrenamiento de cualquier intención de pefeccionamiento humano y de instrumentalizar el cuerpo para ensanchar la consciencia.

Ya en mi primer viaje a la India, tuve ocasión en Delhi y Benarés de contemplar a llamativos contorsionistas que lo único que pretendían retorciendo sus cuerpos era obtener unas rupias del turista. Cruzaban las piernas por detrás de la cabeza como el que cruza los brazos ante su pecho. Así de fácil. Otros más osados efectuaban posturas hacia detrás que parecía iban a quebrar su tronco, pero ninguno de ellos había oído jamás el término «asana» , si  bien tenían la desfachatez de presentarse como yoguis. Pero sin llegar tan lejos en sus proezas de «retorcimiento» , los yoguistas o exhibidores de posturas quedarían muy por debajo en elasticidad de un Nureyev, por poner un ejemplo. Luego tampoco eso les hace «campeones» de flexibilidad. Y en cualquier caso, como dijera Ramana Maharshi, el mejor asana es la paz mental, así como el mejor ayuno el del silencio interior.

Por un puñado de dólares

A los mentores hindués que llegaron a USA y prostituyeron el yoga mostrándolo como una calistenia o gimnasia exótica, se les fue de la mano el tema y nunca imaginaron quizá en que terminaría por prevalecer un «yoga» americanizado que nada sabe de los grados de Patanjali o los versículos del Bhagabad Gita, o del Dhammapada, o de los Shiva-sutras, o del Viveka Chudamani, sino solo de estiramientos competitivos llevados al límite. Claro, hay que decir que aquellos mentores hindúes llegados a Norteamérica eran dados a los campeonatos de asanas, ya una burda competición en tal dirección. ¡Qué falta de respeto a su tradición! Pero un puñado de dólares era un puñado de dólares, y ya Theos Bernard en los años cuarenta intuía lo que le esperaba al yoga, en India y en Occidente, y quizá en India más, pues escribió que se encontraba sumergida en la ciénaga de la ignorancia.

Como dice mi buen amigo el profesor Gustavo Plaza, hay yoga y hay salsa, pero lo que no hay (o no debería haber) es salsa-yoga. Pero solo es cuestión de tiempo que pueda llegar a haberlo, querido Gustavo.

Dinkar Sakrikar publicó en el India Express lo siguiente, hace bastante más de medio siglo:

«Es muy lamentable que tantos entusiastas del yoga desplieguen sus habilidades como si se tratara de una atracción circense. Nos  apena mucho ver cómo, a veces, se exhiben trucos físicos y contorsiones del cuerpo que nada tienen que ver con el yoga.  Confiemos en que los estudiantes sinceros del yoga harán  todo o que esté en sus manos para poner fin a estas demostraciones».

Ojalá sea así. Pero, en cualquier caso, siempre queda el consuelo de que al final uno es su propio maestro y su propio discípulo. Y que lo que ha prevalecido, contra viento y marea, a lo largo de cinco mil años, seguirá haciéndolo, como seguirán surgiendo verdaderos yoguis y no pocos yoguistas.