Rishikesh, ¿iluminación en tres días?

2014-06-12

Rishikesh, la ciudad sagrada en las faldas de los Himalayas, siempre ha sido un lugar de fuertes vibraciones que atrae a buscadores espirituales como los sadhus, los ascetas hindúes que siguen el camino de la penitencia y la austeridad para obtener la iluminación. Poco tardó en llamar a su regazo a incontables buscadores orientales, para así convertirse en la capital mundial del yoga. Escribe Uma Nath.

Enlightment

En cuanto pisé Rishikesh por primera vez, la magia de este lugar tan especial con la energía fluyente del Ganges, me cautivó de inmediato. Me fascinó la presencia de la espiritualidad en cada rincón y por supuesto quería practicar algo de yoga. No tardé mucho en darme cuenta de que no iba a ser nada fácil encontrar una clase y un profesor de yoga que encajasen conmigo. Hay cientos de ofertas de clases y talleres de yoga y meditación, así como incontables escuelas y ashrams que ofrecen sus programas a buscadores espirituales. Los muros de las calles y los restaurantes están repletos de carteles anunciando clases y retiros de todo tipo. Uno en especial me llamó la atención. Decía:

¡Ilumínate en solo tres días!

¡Impresionante! Tampoco tenía muy claro qué tipo de yoga quería probar. Entre Hatha, Kriya, Ashtanga, Iyengar y Trika yoga, estaba hecha un lío. Me decidí por el Hatha, y mi primera clase la probé en un ashram cerca del hostal donde me estaba alojando, donación sugerida 200 rupias.

He de decir que el joven profesor era un hathayogui excelente, sus posturas eran impecables y realmente admirables, pero igual no era tan buen profesor. Durante una clase me giré para ver de dónde procedían los extraños gemidos que llevaba ya escuchando desde hacía un buen rato detrás de mí. Eran unos chicos coreanos, que probablemente estaban tomando la primera clase de yoga de su vida. Intentaban imitar al profesor lo mejor que podían, pero sus caras reflejaban un sufrimiento algo frustrante. No llegué a entender por qué el profesor no les enseñaba posturas alternativas y por qué no se acercó para cuidar de ellos.

Algo que dijo mi maestra durante una clase de Kundalini Yoga en Barcelona y que nunca más olvidaré me vino a la mente: “Yoga, practicado sin amor, no es yoga”.

Así es, al fin y al cabo la palabra yoga significa unión. Personalmente considero que el yoga es mucho más que practicar posturas complicadas: es una forma de hacer el amor con el alma.

También tuve el placer un poco espantoso de conocer al campeón mundial de yoga. Hasta entonces no sabía ni de la existencia de este tipo de campeonatos. Él también era por supuesto un súperyogui, que disfrutaba mucho de dar una pequeña demostración de sus habilidades yoguicas en forma de ásanas complicadas o bajando el ritmo de su corazón al mínimo delante de quien mostraba cierto interés en yoga. Muy interesante, pero yo pensaba que el yoga es una práctica muy íntima y personal que ayuda a abrir no solamente el cuerpo, sino también el corazón y el espíritu.

¿Acaso estaba equivocada?

Gracias a Dios encontré finalmente el yoga que me gustaba de verdad! El profesor sij, un hombre sabio y muy humilde, enseñaba el Hatha desde el fondo de su corazón, cuidando de cada uno de los muchos estudiantes presentes en sus clases. De hecho, había dejado su carrera profesional de ingeniero para dedicarse a su pasión, el Hatha Yoga.

Por supuesto hay un buen número de buenos profesores de yoga en Rishikesh, y cada uno de nosotros acabará antes o después encontrando aquel con el que más vibre. Yo por mí, encantada con mi descubrimiento, me quedé con este.

También puede que, a veces, no dominar del todo el idioma inglés (y uno tarda un poquito en acostumbrarse al acento indio) represente una barrera para profundizar la práctica.

Si estás barajando la idea de formarte como profesor de yoga en India, igual te interesa esta propuesta que desde Milindias organizamos junto con Ricardo Ferrer, Instituto del Yoga Europeo.

Si quieres más información: www.milindias.com

Om Namah Shivaya!

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