Bienvenidas y despedidas

2019-03-04

Hay personas –pocas– que llegan a nuestra vida para quedarse a nuestro lado para siempre, y aunque físicamente no estemos juntos, moran en el Corazón. Otras –muchas– lo harán por un tiempo más o menos largo, acompañándonos en el caminar. Y habrá muchísimas que vendrán para desaparecer sin llegar a dejar una huella profunda, excepto alguna voluta insustancial en el recuerdo. Escribe Emilio J. Gómez.

De una manera u otra, estén más o menos tiempo, se compartan unas cosas u otras… Dará igual, un día desaparecerán de nuestro lado dejando una estela más o menos larga en la memoria. Un fragante aroma unos, un profundo vacío otros y, por fortuna en el menor de los casos, un gran alivio de constatar su ausencia los menos.

En la vida no existen amigos ni enemigos, tan sólo existen maestros. Todo aquel que llega a nuestra vida viene con una lección debajo del brazo. No importa el tiempo ni lo sucedido, tan solo el aprendizaje obtenido. Del mismo modo que en el Camino de Santiago todos los peregrinos que encontramos son en realidad indicadores vivientes, “flechas amarillas” que nos muestran y confirman la dirección a seguir.

Por este motivo, cuando alguien nuevo llega a mi vida siempre emergen las mismas preguntas: ¿qué tienes para mí?, ¿qué me traes?, ¿qué voy a aprender de ti?, ¿qué puedo aportarte?, ¿a qué vienes realmente?, etc. Es cierto, todo ser que llega a nuestra vida trae un presente. Unas veces será de manera tangible, otras sutil, algunas a largo plazo. Pero todo el mundo siempre nos aporta un valor específico, si se lo sabe apreciar, naturalmente.

Vairagya en acción

Las relaciones interpersonales son un excelente medio para la práctica de Vairagya, el desapego. Esto es experimentable por todos, pero dado el marco yóguico donde nos encontramos, nos gustaría centrarnos específicamente en los profesores de Yoga, por los que tantas vidas pasan delante de la esterilla y cojín.

En nuestro caso concreto no es preciso indicar que el profesor de Yoga ha de abrir al máximo el Corazón para dar la bienvenida al nuevo alumno. Pero sí nos gustaría indicar que, al mismo tiempo e internamente, abra también los dedos de sus manos a modo de sutil mudra que le ayude a soltar, a dejar ir, a no retener.

Vairagya en acción. Nunca lo hubieras imaginado ¿verdad? Siempre has considerado a Vairagya como una actitud interior. Pero no lo es. Es preciso saber decir “hola” con el cuerpo y la palabra, y también “adiós” con el Corazón. Sabes que en cada nuevo “hola” que des lleva latente el futuro “adiós”. Y si no lo sabes, no te preocupes; verás qué pronto que te lo enseñan tus alumnos.

En tanto que profesores de Yoga, parte de nuestro trabajo consiste es saber recibir a nuestros alumnos con alegría y también a despedirlos con paz, sabiendo que quizás esa sea la última vez que os vais a ver, y es posible que ni siquiera medie una despedida. Para poder llevar a cabo esta dura labor es preciso disponer de un Corazón enorme que por fortuna la práctica del Yoga se encarga de ampliar más y más.

En cada abrazo que damos a un alumno lleva en forma latente la futura despedida, y así debe ser. Nunca sabremos a ciencia cierta cuándo se va a producir el adiós. Por ello es tan importante el saber despedirnos en paz y con alegría. Shanti y Shantosa ha de ser la fragancia que exhalen todos los profesores de Yoga en cada saludo y despedida, al margen de la rama que practiquen y enseñen.

Recibir y soltar

Asegúrate de que es así, porque si tu aroma es otro, sería preferible que abandones la enseñanza y profundices en la práctica del Yoga hasta que los demás corroboren tu transformación. A fin de cuentas eso es el Yoga, un sendero de transformación. Eso es lo que tratamos de transmitir.

En cada abrazo existe la posibilidad de conectar con el presente y al mismo tiempo con nosotros mismos, con nuestra esencia. Del mismo modo que en cada despedida, el abrir la mano para soltar y evitar el apego es el gesto que expresa una comprensión profunda y genuina del Yoga.

Permitir que las personas vengan y se vayan, tratando de no aferrarnos puede ser a veces doloroso, por ello es imprescindible la comprensión que solo sobreviene a través de la práctica. El Yoga es siempre sinónimo de libertad.

Por otro lado, es también preciso evitar que se aferren a nosotros o a nuestra enseñanza, lo cual podría entrar en terreno de lo patológico. En cierta ocasión le pregunté a mi maestro:»¿Habrá algo peor que aferrarse a alguien?». Sin dudarlo me respondió: «Sí, que alguien se aferre a ti».

Felices bienvenidas y sabias despedidas.

Emilio J. Gómez, profesor de Yoga.

Silencio Interior – Escuela de Silencio

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