Día del Yoga 2018, centrémonos en lo que nos une

2018-06-11

El día 21 de junio es el Día Internacional del Yoga y, sin embargo, últimamente me da la sensación de que la práctica de nuestra querida disciplina parece más una torre de Babel que otra cosa. Yogins, este año, centrémonos en lo que nos une más que en lo que nos separa. Escribe Zaira Leal.

Para ello, este artículo habla de la meditación como herramienta para el despertar más profundo de consciencia y mi intención hoy es desmitificar el camino del meditador, haciéndolo accesible a todos con el fin de que empecemos a meditar ya de manera global. Celebremos el mes del yoga no sólo con posturas sobre la cabeza, triángulos y saludos al sol sino también con mucha meditación.

Hablo con profes y practicantes de yoga todo el día y nunca deja de sorprenderme que la meditación sigue siendo la asignatura pendiente de muchos. En ocasiones se debe a que se ponen un listón muy alto pensando que para meditar “bien” deben hacerlo durante horas cada día; otras veces son las ideas preconcebidas de lo que piensan que debe ser la meditación lo que crea las barreras. Luego está el ritmo trepidante de nuestra cultura en “on” las veinticuatro horas del día que sitúa a las pausas meditativas en la contracorriente. Del mismo modo que algunas personas dicen “no puedo hacer yoga porque soy muy inflexible”, hay quienes piensan “no puedo meditar porque soy muy nervioso/a, porque no tengo tiempo o porque no sirve para nada”. ¡Pero si meditar es precisamente para ellos!

La meditación no tiene formas externas como las posturas o asanas, no puedes verla, pero sí puedes percibirla. Las personas que meditan tienen una actitud distinta ante la vida, se mueven más despacio, sonríen y abrazan más.

Meditar no es poner la mente en blanco, ni sentarse durante horas cada día con los ojos cerrados, ni pasarte la mañana dándole vueltas a las cosas. El diccionario define meditar como la acción de pensar atenta y detenidamente sobre algo. Esta acepción de la palabra resulta en la reflexión y en la contemplación; sin embargo, la meditación yóguica va más allá y por meditación entendemos todas las técnicas que nos llevan a despertar el estado de presencia pura en nuestro cuerpo-mente-corazón. Conectas con tu esencia, con quien tú eres auténticamente, más allá de la experiencia material del físico, de los pensamientos o de las emociones. Meditar es ser y cuando somos, vemos la universalidad de la existencia, dejamos de luchar contra nosotros mismos y contra los demás y empezamos a amar incondicionalmente.

Dos desdoblamientos/direcciones de la meditación:

La meditación sentada: tomando asiento en tu interior

El primer desdoblamiento en el camino de la meditación es el de la práctica de la meditación sentada, la más sencilla o accesible. Serenas tu cuerpo y silencias tu mente de una manera metódica, en el mismo lugar de siempre y a la misma hora, sin imprevistos. Crear un espacio especial en tu casa en el que te sientas a explorar la meditación ayuda mucho porque intentar hacerlo en mitad del meollo de la calle resulta muy difícil al principio. Es como ir al gimnasio y entrenarte para estar guapo/a y fuerte. Llegas, haces tus ejercicios siguiendo unas pautas y cuando sales del gimnasio te das cuenta de que todo lo que cultivaste hace que tu vida sea mejor porque lo más importante es lo que sucede cuando no estás sentado meditando.

Primero, es necesario pararse, pararse y sentir. Esto lo hacemos cuando nos sentamos y cerramos los ojos, pero también puede suceder cuando nos quedamos quietos en mitad del ruido de la calle. La meditación sentada permite que nos centremos, que veamos la universalidad de la existencia. En este sentido, conectamos con el primer significado de la palabra yoga “yug-« o la unión de tu ser individual con el ser universal, la unión de tu cuerpo, de tu mente-corazón y de tu alma, los tres aspectos indisolubles del ser, a la vez que despertamos la unión entre uno mismo y el entorno.

La meditación en acción: haciendo conscientemente

Una vez que despertamos a nuestra naturaleza esencialmente consciente y descubrimos la divinidad de ser alma encarnada, estamos listos para practicarlo en nuestro mundo exterior. Con frecuencia esto sucede de manera orgánica, pues una persona que despierta a través de la meditación desprende luz por todas partes, es algo imposible de ocultar o de mantener guardado para uno mismo. El meditador se vuelve activista yóguico casi sin saberlo, pues su manera de funcionar en el mundo se vuelve meditativa: sus pensamientos, palabras y acciones empiezan a surgir de la presencia de Ser y dejan de venir de patrones mentales o creencias externas. Es algo absolutamente maravilloso.

Aquí es donde se pone de relevancia el segundo significado de la palabra “yoga”, el que se refiere al yugo, la herramienta con que labramos la tierra. La meditación permite que en nuestra vida material florezcan las semillas de la Luz, la Sabiduría y el Amor. En este sentido, tiene un aspecto práctico que me fascina. Mientras que la primera dirección de la meditación sucede en la verticalidad de unión entre cielo y tierra o espíritu y materia, esta segunda se desarrolla en la horizontalidad de la unión entre todos los seres que habitamos el planeta y que co-creamos la preciosa red de vida en este plano de existencia. Cada gesto que haces cuando meditas en acción llena el mundo de las cualidades más hermosas del ser.

¿Por qué todos deberíamos meditar?

En yoga no hay ni mejor ni peor, nadie está en posesión de la verdad, es un camino incluyente, que acoge y respeta en profundidad la evolución de cada individuo que lo practica, es un camino de escucha, de introspección y, a la vez, de acción desinteresada y consciente. Entonces ¿por qué seguimos disputándonos el sillón de la verdad o dándole un sesgo competitivo a nuestra práctica? Bueno, todos somos humanos y nuestra humanidad viene acompañada de cantidad de condicionamientos tanto sociales como personales que hacen que con frecuencia confundamos lo que tenemos que transformar internamente con la Consciencia pura y esencial que hay detrás.

Si todos meditamos más, habrá muchos menos problemas en el mundo. Seremos más pacíficos y compasivos; reaccionaremos menos y responderemos de una forma más amorosa ante los retos; recuperaremos la sensibilidad para ver lo preciosa que es la vida y, por tanto, la cuidaremos por encima de todo; nuestros cuerpos estarán más sanos porque viviremos libres de los efectos dañinos del estrés; seremos más creativos y escucharemos la voz de la intuición para encontrar soluciones a los problemas acuciantes que vivimos en el planeta ahora mismo.

Este 21 de junio, recuperemos lo esencial, unificador y universal.

Zaira Leal es autora de Una fiesta para el alma y de Yoga en la cocina, Ed. Urano. Se considera yoguini desde la cuna y empezó a enseñar yoga en el año 2000. Imparte clases públicas y formaciones para profesores de yoga y meditación, programas de perfeccionamiento para profesores, así como talleres monográficos de salud y temas para la mujer. También trabaja como coach de salud y bienestar del estilo de vida ayurvédico.

Lingüista, es máster en enseñanza y está acreditada en diversos estilos de yoga, meditación y ayurveda.

Más información: zairalealyoga.com / www.facebook.com/zaira.leal.5 | ©zairaleal