Padmasana & Sirshasana, enseñanzas y experiencias

2014-05-06

Nuria Rodríguez, una excelente alumna de la Formación de Profesores en la que participo en calidad de profesor de Radja yoga, ha decidido finalizar su proceso de formación con una tesina sobre Sirshasana, la Postura sobre la Cabeza, y me ha solicitado que le cuente mi experiencia personal al respecto. Escribe Emilio J. Gómez.

Padmasana Sirshasana

Considero las experiencias como un material personal e íntimo, sobre todo en Yoga, que es camino hacia el mundo interior. Además, hablar o escribir sobre uno mismo no es de mis temas preferidos, pues ahí no aparece otra cosa que un ego en fase expansiva. Ahora bien, cabría preguntarse si en esa negativa a querer hablar sobre las propias experiencias no habrá también la sombra de un ego que teme verse expuesto.

Vistas así las cosas, he decidido no sólo compartir mis experiencias con Nuria y su tesina, sino también con todos los demás lectores de Yoga en Red que tengan a bien leer el presente artículo. Mi andadura con el yoga comenzó con el anhelo de realizar la Postura del Loto, pero en el viaje hacia el interior me encontraría con Sirshasana. He aquí cómo fue el proceso, las experiencias y enseñanzas que ambas posturas me ofrecieron.

Padmasana

Ciertamente, comencé a practicar Hatha Yoga porque quería hacer Padmasana, la Postura del Loto. En realidad, lo que quería era meditar, y de manera consciente o inconsciente sentía que Padmasana era el umbral del mundo interior y, por extensión, del estado de meditación. Tenía la sensación de que la famosa Postura del Loto era el medio idóneo para conseguir ese fin.

Por fortuna, más tarde me daría cuenta de que ello no era necesariamente así, y que para acceder a Dhyana, el estado de meditación, existen infinitas vías, tantas como seres humanos. Igual que para ascender a una montaña es posible hacerlo a través de muchos senderos, aunque su cumbre se una y la misma para todos.

Así pues, Padmasana o la Postura del Despertar, es un instrumento más que facilita el camino; y en verdad que lo hace, ¡y mucho! Pero, a fin de cuentas, no deja de ser un puente que ayuda a cruzar “al otro lado”. Sin embargo, a nadie se le ocurre quedarse a vivir en un puente. La enseñanza estaba clara: es conveniente evitar crearse paradigmas innecesarios que puedan obstaculizar más que ayudar.

Ese fue mi verdadero aprendizaje con Padmasana. Atrás quedaron los esfuerzos por abrir la pelvis, bajar las rodillas, los dolores en los cuádriceps, las rodillas, los tobillos y la zona lumbar… De hecho, la postura que utilizo en la actualidad para mi práctica es Siddhasana. Padmasana, el loto, conseguí hacerla, pero quedó atrás, igual que un niño deja atrás los juguetes cuando crece.

Sirshasana

En el camino hacia el interior que inicié a través del yoga también me encontré con Sirshasana, la Postura sobre la Cabeza. Sin duda que aquel encuentro fue un amor a primera vista. Ya, desde que nos vimos, ambos supimos que estaríamos juntos toda la vida. Y, así es como fue y continúa siéndolo en la actualidad.

Ciertamente, los comienzos con esta postura fueron singulares. Instrucciones tales como: “Tienes que acostumbrarte a ver el mundo al revés”, o “Empuja el suelo con los codos, antebrazos y muñecas” fueron de contundente ayuda a la hora de romper la cristalización de mi mente.

Las primeras prácticas las hice resguardado por la esquina de la habitación. Aun recuerdo bien cómo aquellos bordes angulares me protegían, eliminando el natural miedo a la caída de espaldas. Después sería la pared y su referencia. Mi memoria me trae recuerdos de cómo mis pies buscaban la pared para “saber dónde y cómo me encontraba”. Ello comenzó a ocurrir cada vez con menor frecuencia, hasta que, finalmente, un día logré realizar Sirshasana sin ningún tipo de referencia externa.

Desde entonces, año 1989, hasta hoy día, la Postura sobre la Cabeza se ha tornado práctica cotidiana en mi vida. No hay día sin Sirshasana. Por entonces, el tiempo de permanencia fue paulatinamente en aumento: cada vez estaba más minutos. Hasta que un día recibí una instrucción que me sorprendió: “No abuses de las posturas invertidas”. Aquella singular instrucción fue sabia en verdad, pues me hizo comprender que no se trataba del tiempo, si no el “todos los días” lo que en realidad hace efectivo un asana.

Yoga sistemático

Así fue como gracias a Sirshasana descubrí el yoga que es el que considero que en verdad funciona: el yoga sistemático. Ese tipo de práctica que invita a repetir todos los días los mismos asanas, los mismos pranayamas, el mismo mantra, la misma meditación… Eso es lo que en realidad llega a romper a la mente, abriendo una fisura por donde es posible percibir el Atman.

Por el contrario, es en la variedad donde la mente encuentra agrado y su motivo de existir. En la variedad no hay posibilidad de trascendencia. La mente necesita el cambio constante para subsistir, de ahí su incesante búsqueda de impresiones nuevas; ése es su alimento.

Sin embargo, el trabajo sistemático del yoga traspasa las diferentes envolturas o Koshas y profundiza en los diferentes estados de consciencia hasta conseguir Jagrat-sushupti, el milagro de vivir despierto el sueño de la vida. De ahí a experimentar Turiya, el cuarto estado donde se experimenta la no-dualidad, queda nada.

Agradecimientos

Finalmente, me gustaría expresar gratitud hacia todos los profesores que me han ayudado a elaborar estas posturas, en cuya esencia destila el auténtico sabor y aroma del yoga más puro. Por ello, me gustaría agradecer a Ramiro A. Calle, Danilo Hernández, Ramón Clarés y, por supuesto, a mi amigo Juan Fresno, todo el esfuerzo que realizan y el amor que transmiten en cada una de sus clases. A todos ellos, ¡gracias!, pues sin su apoyo, conocimiento e instrucciones no habría sido posible mi evolución y comprensión del yoga.

Gracias por tu atención.

Emilio J. Gómez

Es profesor de yoga de la escuela de yoga Silencio Interior e imparte clases Hatha & Radja yoga en El Escorial (Madrid).

Más información: http://www.silenciointerior.net/